La generaci¨®n de la luz ver¨¢ Atlanta
Dos goles de Ra¨²l clasifican a Espa?a para los Juegos en un partido arisco y trepidante
ENVIADO ESPECIAL Fue un partido de esos que forjan el car¨¢cter. Una de esas batallas m¨¢s perfiladas para el pico y la pala que para el f¨²tbol filarm¨®nico. Y ante un equipo tan huesudo como el checo, Espa?a se tizn¨® de barro para sacar adelante la partida. El rival quiso convertir el duelo en una cacer¨ªa y los de Clemente respondieron patada a patada. Los checos se inclinaron tambi¨¦n por empinar el partido hacia u vertiente m¨¢s arisca: el choque, los codos al vuelo, los malos modos, el f¨²tbol trabado... Todas las recetas que etiquetan a los equipos mecanicistas, aquellos conjuntos en los que predomina el m¨²sculo. Y Espa?a, lejos de arrugarse, de estremecerse por los atributos del enemigo, acept¨® el cuerpo a cuerpo con entereza. Tuvo que rumiar gramo a gramo cada suspiro, pero sali¨® ilesa y tuvo tiempo de dictar una hermosa lecci¨®n final. Y, sobre todo, sali¨® acreditada.
Sobre la pradera del estadio Strahov, el equipo espa?ol tuvo un nombre propio: Santi. Colosal. Clemente le dio el control de mandos, le ubic¨® por delante de la defensa en detrimento de un librepensador como De la Pe?a y el atl¨¦tico se elev¨® por encima de todos. Se trata de un futbolista de aspecto fr¨¢gil sobre el campo y una timidez enfermiza fuera del escenario. Sobre la hierba es un tipo explosivo. A su paso nada es estridente, pero en Praga dej¨® una huella gigantesca. La cita checa le mandaba ponerse el delantal para barrer la med¨ªa cancha. Obligaba a empu?ar el bast¨®n de mando con remangue; y s¨®lo admit¨ªa car¨¢cter. Y Santi lo tiene, por eso carg¨® con todas las adherencias de la batalla. Su aplomo mantuvo a Espa?a en los peores momentos, cuando se impon¨ªa el trabajo sucio.
Con Santi y Roberto en la cocina, Clemente hab¨ªa buscado m¨¢s acero. M¨¢s envergadura para la faena. Metal para contener a un pu?ado de gigantes checos y equilibrar el choque por ese lado. Lo consigui¨®, pero Espa?a qued¨® m¨¢s cegada para la ofensiva.
Espa?a hab¨ªa soportado ¨¦ticamente un trecho de partido dur¨ªsimo. Violento y martirizante por la sangr¨ªa subterr¨¢nea de un equipo, el checo, que tuvo de su lado la complacencia de un colegiado franc¨¦s. ?ste no reaccion¨® hasta la expulsi¨®n de Repka, comenzado el segundo tiempo. La resistencia hab¨ªa sido heroica, pero justo con el alivio de la expulsi¨®n, Espa?a recibi¨® el peor cachete: un gol de Vagner en un despiste, quiz¨¢ un respiro, de la defensa. El colectivo result¨® zarandeado y Clemente ech¨® mano de De la Pe?a. Era un momento para la luz. Para un faro que conectara con Ra¨²l. Luego irrumpi¨® Lard¨ªn para acelerar el juego de los carriles y el estadio qued¨® empapelado con jugadores de trazo m¨¢s excitante. Aparecieron los brochazos del calvo, las zancadas felinas de Lard¨ªn y Dani y Ra¨²l fue creciendo en el partido. Desfondados los checos, asist¨ªan ahora a un f¨²tbol que les queda a a?os luz: un juego raseado, fermentado en tomo a la pelota. El ring checo poco a poco se fue transformando en un tapiz. Aquel partido de tacos que hab¨ªa vaticinado Clemente dio paso a un encuentro verdadero, m¨¢s racional. Y ah¨ª se impuso Espa?a. Cambi¨® de botas cuando la situaci¨®n lo requer¨ªa y Ra¨²l hizo de Ra¨²l. Lleva el gol grapado en las entra?as. Y con l¨¢mparas a su alrededor es el mejor Aladino del f¨²tbol espa?ol. Primero le alumbr¨® Morientes y m¨¢s tarde De la Pe?a. Este es un equipo con f¨²tbol y car¨¢cter. Dos se?as que Clemente ha sido capaz de imbricar con un resultado fulminante: al contrario que antes, la Espa?a de hoy tiene un sill¨®n permanentemente reservado entre la ¨¦lite. Desde el oro de Barcelona jam¨¢s ha faltado a una cita. En Atlanta tambi¨¦n tiene sitio: ah¨ª estar¨¢ la generaci¨®n de la luz del f¨²tbol espa?ol.
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