D¨¦ficit y empleo
EL INSTITUTO Monetario Europeo (IME) y el Banco de Espa?a han lanzado, en sendos informes emitidos el mismo d¨ªa, una misma recomendaci¨®n: el d¨¦ficit presupuestario es el principal adversario a combatir por la pol¨ªtica econ¨®mica y su reducci¨®n debe acelerarse, evitando las tentaciones gradualistas. Los gobernadores de los bancos centrales de la Uni¨®n Europea insisten en que el proceso de consolidaci¨®n fiscal es beneficioso por s¨ª mismo y que nadie debe escudarse en una coyuntura de desaceleraci¨®n puramente "transitoria" para evitar hacer los desagradables deberes de control y reducci¨®n del gasto p¨²blico.Ciertamente, pocos responsables p¨²blicos -que sean realmente responsables- dudan hoy que el rigor presupuestario y en general la pol¨ªtica de convergencia dise?ada para el acceso a la moneda ¨²nica sean requisitos indispensables para un crecimiento econ¨®mico saneado y, en consecuencia, para crear empleo. Pero el IME no puede cerrar los ojos a otra realidad. El actual menor ritmo de crecimiento no justificar¨¢ el abandono de la pol¨ªtica de rigor, como coherentemente sostiene, pero s¨ª complica pol¨ªticamente su puesta en pr¨¢ctica. Una cifra de crecimiento superior al 3% permite absorber mejor el control del gasto, optar por cadencias socialmente asumibles y convencer m¨¢s f¨¢cilmente a la ciudadan¨ªa de que los sacrificios son posibles y eficaces. Porque si es cierto que el enemigo inmediato de la pol¨ªtica econ¨®mica es el d¨¦ficit, el drama percibido en primer lugar por los ciudadanos europeos es el desempleo. Y aunque a largo plazo la consolidaci¨®n fiscal acabe redundando en la creaci¨®n de condiciones m¨¢s s¨®lidas para generar puestos de trabajo, a corto plazo es desde luego m¨¢s discutible.
De modo que la perspectiva trazada por los guardianes de la ortodoxia monetaria plantea, m¨¢s all¨¢ del evidente acierto de su enfoque general, el interrogante de si es suficiente como para convencer a sus destinatarios, quienes a la preocupaci¨®n por el empleo ven sumarse crecientes nubarrones sobre el colch¨®n construido por el gasto social, es decir, por lo que se ha dado en llamar el "modelo social europeo". La situaci¨®n no da para alegr¨ªas, pero la acumulaci¨®n de tristezas acaba tambi¨¦n mellando la confianza -en t¨¦rminos, por ejemplo, de consumo privado- y repercutiendo sobre el ritmo del crecimiento.
Por eso es importante que tanto la reciente cumbre europea de Tur¨ªn como la del G-7 en Lille hayan vuelto a destacar la necesidad de las pol¨ªticas activas sobre el empleo, conscientes de que no pueden ni sustituir ni contradecir el marco general de la convergencia econ¨®mica. De Lille, m¨¢s que la ret¨®rica chiraquiana sobre la defensa del modelo social europeo -que esconde al tiempo un enfoque populista y el resquemor al libre comercio internacional- conviene retener tres urgencias: la flexibilizaci¨®n del mercado laboral, el incremento de las inversiones en formaci¨®n y la necesidad de rebajar los costes sociales indirectos del empleo. Encontrar el equilibrio adecuado en cada pa¨ªs y en cada momento entre rigor presupuestario y pol¨ªticas activas, ¨¦se es el gran desaf¨ªo del momento.
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