?Hacia una nueva CEDA?
No valen las sumas ni los argumentos aducidos por algunos especialistas en la siembra de la confusi¨®n, cuando no la ciza?a, de que la suma de los votos de los partidos nacionales -PP, PSOE e IU- es superior a los conseguidos por los nacionalismos de uno y otro signo. Enfocar el problema desde la matem¨¢tica nacionalismo espa?ol versus nacionalismos perif¨¦ricos ser¨ªa un nuevo error, como el que ya se cometi¨® en Espa?a durante la II Rep¨²blica y que nos llev¨® al enfrentamiento in civil de 1936, precedido por el conato de cat¨¢strofe de 1934 en Asturias y Catalu?a. No est¨¢ el pa¨ªs para planteamientos radicales, expresados en los a?os treinta por Calvo Sotelo con su c¨¦lebre frase -"Prefiero una Espa?a roja a una Espa?a rota"-, entre otras cosas por que nadie es ya totalmente rojo y nadie, salvo los 180.000 votantes proviolencia, se plantean en serio una ruptura de Espa?a en el umbral del siglo XXI, a pesar de las Estonias, Eslovaquias y Croacias que han proliferado por la falta de visi¨®n de las canciller¨ªas europeas y la ausencia de liderazgo por parte de Estados Unidos.El problema, a mi juicio, es otro. ?C¨®mo consigue el Partido Popular que la fuerza pol¨ªtica de centro y de derecha ya articulada a escala nacional gane, con holgura y sin agobios, unas elecciones legislativas sin tener que depender de apoyos externos en los que cada negociaci¨®n le suponga tragarse sapos en el desayuno, en sabia recomendaci¨®n del veterano Georges Clemmenceau? Las arduas y dif¨ªciles negociaciones que Aznar se ha visto obligado a emprender como resultado de su corta mayor¨ªa en las ¨²ltimas elecciones paria conseguir, primero, su investidura como presidente del Gobierno de la naci¨®n, y, despu¨¦s, para poder llevar a cabo desde el poder un m¨ªnimo programa, pueden ser important¨ªsimas no s¨®lo para el momento presente, sino tambi¨¦n para el futuro.
Son importantes porque, por primera vez en 60 a?os, la derecha espa?ola tendr¨¢ que asimilar e incorporar a su filosof¨ªa pol¨ªtica una cultura de pactos, hasta ahora in¨¦dita en sus planteamientos, casi siempre maximalistas. Es una experiencia nueva, que reportar¨¢ beneficios, generalizados a los cuatro puntos del territorio nacional. De momento, el esp¨ªritu pactista ha logrado acallar -no s¨¦ durante cu¨¢nto tiempo- la sarta de improperios e insultos de los que no se conformaban con otro resultado que no llevase aparejado, por lo menos, el entierro del adversario pol¨ªtico. Estoy seguro de que, ante la amenaza de una nueva consulta electoral en el verano, de la que s¨®lo se beneficiar¨ªa el partido socialista, el sentido com¨²n, el seny, el patriotismo y la altura de mir¨¢s del resto de los grupos parlamentarios har¨¢n posible la formaci¨®n de un Gobierno del Partido Popular, presidido por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que es, al fin y al cabo, lo que los electores han votado el 3-M.
Pero el l¨ªder popular, que, tras siete a?os de dura lucha y sin m¨¢s ayuda que su fuerza de voluntad y su tes¨®n, ha conseguido congregar en torno a su partido cerca de 10 millones de, votos rompiendo todos los techos anteriores, debe volver un poco la vista atr¨¢s y analizar la historia de Espa?a, uno de sus hobbies favoritos, y la de la Alemania de la posguerra. Quiz¨¢s en ese an¨¢lisis encuentre alguna pista de c¨®mo conseguir la pr¨®xima vez esa mayor¨ªa suficiente., que esta vez le han negado las urnas.
La derecha espa?ola sufri¨® un importante revolc¨®n electoral en las primeras elecciones convocadas por la Rep¨²blica en mayo de 1931. Hab¨ªa acudido a ellas desunida, desmoralizada y con el lastre de que algunos de sus dirigentes hab¨ªan apoyado, primero fervorosamente, luego de forma m¨¢s tibia, a la dictadura de Primo de Rivera. El resultado fue el triunfo arrollador de la conjunci¨®n republicano socialista. Dos a?os m¨¢s tarde, esa derecha se hab¨ªa reagrupado, gracias a los esfuerzos de Jos¨¦ Mar¨ªa Gil. Robles, en torno a la Confederaci¨®n Espa?ola de Derechas Aut¨®nomas (CEDA) -y subrayo lo de aut¨®nomas-, y, la CEDA ganaba las elecciones dos a?os despu¨¦s con el apoyo de los radicales de Lerroux. Cada formaci¨®n pol¨ªtica integrada en la CEDA., ten¨ªa una autonom¨ªa regional propia -recu¨¦rdese, por ejemplo, el peso espec¨ªfico, dentro de la Confederaci¨®n, de la Derecha Regional Valenciana, liderada por Luis Luc¨ªa-, que nombraba sus propios candidatos a diputados y en la que Madrid no interven¨ªa para nada respetando en todo momento las decisiones de la periferia.
El PP ya ha intentado hacer algo similar en algunas autonom¨ªas, como, por ejemplo, en Navarra con la Uni¨®n del Pueblo Navarro, y en Arag¨®n, con el PAR. ?Tan descabellado ser¨ªa intentar una operaci¨®n similar con CiU en Catalu?a y con el Partido Nacionalista Vasco en Euskadi? Si el PP hubiera estado representado en Catalu?a por CiU, esta formaci¨®n habr¨ªa acumulado un m¨ªnimo de 24 diputados al Congreso, sin contar el reparto de restos que siempre favorece a los ganadores. Igual ejercicio se podr¨ªa realizar en Euskadi con el PNV. A la vista de los resultados en el Pa¨ªs Vasco, el PNV hubiera acumulado, por lo menos, 10 diputados en lugar de los cinco obtenidos el 3-M. El Partido Popular se hubiera quedado en 143 diputados en el resto de Espa?a, a los que habr¨ªa que sumar los 34 conseguidos por sus coligados nacionalistas. En total, 177, lo que significa la mayor¨ªa absoluta. Naturalmente, que para que haya boda es preciso que las dos partes pronuncien el s¨ª, pero no creo que Pujol y Arzalluz rechazaran de antemano un planteamiento de este tipo si en la negociaci¨®n actual ven la suficiente flexibilidad en Aznar.La Rep¨²blica Federal de Alemania de la posguerra puede ofrecer otro ejemplo de oro al Partido Popular. Baviera, reino independiente hasta su integraci¨®n en el imperio pangerm¨¢nico de los Hohenzollern, ha mantenido su independencia auton¨®mica dentro del Estado federal alem¨¢n hasta sus ¨²ltimas consecuencias. La CSU b¨¢vara domina desde 1949 con mayor¨ªa absoluta el espacio pol¨ªtico de Baviera. La democracia cristiana estatal de Bonn lo sabe y, por conveniencias electorales, permite que los socialcristianos b¨¢varos le representen en las elecciones legislativas. ?Tan dif¨ªcil es que el PNV y CiU adopten en Espa?a una actitud similar a la de la CSU en Alemania y que el PP est¨¦ representado en Catalu?a y en Euskadi por los partidos nacionalistas de centro-derecha?
He o¨ªdo muchas veces a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar defender la teor¨ªa de un gran partido de centro nacional. Pero esa teor¨ªa, leg¨ªtimamente defendible en un Estado centralista, parece incompatible con los deseos del electorado en un Estado auton¨®mico, como demuestran los ¨²ltimos resultados y como parece deducirse de la lectura imparcial de nuestra Carta Magna. Los partidos nacionalistas deben garantizar la investidura de Aznar en aras de lo que se ha venido en llamar gobernabilidad del Estado. Pero el l¨ªder popular debe derrochar una gran dosis de audacia e imaginaci¨®n para no estar sometido en el pr¨®ximo proceso electoral a las agon¨ªas presentes. Una especie de CEDA bis, adecuada a las necesidades actuales, merecer¨ªa, por lo menos, una seria consideraci¨®n por parte de los ide¨®logos populares y nacionalistas.
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