Argentina en el desv¨¢n
Hoy se cumplen 20 a?os del golpe militar que derroc¨® a Isabel Per¨®n
Durante la dictadura militar argentina, cuyo 20? aniversario hoy se conmemora, funcionaron unas picanas de gran utilidad: torturaban solas. Permit¨ªan a los verdugos echar varias manitas a la brisca, cebar el mate en la solana de los cadalsos y sestear sin apuro ni abandono del servicio. Las descargas el¨¦ctricas de esas picanas de ret¨¦n atormentaban con la cadencia de un p¨¦ndulo: soltaban chispas autom¨¢ticamente cada dos o tres segundos. En Campo de Mayo, las fabricaba un prisionero ma?oso y colaborador con motorcitos de limpiaparabrisas: fue igualmente ejecutado, pese a su contribuci¨®n a la cruzada. Enchufado a la m¨¢quina, Domingo Menna, tesorero del trotskista Ej¨¦rcito Revolucionario del Pueblo (ERP), sufri¨® martirio horas y horas, solo."Era muy duro. Nunca le o¨ª gritar. Un d¨ªa lo mataron", recuerda en una taberna de Buenos Aires V¨ªctor Ib¨¢?ez, entonces cabo talabartero de El Campito, uno de los 340 centros de detenci¨®n de una dictadura (1976-1983) imposible de olvidar porque sus horrores a¨²n estremecen y dividen. Acompa?an la triste efem¨¦ride debates sobre los or¨ªgenes y consecuencias de aquel trance, conciertos y actos de repudio de las Madres de Plaza de Mayo, nuevos testimonios, marchas antorchadas de las familias de los m¨¢s de 10.000 desaparecidos, alg¨²n rebuzno al paso, y amarguras sin remedio.
En su despacho porte?o, el principal historiador de este pa¨ªs, F¨¦lix Luna, evoca la asonada de las 3.21 de la madrugada del 24 de marzo contra el Gobierno de la inepta Isabel Mart¨ªnez de Per¨®n. "Me atrevo a decir que el golpe fue recibido con gran alivio por grandes sectores. Hab¨ªa un gran descreimiento en la democracia".
Contrariamente a la situaci¨®n de entonces, con la mayor¨ªa de la poblaci¨®n exigiendo ca?a contra el terror de una guerrilla que justificaba sus bombas denunciando terrorismo de, Estado y falta de espacio para la participaci¨®n pol¨ªtica, las argentinos tienen ahora la convicci¨®n de que la democracia, pese a sus carencias y errores, es el ¨²nico sistema posible. "Y, por otro lado", agrega Luna, "los militares han abdicado de esa idea de que son la ¨²ltima reserva. Es impensable un nuevo golpe". Menos optimista es el premio Nobel de la Paz de 1980, Adolfo P¨¦rez Esquivel, encadenado tres a?os antes al asiento de un avi¨®n en un vuelo por el r¨ªo de la Plata. "El aparato represivo se mantiene intacto, y se ha generado un estado de indefensi¨®n jur¨ªdica a trav¨¦s de la impunidad".Le salv¨® la vida una contraorden recibida a bordo. "Estaba convencido de que me tiraban al agua", dice el presidente de la Fundaci¨®n Servicio Paz y Justicia. Razones hubo para el temor: m¨¢s de 3.500 prisioneros, anestesiados, fueron arrojados al r¨ªo o al Atl¨¢ntico, y otros miles quemados con cal, gasolina, o sepultados en fosas comunes; hasta 500 ni?os fueron robados. "A 20 a?os vista, vemos que todos los criminales est¨¢n libres y muchos se han presentado a elecciones y las han ganado". "Nada puede construirse desde el olvido".
Es el caso del general retirado Domingo Bussi, reo de graves vulneraciones de los derechos humanos de no mediar el perd¨®n institucional. Actualmente es gobernador, democr¨¢ticamente elegido, de Tucum¨¢n, provincia donde sus batidas contra la disidencia o la subversi¨®n constan en la orla del salvajismo. Los presidentes Ra¨²l Alfons¨ªn (1983-1989) y Carlos Menem (jefe de Estado desde 1989) cedieron terreno al considerar imposible la normalizaci¨®n democr¨¢tica de no mediar una avenencia con los cuarteles.Y ah¨ª sigue Bussi haciendo carrera, dos d¨¦cadas despu¨¦s de que Rodolfo Wehner, jefe de Granaderos, convocara a sus tropas a empu?ar las armas "para aniquilar a los asesinos rechazados por Dios, por la patria, por sus hogares y por el pueblo". Rafael Videla, Emilio Massera y otros jefes de aquellas juntas han preferido el retiro, las nost¨¢lgicas tertulias en clubes privados, la comuni¨®n diaria o el silencioso reproche a los compa?eros de viaje de aquel alzamiento, siempre bien situados en las finanzas o en el periodismo.
El. gobernador de Tucum¨¢n, en 1996, recibe con la pistola enfundada sobre la mesa de escritorio. Sabe de su simbolismo y gancho entre el electorado de una provincia interesada en una intervenci¨®n manu militari para atajar la crisis econ¨®mica. V¨ªctor Ib¨¢?ez se indigna. "No tiene verg¨¹enza. Cuando volvi¨® de Tucum¨¢n supervisaba los embarques de prisioneros hacia la muerte".
Varios factores desencadenaron el golpe de 1976: la muerte del general Juan Domingo Per¨®n -dos a?os antes- que frustra las grandes expectativas despertadas por su regreso del exilio; una econom¨ªa err¨¢tica y disparada incontroladamente en los primeros meses de 1976, una fuerte presencia de los sindicatos, que pr¨¢cticamente impon¨ªan sus pol¨ªticas al Gobierno, y un Ejecutivo totalmente incapaz: el presidido por Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez de Per¨®n (conocida como Isabelita Per¨®n) con un locoide en plantilla, Jos¨¦ L¨®pez Rega, El Brujo, y la Triple A, en los bajos de un ministerio.
"Fundamentalmente, fue el desborde de la violencia", a?ade F¨¦lix Luna. "En el ¨²ltimo a?o se atacaba directamente a las Fuerzas Armadas, y esto les produc¨ªa gran irritaci¨®n". Clamando la mayor¨ªa por un Gobierno de orden, irrumpieron de nuevo los sables atravesando instituciones, convencidos de que eran minados por la subversi¨®n comunista y atea. El apag¨®n cultural fue inmediato, la deuda externa pas¨® de 6.000 millones de d¨®lares en 1976 a 46.000 millones en 1981, y un latiguillo miserable campe¨® por la Argentina de las desapariciones y el miedo: "No te met¨¢s, por algo ser¨¢".
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