La otra cara de la moneda

A la luz del insospechado escenario escogido para el concierto de todo un ex Rolling Stone, era razonable plantearse la duda de por qu¨¦ se hab¨ªa elegido un bar grande o una peque?a sala. Nada m¨¢s irrumpir Mick Taylor, cualquier duda qued¨® despejada. Aquel chico, delgado y t¨ªmido del Sticky fingers o el Exile on maine street, es ahora una especie de Meat Loaf hura?o, que parece olvidar sus inmensas condiciones natas para el blues, a cambio de recordar in¨²tilmente el legendario pasado junto a Jagger y Richards.Antes de ¨¦l, una banda experimentada aunque tambi¨¦n desganada, calent¨® el ambiente. Despu¨¦s, pat¨¦ticamente gordo, con el mismo peinado de los sesenta y mostrando actitud de inc¨®modo y buena falta de ensayo , Mick atac¨® los acordes de You gotta move. Parec¨ªa que el sonido del Bottle neck nos iba a dar una buena noche. Para nada. Apenas un p¨¢lido reflejo de los buenos tiempos.

Despu¨¦s sonaron blues cl¨¢sicos e, incluso, el fragmento caribe?o de otro tema stoniano, Can't you hear me knocking, pero Mr. Taylor no terminaba de calentar, ni de coger el sonido. Una l¨¢stima, si se ha desembolsado una cantidad como la arriba indicada. M¨¢s l¨¢stima si es el caso de un m¨²sico que no merece ser la otra cara del ¨¦xito de una leyenda a¨²n viva.