El principio antr¨®pico
La vida tal como la conocemos, cuya evoluci¨®n ha culminado con la aparici¨®n de la inteligencia, es un fen¨®meno sumamente improbable, no s¨®lo por las m¨²ltiples y muy restrictivas condiciones locales necesarias para que surja y se desarrolle, sino tambi¨¦n porque, a su vez, dichas condiciones requieren un tipo de universo muy espec¨ªfico que las haga posibles.Bastar¨ªa una lev¨ªsima diferencia en alguna de las leyes fundamentales que rigen el universo, o en alguna de sus caracter¨ªsticas generales, para que la jerarqu¨ªa de galaxias, estrellas y planetas que ha permitido la aparici¨®n de la vida consciente hubiera sido muy distinta y totalmente inadecuada para nuestra existencia.
Esta ajustad¨ªsima adecuaci¨®n de las leyes del universo a la evoluci¨®n de la vida tal como la conocemos ha llevado a algunos f¨ªsicos a formular lo que se conoce como principio antr¨®pico. A la pregunta: "?Por qu¨¦ las caracter¨ªsticas del universo se ajustan de manera tan exacta a nuestras necesidades vitales?", el principio antr¨®pico responde: "Porque, de lo contrario, no estar¨ªamos aqu¨ª para pregunt¨¢rnoslo".
En su versi¨®n d¨¦bil, el principio antr¨®pico se limita a dar esta respuesta, con lo que no pasa de ser una perogrullada: es evidente que si las condiciones objetivas no hubieran sido las necesarias para nuestra existencia, no existir¨ªamos.
Pero algunos defienden una formulaci¨®n fuerte del principio antr¨®pico, seg¨²n la cual dicho principio, impl¨ªcito en las condiciones iniciales del universo, habr¨ªa influido de alguna manera en su evoluci¨®n para propiciar la aparici¨®n de seres como nosotros. Esto es lo mismo que atribuirle un designio a la evoluci¨®n c¨®smica, lo que, en ¨²ltima instancia, significa confundir la f¨ªsica con la metaf¨ªsica, por no decir con la religi¨®n.
No se les puede reprochar a los f¨ªsicos que se adentren en los dominios de la filosof¨ªa; lo que se les puede y debe reprochar es que lo hagan a la ligera. Algunos cient¨ªficos tienen hacia la filosof¨ªa la misma actitud que algunos hombres tienen hacia la mujer: la menosprecian, pero no pueden vivir sin ella, por lo que caen en la torpe componenda de una relaci¨®n superficial.
Como dijo Engels (poco sospechoso de palad¨ªn de la filosof¨ªa, puesto que fueron Marx y ¨¦l los primeros en se?alar su miseria) en su Dial¨¦ctica de la naturaleza: "Los cient¨ªficos creen librarse de la, filosof¨ªa ignor¨¢ndola o denigr¨¢ndola. Pero puesto que sin pensamiento no pueden avanzar y para pensar necesitan pautas de pensamiento, toman estas categor¨ªas, sin darse cuenta, del sentido com¨²n de las llamadas personas cultas, dominado por los residuos de una filosof¨ªa ampliamente superada, o de ese poco de filosof¨ªa que aprendieron en la universidad, o de la lectura acr¨ªtica y asistem¨¢tica de escritos filos¨®ficos de todas clases, por lo que no son en absoluto unos esclavos de la filosof¨ªa, sino que la mayor¨ªa de las veces lo son de la peor; y los que m¨¢s denigran la filosof¨ªa son esclavos precisamente de los peores residuos vulgarizados de la peor filosof¨ªa".
Los defensores del principio antr¨®pico fuerte, del orden implicado", la "sincronicidad" y otras mixtificaciones seudocient¨ªficas, cuando no son meros charlatanes, suelen ser v¨ªctimas de esos "residuos vulgarizados de la peor filosof¨ªa" que llevan a confundir, en el mejor de los casos, la ciencia con la ciencia-ficci¨®n.
Carlo Frabetti es escritor y matem¨¢tico, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York.
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