La inmortalidad
La inmortalidad est¨¢ adquiriendo mucho auge. No ya sus simulacros ef¨ªmeros a trav¨¦s de la cosm¨¦tica, las cirug¨ªas est¨¦ticas simulando restar a?os o las melatoninas prometiendo una dilatada juventud. De lo que ahora se trata no es ya de vivir m¨¢s, sino de vivir para siempre; y no siguiendo una l¨ªnea de cremas, sino las aut¨¦nticas le yes de la f¨ªsica. Hace dos a?os Frank J. Tipler public¨® un libro titulado La f¨ªsica de la inmortalidad de ¨¦xito en Estados Unidos y que, en estos d¨ªas, ha lanzado Alianza Editorial en Espa?a. Ciertamente, en la prensa norteamericana primero y en la brit¨¢nica despu¨¦s no faltaron chanzas sobre el contenido de la obra, pero casi todas ellas fueron a cargo de inexpertos. Los f¨ªsicos, a¨²n descalificando varios puntos, no pudieron negar la genialidad de los planteamientos basados en fundamentos de aceptaci¨®n profesional. Todo lo m¨¢s, a la clase cient¨ªfica le incomod¨® el empleo de palabras como "Dios" para asimilarlo al Punto Omega, una teor¨ªa f¨ªsica de gran belleza, o del enunciado "resurreci¨®n de los muertos" equipar¨¢ndolo a las prospectivas de la nanotecnolog¨ªa que vislumbran la posibilidad de una reparaci¨®n celular. En s¨ªntesis, el libro de Tipler es una proyecci¨®n del porvenir de la vida y la carne humana donde se expanden juntas la religi¨®n y la ciencia.
Dentro de esta concepci¨®n que postula su autor la teolog¨ªa se contempla como una rama de la f¨ªsica; lo que parec¨ªa m¨¢s espiritual pasa al campo de lo tangible, pero no a fuerza de mistificar la materia, sino mediante la dura condensaci¨®n del esp¨ªritu. "Todas las formas de vida", escribe Tipler, "est¨¢n sujetas a las mismas leyes que los electrones y los ¨¢tomos. As¨ª, veo a un ser humano como poco m¨¢s que un modelo particular de m¨¢quina, al cerebro como un sistema de proceso de datos, y al alma como un programa que funciona sobre un ordenador que llamamos cerebro".
Esta visi¨®n reduccionista -ahora en boga- ha repugnado siempre a las personas. Pero es, acaso, porque a¨²n no se hab¨ªan destacado sus ventajas, dice Tipler. Debido a que los seres humanos son m¨¢quinas de caracter¨ªsticas muy especiales, se puede demostrar, que los hombres poseen 1ibre albedr¨ªo" y que vivir¨¢n despu¨¦s de la muerte en un lugar extraordinariamente parecido al cielo. El impulso de esta nueva creencia se apoya ante todo en el progreso de los descubrimientos en inteligencia artificial.
Seg¨²n esta teor¨ªa que ya se extiende y comparte una conocida asociaci¨®n llamada Extropian (Universidad de Southern California), el alma ser¨ªa equivalente a un software introducido en el hardware del cuerpo. Los miembros de la Extropian (uni¨®n de entrop¨ªa y extrapolaci¨®n) est¨¢n seguros de que en el futuro, el "programa cerebral" de cada individuo podr¨¢ ser cargado en un ordenador y all¨ª podr¨¢ almacenarse indefinidamente. Cada vez que esa "alma" quiera vivir en carne y hueso bastar¨¢ trasponerla a un cuerpo disponible. Al cuerpo de uno mismo si se encuentra previamente hibernado o si se reconstruye con la nanotecnolog¨ªa, pero tambi¨¦n en el cuerpo de otro que se haya "muerto" o deshabitado de su software. La semejanza inform¨¢tica conduce al punto de plantearse si un diskette con ' el programa cerebral de un individuo podr¨¢ considerarse persona o seudopersona. Y, por supuesto, inmortal.
Los Extropian celebraron su primera convenci¨®n en Sillicon Valley hace dos a?os para debatir estas interrogantes y otras muchas que suscita la renaciente inmortalidad que asombra al neorreligioso fin de siglo. Hasta el mismo Frank J. Tipler, ateo confeso, que ha redactado m¨¢s de 600 densas p¨¢ginas sobre esta inmortalidad cient¨ªfica se declara desconcertado. "Jam¨¢s en mis sue?os m¨¢s descabellados", dice, "pude imaginar que llegar¨ªa el d¨ªa en que escribir¨ªa un libro para demostrar que las afirmaciones b¨¢sicas de la teolog¨ªa judeo-cristiana son verdaderas". ?Son verdaderas? El libro, en la piadosa Am¨¦rica, fue best seller.
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