Desenterrar el terror sepultado
China entorpece la negociaci¨®n para reglamentar y reducir el uso de las devastadoras minas antipersonales
En Afganist¨¢n, el 78% de la tierra cultivable no se aprovecha; en Angola, el 60% del territorio es considerado peligroso; en la mitad meridional de Sud¨¢n, la agricultura est¨¢ paralizada; en Mozambique, ninguna carretera importante es practicable; Camboya importa cada a?o 200.000 toneladas de arroz porque en buena parte del pa¨ªs no se pueden pisar los antiguos arrozales. Ciento diez millones de minas antipersonales activas esparcidas por 64 pa¨ªses, casi todos del Tercer Mundo, dificultan la actividad econ¨®mica.Los perjuicios econ¨®micos son, sin embargo, poca cosa comparados con los sufrimientos humanos, sobre todo entre los civiles. En Camboya, uno de cada 236 habitantes ha sufrido una amputaci¨®n por la explosi¨®n de una mina; en Angola hay 70.000 heridos por este motivo y cada semana se a?aden a la lista entre 150 y 200 m¨¢s, la mayor¨ªa ni?os; en el mundo, el n¨²mero de v¨ªctimas de esos artefactos se eleva cada semana a unas 2.000.
La cat¨¢strofe va en aumento. La ONU calcula que 1994, ¨²ltimo a?o con cifras disponibles, fueron colocadas otros dos millones de minas mientras que s¨®lo pudieron ser localizadas y desactivadas ese mismo a?o unas 100.000. Bien es verdad que fabricar una mina sencilla cuesta menos de 400 pesetas, pero eliminarla supone un gasto de hasta 40.000 pesetas.
Para tratar de reducir las proporciones del desastre se inicia el lunes en Ginebra la tercera y ¨²ltima reuni¨®n de la Conferencia de Revisi¨®n de la Convenci¨®n de Armas Da?inas de 1980, a la que asisten 54 Estados, entre los que figuran todos los occidentales, excepto Portugal, los de Europa del Este y Rusia y varios pesos pesados del Tercer Mundo, como China, la India y Pakist¨¢n. Otros fabricantes de minas, como Per¨², no participan en la negociaci¨®n. Antes del 3 de mayo deber¨ªan alcanzar un acuerdo, pero, a juzgar por las posiciones de partida, ¨¦ste corre el riesgo de Ser de m¨ªnimos.
Modestos avances
En las dos anteriores sesiones se han logrado algunos modestos avances. Hay pr¨¢cticamente consenso para que las minas antipersonales que se lanzan sean detectables. Ello implica que deben llevar una pieza de metal que d¨¦ una respuesta magn¨¦tica de al menos 8 gramos de hierro, lo que permite localizarlas incluso en los terrenos m¨¢s h¨²medos. Hay tambi¨¦n un acuerdo de principio para que las nuevas minas se autodestruyan, mediante una explosi¨®n, a los 30 d¨ªas de su instalaci¨®n, o se autodesactiven al cabo de cuatro meses porque se les acaba la pila. La combinaci¨®n de ambos mecanismos garantiza al 99,9% que una mina deja de funcionar a los 120 d¨ªas de su coloca ci¨®n. Los artefactos con una vida -superior a ese plazo s¨®lo podr¨ªan emplearse en campos marcados.
El gran obst¨¢culo para poner en pr¨¢ctica este compromiso se llama China. Tiene nada menos que ocho millones de minas almacenadas, adem¨¢s de las esparcidas por sus fronteras con la antigua URSS y con la India, y le resulta excesivo el coste de modernizarlas. De ah¨ª que pidiese plazos de transici¨®n, hasta la entrada en vigor de la nueva convenci¨®n, de 25 a?os, rebajados luego a menos de diez.
Pek¨ªn s¨ª acepta, en cambio, que las minas no detectables o viejas, sin mecanismos de autodesactivaci¨®n, queden prohibidas a la exportaci¨®n en cuanto est¨¦ acordada la nueva convenci¨®n y ni siquiera haya sido firmada por los que la negociaron. Se seguir¨¢ as¨ª la pauta marcada por EE UU y la Uni¨®n Europea. Los Quince aprobaron en mayo pasado una moratoria de sus ventas de esas armas primitivas al extranero y de todo tipo de minas, incluidas las m¨¢s avanzadas, a pa¨ªses no firmantes de la convenci¨®n de 1980.
China ha encontrado, adem¨¢s, aliados en el Tercer Mundo para oponerse a las inspecciones in situ porque supondr¨ªan, seg¨²n ese grupo de pa¨ªses, "injerencias en sus asuntos internos". "Quiere evitar. a todo trance que expertos rusos visiten sus instalaciones", comenta un diplom¨¢tico espa?ol. EE UU ha propuesto un compromiso que permitir¨¢ hacer verificaciones s¨®lo si las acepta el Estado incrirninado.
La negociaci¨®n que se inicia, en Ginebra puede, no obstante, dar un vuelco si el presidente Bill Clinton es sensible a los llamamientos que surgen en su pa¨ªs y se suma al Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja y al grupo de 24 pa¨ªses occidentales -entre los que figuran los escandinavos, Canad¨¢, Austria, B¨¦lgica, Uruguay- que abogan por la abolici¨®n de las minas antipersonales. Algunos, como Holanda, han predicado con el ejemplo anunciando que no volver¨¢n a utilizarlas y que destruir¨¢n las que tienen almacenadas.
Movilizaci¨®n en EE UU
En febrero, Clinton ya dio un primer paso t¨ªmido al firmar una moratoria, que entrar¨¢ en vigor en 1999, en el empleo por sus Fuerzas Armadas de algunos tipos de minas antipersonales. Desde entonces se ha recrudecido, sin embargo, la movilizaci¨®n alentada por los riesgos que los tres millones de minas enterradas en Bosnia hacen correr a los soldados norteamericanos all¨ª destinados.La presi¨®n alcanz¨® su cenit cuando, a finales de marzo, un grupo de 15 almirantes y generales jubilados, entre los que figuraba Norman Schwarzkopf, el vencedor de la guerra del Golfo, escribi¨® una carta abierta a Clinton urgi¨¦ndole a renunciar definitivamente a esas armas cuando se reanude la negociaci¨®n en Ginebra.
El Gobierno espa?ol ha adoptado una posici¨®n en consonancia con los grandes pa¨ªses europeos (Francia, Reino Unido, Alemania, etc¨¦tera). Considera que las minas siguen siendo un arma leg¨ªtima y, si se utilizan seg¨²n las normas del derecho internacional, no tienen por qu¨¦ causar da?os humanitarios devastadores, seg¨²n fuentes diplom¨¢ticas.
Espa?a fabrica y exporta minas, pero su Ej¨¦rcito no las ha desplegado en ninguna frontera, aunque hay planes secretos para colocarlas, en caso de crisis, en los l¨ªmites de Ceuta y Melilla para defenderlas de un posible ataque marroqu¨ª. Rabat es, para los militares espa?oles, un motivo de preocupaci¨®n porque no ha firmado la anterior versi¨®n de la Convenci¨®n ni suscribir¨¢ la pr¨®xima.
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