?Naci¨®n de naciones?
Parece claro que el Estado de las autonom¨ªas representa un avance en relaci¨®n a otras regulaciones constitucionales de la historia espa?ola contempor¨¢nea. Una historia, como es notorio, bastante desgraciada en t¨¦rminos liberales y democr¨¢ticos. Este avance relativo no oculta, sin embargo, la existencia de graves deficiencias en la regulaci¨®n y encaje del car¨¢cter plurinacional del Estado, tanto en sus aspectos simb¨®licos e institucionales como en los de autogobierno. En la decisi¨®n pol¨ªtica de "regionalizar" el Estado se mezclaron dos perspectivas distintas; la de su desdentralizaci¨®n, y la de la articulaci¨®n de su plurinacionalidad. En t¨¦rminos generales, puede decirse que el modelo auton¨®mico est¨¢ funcionando de una forma relativamente aceptable en tanto que Estado descentralizado, pero a la vez es un modelo que desenfoca el paisaje cuando intenta mostrar una imagen sin problemas en relaci¨®n al reconocimiento y articulaci¨®n de su plurinacionalidad. La opci¨®n por 17 unidades territoriales atiende al primer aspecto, pero desatiende al segundo, convirti¨¦ndose incluso en un obst¨¢culo para su regulaci¨®n. El problema no es la distribuci¨®n de competencias, sino el uniformismo pol¨ªtico que subyace al dise?o constitucional. Despu¨¦s de 15 a?os de funcionamiento, una de las conclusiones que pueden sacarse es que existe algo mal resuelto, de car¨¢cter substantivo y no s¨®lo procedimental, en el Estado de las autonom¨ªas. Y ello afecta a su legitimidad. El establecimiento de 15 autonom¨ªas enmascara el hecho de que en Espa?a no existen ni una sola, ni 17 naciones.La dificultad del uso del t¨¦rmino "naci¨®n" en el caso espa?ol est¨¢ basada en el hecho de que dicho uso debe considerarse necesariamente a un doble nivel, que podemos llamar niveles primario y secundario. El nivel primario es el que caracteriza la identidad nacional de cada ciudadano atendiendo a los criterios distintivos de afinidad utilizados en la pol¨ªtica comparada (lengua, cultura, tradiciones, mitos diferenciadores, etc¨¦tera). A pesar de la existencia de identidades mixtas susceptibles de ser clasificadas en escalas de gradientes continuos,el uso primario del t¨¦rmino naci¨®n comporta aqu¨ª cuatro tipos b¨¢sicos de identidad: la espa?ola, la catalana, la vasca y la gallega. En este sentido primario, "reconocerse" en una identidad nacional "espa?ola" muestra la afinidad que comparten ciudadanos de, pongamos por caso, Zaragoza, Sevilla o Murcia (y parte de los de Galicia, Catalu?a, y Pa¨ªs Vasco), pero que los distingue de las afinidades "nacionales", tambi¨¦n en el sentido primario, de buena parte de los ciudadanos de estas tres ¨²ltimas colectividades. Este sentido primario de la naci¨®n espa?ola, que es mayoritaria entre los ciudadanos del Estado pero que est¨¢ lejos de ser ,com¨²n a todos los espa?oles", constituye lo que podemos denominar la "nacionalidad oculta" en las discusiones sobre el car¨¢cter plurinacional de la realidad espa?ola. Con independencia de la actitud pol¨ªtica de cada cual, parece claro que no se puede describir a Catalu?a, Galicia o el Pa¨ªs Vasco como meras subunidades de una naci¨®n espa?ola que, tomada en este sentido primario, no existe como referente nacional com¨²n de todos los ciudadanos.
El uso secundario de naci¨®n espa?ola es el que considera a. Espa?a como una "naci¨®n de naciones", concepto que pretende: incorporar a todos los ciudadanos del Estado independientemente de cu¨¢l sea su afinidad nacional dominante a nivel primario. La expresi¨®n "naci¨®n de naciones" es de por s¨ª poco clara al entenderse de dos formas diversas seg¨²n quien la utiliza. Parad¨®jicamente, s¨®lo parece aceptable a condici¨®n de que no se defina. As¨ª, por una parte, el nacionalismo espa?ol, en sus distintas versiones y matices, se queda habitualmente con el primer t¨¦rmino de la expresi¨®n, es decir, la "naci¨®n" (a veces utilizado con may¨²scula no vaya a confundirse con el segundo t¨¦rmino), pero us¨¢ndolo s¨®lo en el sentido primario anterior aunque se refiera a toda la colectividad de ciudadanos del Estado, olvid¨¢ndose de su sentido secundario. Al mismo tiempo, dicho nacionalismo reduce el segundo t¨¦rmino de la expresi¨®n, las naciones, s¨®lo a los casos catal¨¢n, vasco y gallego, excluyendo de ¨¦l el sentido primario "oculto" de naci¨®n espa?ola antes se?alado. Se trata de un nacionalismo que sobrelleva a aquellas tres "naciones" de varias formas, desde considerarlas como algo interesante pero siempre subordinado a la "naci¨®n espa?ola" hasta considerarlas como algo que es conveniente ignorar todo lo que se pueda, y que tanto mejor si no existiera. Por otra parte, los nacionalismos catal¨¢n, vasco y gallego, tambi¨¦n en sus distintas versiones y matices, cuando utilizan la expresi¨®n "naci¨®n de naciones" se quedan preferentemente con el segundo t¨¦rmino de la expresi¨®n, las naciones, entendidas generalmente tambi¨¦n de un modo un tanto confuso en el momento de ver si incluyen o no a la naci¨®n espa?ola en su sentido primario, y lo que sobrellevan como pueden es el primer t¨¦rmino, la naci¨®n, ahora s¨ª en sentido secundario, vi¨¦ndola ya sea como algo ficticio, ret¨®rico y artificialmente construido desde un irreal nacionalismo de Estado, ya sea consider¨¢ndola como una realidad existente pero poco relevante y que dificulta, adem¨¢s, el reconocimiento y autogobierno de las naciones en sentido primario.
La conclusi¨®n es que la expresi¨®n "naci¨®n de naciones" resulta sumamente confusa cuando los dos tipos de nacionalismo mezclan los sentidos primario y secundario de "naci¨®n espa?ola". Esta confusi¨®n est¨¢ tambi¨¦n impl¨ªcita en expresiones como "el debate de la naci¨®n", que resultan poco afortunadas desde el punto de vista de un lenguaje que recoja una actitud favorable al reconocimiento del car¨¢cter plurinacional (en sentido primario) del Estado. Hoy por hoy no existe una noci¨®n secundaria de nacion espa?ola que resulte aceptable para una amplia mayor¨ªa de ciudadanos de las cuatro naciones primarias existentes. O dicho de otro modo, desde la situaci¨®n actual resulta muy dif¨ªil aunar c¨®modamente las nociones de ciudadan¨ªa y de "nacionalidad" espa?ola. A este tipo de dificultades es al que se a?ade la existencia de las 17 unidades territoriales del modelo actual que dificulta una regulaci¨®n plural de las maneras de pertenecer a la polity. Tal como he se?alado en otras ocasiones, creo que sin regulaciones federales de car¨¢cter asim¨¦trico en los ¨¢mbitos simb¨®lico, institucional y competencial lo m¨¢s probable es que por bastante tiempo el sentido secundario de la naci¨®n espa?ola sea una asignatura pendiente del sistema pol¨ªtico espa?ol.
La gran ventaja del momento actual es la existencia de la Uni¨®n Europea. Se trata de un marco que posibilita la construcci¨®n paralela de una ciudadan¨ªa europea y una mejor articulaci¨®n del sentido secundario de la naci¨®n espa?ola. Aqu¨ª se parte incluso con ventaja en relaci¨®n a otras realidades plurinacionales, en muchos puntos m¨¢s evolucionadas, como es el caso canadiense. Cualquier reforma del modelo territorial "preeuropeo" actual deber¨¢ realizarse mirando hacia la UE. Y, as¨ª, tal vez alg¨²n d¨ªa pueda hablarse con propiedad de los espa?oles como unos ciudadanos europeos originarios de una "naci¨®n de naciones". Situaci¨®n en la que, de momento, no nos encontramos.
Ferran Requejo es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Pompeu Fabra.
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