Sintomas celestiales
En nuestra galaxia hay unos trescientos mil millones de estrellas. Quiz¨¢ en torno a algunas de ellas florezcan otras civilizaciones, que traten de entrar en contacto y comunicarse lanzando mensajes al espacio por s¨ª alguien los escucha. Pocos descubrimientos tendr¨ªan un impacto psicol¨®gico y social comparable a la detecci¨®n de esos posibles mensajes inteligentes extraterrestres.El astr¨®nomo Frank Drake formul¨®, en 1961, la famosa ecuaci¨®n de Drake, que permite calcular el n¨²mero de civilizaciones gal¨¢cticas en funci¨®n de una serie de par¨¢metros astron¨®micos (como la fracci¨®n de estrellas que tienen planetas), biol¨®gicos (como la fracci¨®n de planetas habitables en los que surge la vida) y sociales (como la duraci¨®n media de una civilizaci¨®n tecnol¨®gica), cuyo valor s¨®lo podemos conjeturar. Las conjeturas difieren y el n¨²mero calculado oscila entre una sola civilizaci¨®n gal¨¢ctica (la nuestra) y cientos de millones.
No sabemos si hay otras civilizaciones, y no ser¨¢ con meras cavilaciones como lo descubriremos. Tampoco mediante ut¨®picos viajes espaciales. La ¨²nica esperanza estriba en captar sus posible mensajes electromagn¨¦ticos, que viajan a la velocidad de la luz. Es razonable suponer que la comunicaci¨®n se realizar¨¢ por radio, por razones econ¨®micas. Un fot¨®n de luz visible porta la misma informaci¨®n que uno de radio, pero el enviarlo cuesta (en t¨¦rminos energ¨¦ticos) un mill¨®n de veces m¨¢s. Adem¨¢s, los fotones de radio atraviesan bien las nubes de gas y polvo interestelar y su emisi¨®n no sufre la competencia de la. estrella madre. La mayor parte de las frecuencias de radio ser¨ªan inutilizables para la comunicaci¨®n por la interferencia del ruido gal¨¢ctico, pero una ventana de oportunidad se abre en las microondas de frecuencia entre 1 y 10 GHz, dentro de la cual s¨®lo est¨¢ ocupada la banda de 1,42 GHz, en que emite el hidr¨®geno. Ah¨ª habr¨ªa que tratar de detectar las se?ales de nuestros vecinos c¨®smicos.
Coincidiendo con el quinto centenario del descubrimiento de Am¨¦rica, la NASA puso en marcha, el 12 de octubre de 1992, un avanzado programa de b¨²squeda de inteligencia extraterrestre (o SETI, search for extraterrestrial intelligence), utilizando dos grandes radiotelescopios en Puerto Rico y California para la exploraci¨®n computadorizada de las posibles emisiones de 800 estrellas cercanas de tipo solar y adem¨¢s para echar un vistazo a todo el cielo en el ¨¢mbito de frecuencias indicado. El programa, presupuestado en 100 millones de d¨®lares, deber¨ªa haber durado 10 a?os, pero fue cancelado al cabo de uno por el Congreso, que en una confusa maniobra pol¨ªtica de ¨²ltima hora recort¨® los 12 millones de d¨®lares previstos para 1994.
Indignados por la miop¨ªa del Congreso, muchos ciudadanos (incluyendo los fundadores de Hewlett Packard, Intel y Microsoft) empezaron a poner dinero de su bolsillo para continuar el programa de SETI. Con estas donaciones privadas renaci¨® el proyecto, rebautizado Phoenix y dirigido por la misma astrof¨ªsica, Jill Tarter. Por un mill¨®n de d¨®lares se alquilaron dos radiotelescopios en Australia. Recientemente, el proyecto se ha trasladado a Green Bank (West Virginia), cuyos radiotelescopios ser¨¢n controlados a distancia desde el SETI Institute, en California.
La Planetary Society, una ONG de aficionados a la astronom¨ªa (que cuenta con 100.000 miembros en todo el mundo, incluyendo al generoso director de cine Steven Spielberg), es la pionera de esta actividad. Ya hab¨ªa financiado el proyecto META, dirigido por Paul Horowitz, y anterior al de la NASA. En noviembre de 15,95, puso en marcha el proyecto BETA, basado en un radiotelescopio de Harvard, que explora 250 millones de canales de radio (pronto ser¨¢n 6.000 millones) simult¨¢neamente, y otro en Argentina, en busca de se?ales de otras civilizaciones. Las b¨²squedas contin¨²an. Vale la pena.Jes¨²s Moster¨ªn es catedr¨¢tico de L¨®gica, Historia y Filosof¨ªa de la Ciencia de la Universidad de Barcelona.
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