Obras infrecuentes de Alemania y Letonia
Mientras Alfonso Aij¨®n serena su esp¨ªritu en su amado T¨ªbet, su Iberm¨²sica nos ofrece en el Auditorio Nacional la m¨²sica bien hecha, la programaci¨®n distinta y los sonidos aterciopelados de Gidon Kremer, nacido en Riga en 1947. Dirige ahora un grupo de cuerda de la filarmon¨ªa alemana de Bremen y no lo hace para exhibirse en una nueva faceta, sino como alma y organizaci¨®n de su calidad y de orientaci¨®n.Dos p¨¢ginas de jovenc¨ªsimo Mehndelsson conformaron la primera parte: la Sinfon¨ªa en sol menor y el Concierto para viol¨ªn y orquesta en re menor rescatado por Menuhin del olvido en los a?os cincuenta de nuestro siglo. Todav¨ªa no est¨¢ presente y delineado el estilo de Melndensson, lo que suceder¨¢ a partir de la obertura para El sue?o de una noche de verano escrita a los 17 a?os por el compositor rom¨¢ntico que parec¨ªa a?orar el orden cl¨¢sico. Pero la transparencia del tejido sonoro, la perfecci¨®n de equilibrio y la expresividad comedida anuncian ya algunos rasgos del futuro autor de la Sinfon¨ªa italiana. Tocaron los m¨²sicos alemanes y el solista let¨®n de manera admirable, pues no en vano Kremer sum¨® a sus dotes el aprendizaje directo con David Oistrakh.
Ciclo Iberm¨²sica / Caja de Madrid
Deutsche Kammerphilharmonie de Bremen. Director: G. Kremer. Solistas: Kremer y V. Sakaharov. Obras de Mehndelsson, Vasks y Pelecis. Auditorio Nacional de Madrid. 24 de abril.
Despu¨¦s tuvimos noticias de dos compositores letones: Peteris Vasks (1946) y Georgi Pelecis (1947). Del primero nos habl¨® su M¨²sica dolorosa escrita en 1983 como homenaje a su hermana reci¨¦n fallecida. La tensi¨®n expresiva, dentro de unos esquemas que buscan la simplicidad, es muy grande e impact¨® a la audiencia. De Pelecis escuchamos un concierto para viol¨ªn, piano y arcos, de 1993, que combina una cierta intenci¨®n minimal con un expresivismo reiterativo, casi obsesivo y encantatorio. Con Kremer asumi¨® la parte protagonista el pianista Vadim Salcaharov, de todo punto excelente. El di¨¢logo de ambos solistas se funde en un discurco coherente que decide, como por natural incorporaci¨®n, las funciones de la orquesta, un verdadero grupo de avezados solistas que, entre otras virtudes, poseen las de lograr un ideal sonoro unificado y una t¨ªmbrica tersa y luminosa. El ¨¦xito fue grande y se redonde¨® con un par de obras fuera de programa.
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