El miedo y la muerte se dan la mano en Palestina
Para las mujeres, para los ni?os, para los ancianos a quienes les duelen los recuerdos, el tiempo se ha roto. La tierra se ha quedado sin piedras y los ¨¢rboles han sido arrancados. En su lugar han plantado alambradas de p¨²as y los muros se han convertido en pizarras de escuela, una escuela abandonada en la que se escriben consignas, s¨®lo consignas vengadoras, gritos de locura, rastros de desesperaci¨®n: "Aunque me exilien a mil millas de aqu¨ª, no me someter¨¦..."; "El movimiento de resistencia isl¨¢mica del barrio manifiesta el orgullo de tener un m¨¢rtir en la rama de Ezzedin el Kasam. ?Adelante, un¨¢monos a la caravana de El Kasam!...".De la estrella de David resquebrajada salen dos futuros m¨¢rtires, empu?ando el arma, enmascarados, dispuestos a honrar la memoria del combatiente que el Ej¨¦rcito o el Mosad han asesinado. No se trata de ninguna pintada en una pared. Se trata de un gallardete desplegado en lo alto de un muro por unos ni?os. El dibujo es na?f. El arte no est¨¢ a la orden del d¨ªa entre los militantes. El odio ha encontrado una buena acogida a uno y otro lado de la frontera. Un odio alentado por los que han construido la paz con la boca chica, sin comprometerse. Ciertamente, se han firmado p¨¢ginas y m¨¢s p¨¢ginas del "proceso de paz" bajo el auspicio de Estados Unidos. Todo el mundo ha aplaudido. Todos o casi todos. Los que ahora se rebelan son los que esperaban mucho de esas negociaciones, cosas concretas, como una casa, un trabajo y un poco de porvenir, incluso mucha paz para el porvenir de sus hijos.
A su alrededor sigue habiendo soldados armados hasta los dientes, desconfiados, nerviosos, dispuestos a disparar. Todo alrededor, descampados yermos, sin verdaderas casas, sin jardines, sin tranquilidad. Unos hombres se sientan en el suelo, con las piernas cruzadas, la mirada triste. ?Qu¨¦ es el futuro? Una promesa incumplida, una esperanza despojada de contenido.
Los corazones no se han repuesto. Los corazones, todos los corazones. Jud¨ªos y ¨¢rabes. En sus memorias se ha acumulado demasiada injusticia. Los ancianos transmiten el dolor en herencia. Los ni?os lo reciben como un mensaje para resistir, para recuperar la casa, el huerto y la dignidad. En 1948 les dijeron: "Marchaos algunos d¨ªas, lo justo para poner orden en el pa¨ªs, y muy pronto volver¨¦is".
El 15 de mayo de 1948, primera guerra arabe-israel¨ª. Los ej¨¦rcitos de Siria, Irak, Transjordania, Egipto y L¨ªbano llaman a filas a 13.876 hombres. Palestina ya ha sido conquistada por los israel¨ªes. Los palestinos han dejado en ello 14.813 muertos. Ya no se habla de pueblo palestino. Se habla de refugiados.
Algunos han conservado una obsesi¨®n: volver a su tierra para vivir en la casa de su infancia, la casa familiar. Esto se ha convertido en un sue?o loco. Privad a alguien de su casa, mandadlo a vivir (a sobrevivir) en una tienda de un campo de refugiados donde debe esperar a que la ONU le proporcione comida, cometed algunas injusticias m¨¢s y fabricar¨¦is tres decenios despu¨¦s bombas humanas dispuestas a estallar en cualquier sitio con tal de distribuir la muerte...
En una novela de Amos Kenan, un personaje palestino intenta encontrar su casa. Es una idea sencilla. Sin embargo, ser¨¢ una idea inadmisible durante mucho tiempo. A¨²n hoy, los que viven en Hebr¨®n bajo ocupaci¨®n israel¨ª no sue?an siquiera con volver a su casa, porque la mayor¨ªa de ellos nacieron hace 20 a?os y s¨®lo han conocido los campos de concentraci¨®n, la ocupaci¨®n., la represi¨®n y la violencia. No tienen una memoria anclada en la Palestina de sus ancestros. Su memoria es fresca: han vivido siempre en lo precario, en la espera de la paz, es decir, de la justicia. Las negociaciones de paz que han otorgado a la OLP una autonom¨ªa sobre ciertos territorios no han aportado un cambio fundamental a la vida cotidiana de miles de palestinos.
La Intifada ha sido un movimiento espectacular. Piedras contra fusiles. Gritos contra la ocupaci¨®n. En ese tiempo, el Mosad se infiltr¨® en los campos, reclut¨® colaboradores, es decir, confidentes, traidores. Foment¨® el avance, de Ham¨¢s para torpedear el destino de Arafat. Hoy hay israel¨ªes que reconocen que su Gobierno ha jugado con fuego. ?C¨®mo apaciguar ahora a unos adolescentes que est¨¢n convencidos de alcanzar directamente el para¨ªso si saltan por los aires con los bolsillos repletos de bombas en un autob¨²s o en medio de una multitud? Se les ha dicho que hay que matar a los jud¨ªos. Es una orden cuasi religiosa.
Este terrorismo es un tumor monstruoso en un cuerpo que ya no es due?o de s¨ª mismo. Es indicio y s¨ªntoma de una enorme injusticia, un error filos¨®fico y pol¨ªtico. Esos que aparecen enmascarados con una piel de leopardo, sosteniendo en una mano un hacha y en la otra el libro santo, el Cor¨¢n, est¨¢n haciendo teatro. Trabajan la imaginaci¨®n con grandes s¨ªmbolos, que no se corresponden con nada en las tradiciones musulmanas. Dan miedo. El miedo es lo ¨²nico que les queda para existir. El miedo y la muerte se han dado la mano en Palestina. Por eso, hace falta tomarse un tiempo para reflexionar. Es algo que nos concierne a todos. No debemos creer que Europa no se ver¨¢ afectada por la evoluci¨®n de la situaci¨®n. Si la injusticia persiste, si no se ofrecen soluciones concretas, si no se ayuda a Arafat en su camino, si no se dice claramente la verdad, el terrorismo tendr¨¢ la ¨²ltima palabra y la regi¨®n entera se sumir¨¢ en el caos.
Reconocer que el muro de la desconfianza sigue ah¨ª. Cobrar conciencia de que la paz no es una t¨¦cnica, sino una filosof¨ªa, una cultura cotidiana que da resultados concretos. Reconocer lo que Israel le hizo a los palestinos en 1948. Y que los palestinos renuncien a querer la muerte de Israel. Es necesario que est¨¦n convencidos de ello. Israel ha sido invitado a darles esa convicci¨®n. Tiempo, paciencia, verdad y mucho valor. Hay que ponerse en tela de juicio, acallar las sirenas del odio (odiar es f¨¢cil; respetar es m¨¢s dif¨ªcil), decirse lo que se lleva en el coraz¨®n y, sobre todo, alejar del terreno a los Estados interesados en que la paz no reine nunca. Estos Estados son conocidos. Ocupan un asiento en las Naciones Unidas, despliegan sus banderas en las instancias internacionales. Y, sin embargo, no son unos Estados como los dem¨¢s, puesto que creen en la eficacia del terror y practican el miedo, la brutalidad y el terrorismo sin revelar su identidad. Con la boca chica, niegan toda participaci¨®n en esta delincuencia estatal. Sim¨®n Peres y Yasir Arafat han hablado de Ir¨¢n. Pero no hay que olvidar que Israel tambi¨¦n ha recurrido al terrorismo de Estado para solucionar ciertos problemas. As¨ª, el asesinato (a manos probablemente del Mosad) de Ayasch, el artificiero de Ham¨¢s, ha sido un error pol¨ªtico grave y una provocaci¨®n cuyas consecuencias acaban de pagar unos inocentes. Un Estado debe dar ejemplo en lo que al derecho se refiere, no imitar a candidatos a m¨¢rtires. Salvar la paz es una hermosa tarea; es larga, dif¨ªcil y est¨¢ sembrada de obst¨¢culos. La paz no es una apariencia, sino una conmoci¨®n de la vida.
es escritor marroqu¨ª, premio Goncourt de novela.
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