La hora alemana
PARA EL Gobierno federal y los agentes sociales en Alemania, sindicatos y empresarios, ha sonado la hora de la verdad, impuesta por el inexorable imperativo de los hechos. Si ahora comienza a hablarse de el final de las vacas gordas, la enfermedad alemana, el Estado social en las ¨²ltimas o argumentos para un nuevo contrato social, expresiones todas recogidas de titulares de revistas aparecidas esta semana en Alemania, se debe a la psicosis de crisis que sufre el pa¨ªs que ha merecido el calificativo de locomotora europea.La crisis se expresa en un paro que afecta a m¨¢s de cuatro millones de personas, pero que algunos elevan hasta el doble si se contabilizaran los que se encuentran en edad laboral y viven en situaciones de desempleo m¨¢s o menos encubierto; una seguridad social impagable, que hace agua por todas partes, y una tasa de d¨¦ficit p¨²blico del 3,6%, por encima del 3% establecido en los criterios de convergencia fijados en el Tratado de Maastricht. Todo ello, en medio de una recesi¨®n, aunque los pol¨ªticos del Gobierno no lo admitan, con dos trimestres ya de crecimiento negativo y tan s¨®lo un 1% de incremento del producto interior bruto (PIB) para este a?o.
La situaci¨®n amenaza con degenerar en un c¨ªrculo vicioso: fuerte d¨¦ficit p¨²blico, que se incrementa por la necesidad de mayores prestaciones sociales por el elevado paro, unido a la imposibilidad de recaudar m¨¢s para afrontar ese mayor gasto, porque el escaso crecimiento de la econom¨ªa provoca la ca¨ªda de los ingresos fiscales. Ante este panorama, que hizo que el mismo canciller Kohl comparase Alemania con "un parque de atracciones", se imponen los recortes en la seguridad social y acabar con vacas sagradas como el pago del salario ¨ªntegro desde el primer d¨ªa en caso de enfermedad; la posibilidad de jubilaci¨®n anticipada o de las famosas curas en balnearios, a cargo de la seguridad social, con el sueldo ¨ªntegro y sin perder d¨ªas de vacaciones. Al mismo tiempo resulta tambi¨¦n inadmisible que algunos de los m¨¢s fuertes consorcios de la industria alemana consigan en el pasado ejercicio beneficios fabulosos y al mismo tiempo contin¨²e la destrucci¨®n de puestos de trabajo. Tampoco se entiende que el sistema fiscal permita una evasi¨®n legalizada que permite, gracias a trucos legales con traslados de producci¨®n, de domicilios o uso de las deducciones, que buen n¨²mero de grandes empresas apenas paguen a Hacienda, mientras los trabajadores por cuenta ajena sufren cada vez m¨¢s la presi¨®n fiscal.
Pero los sindicatos alemanes, con una grave crisis de identidad actualmente, no tienen mucho margen de maniobra para negociar recortes sociales y hac¨¦rselos admitir a sus afiliados. Por eso han amenazado ya con huelgas y conflictos que, si se llevaran a efecto, pondr¨ªan en peligro el modelo de armon¨ªa social que ha constituido uno de los pilares de la prosperidad alemana. Los empresarios tratan de sacar provecho de la situaci¨®n para conseguir m¨¢s recortes en los costes sociales y beneficios fiscales. En esta situaci¨®n, el Gobierno de Kohl tendr¨¢ que ensuciarse las manos e imponer medidas impopulares, obligado por el imperativo de los hechos.
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