TV
Yo tambi¨¦n soy de los que est¨¢n de acuerdo con el ayuno televisivo que ha recomendado el Papa durante la Cuaresma. A fuerza de retr¨®grado, el Papa llega a reencontrarse con la modernidad; como la moda, a fuerza de avanzar, acaba por convertirse en retro.La televisi¨®n lleg¨® embalada al cenit de la modernidad, pero, a partir de ah¨ª, patina con signos de retroceso. Lo vanguardista en un tiempo fue partirse el pecho contra los izquierdistas que satanizaban la televisi¨®n. Lo avanzado en la actualidad es encender epis¨®dicamente el aparato. Los que se atracan de cine siguen mantenienido el cach¨¦, pero los que se atragantan de televisi¨®n son como enfermos de bulimia.
Ninguna provisi¨®n cultural se ha degradado tan aceleradamente como la televisi¨®n. El medio sigue siendo un medio, pero ning¨²n otro medio se ha demediado tanto. Vista en perspectiva, la televisi¨®n parece haber nacido como una aportaci¨®n destinada a biodegradarse inexorablemente. Siguiendo su deterioro, adem¨¢s, podr¨ªa alcanzar un punto en que, como ha ocurrido con las megaciudades del mundo, la basura vendr¨¢ a ocuparla desde la periferia a su centro.
El p¨²blico ha perjudicado a la televisi¨®n, no cabe duda. El gusto del p¨²blico envileci¨® al medio; pero despu¨¦s el medio, lanzado a gustar a todos, ha cobrado una formidable inercia de encanallamiento aut¨®nomo. Con ello ya no satisface a casi nadie. O mejor: s¨®lo se satisface de verdad a s¨ª misma. Continuamente la televisi¨®n necesita consultar el nivel de audiencia, porque, en su onanismo, se ha vuelto completamente sorda. Puede ser que esta situaci¨®n se regenere cuando los canales tem¨¢ticos desplieguen sus ofertas y permitan un suministro a la carta. Pero al d¨ªa de hoy, con un men¨² de rancho, ?c¨®mo no darle la raz¨®n al Papa?
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