Vigilia en busca del torturador
Una monja torturada en Guatemala, en huelga de hambre junto a la Casa Blanca en petici¨®n de informaci¨®n
El peque?o tenderete frente a la Casa Blanca en el que la monja norteamericana Dianna Ortiz vive su vigilia de protesta hace m¨¢s de un mes es para ella su "prisi¨®n de silencio". "Los polic¨ªas que patrullan el parque me recuerdan los uniformes de mis torturadores. El humo de los cigarrillos me recuerda las colillas que apagaron sobre mi cuerpo. La lluvia de preguntas de los periodistas y los turistas me recuerda mi interrogatorio". "Desde aqu¨ª puedo sentir la presencia de mis torturadores. Puedo olerlos. Puedo sentir sus manos monstruosas sobre mi cuerpo. Puedo escuchar sus voces gritando en mis o¨ªdos que yo mat¨¦ a esa mujer. Puedo verlos restregando sobre mi cuerpo la sangre de esa mujer. ?Acabar¨¢ esto un d¨ªa?".Entre las torturas a las que Dianna fue sometida en Guatemala hace seis a?os, la monja fue forzada a hundir un machete en el cuerpo de otra mujer, que muri¨® sobre ella. Todo fue filmado por los torturadores, que despu¨¦s le gritaron: "Ahora eres una de nosotros".
La hermana Ortiz escucha todav¨ªa los lamentos de aquella mujer, confundidos con sus propios gritos y con los jadeos de los militares que s¨¢dicamente organizaron una de las escenas m¨¢s horripilantes de las que un ser humano pueda haber sido testigo.
Dianna est¨¢ desde el Domingo de Ramos frente a la Casa Blanca en busca de consuelo, que s¨®lo le llegar¨¢ cuando ella misma y el mundo sepan lo que le sucedi¨®. "Lo que quiero es la verdad. S¨¦ que nunca voy a olvidar lo que pas¨®. Pero para poder seguir adelante, para poder curar mis heridas, necesito la verdad".
Hillary Clinton. la ha recibido en su despacho para ofrecerle apoyo y ayuda. El senador Edward Kennedy se ha acercado hasta su rinc¨®n de protesta para darle ¨¢nimos. Pero ni ellos ni ninguna autoridad norteamericana le ha contado todav¨ªa la verdad.La verdad, para Dianna, de 37 a?os, consiste en la respuesta a una pregunta: ?qui¨¦n es Alejandro?
Alejandro era el jefe de sus torturadores. Era un hombre que hablaba con sus soldados un espa?ol con fuerte acento, y con Dianna, en perfecto ingl¨¦s. Ella est¨¢ segura de que es un norteamericano. La propia Hillary le dijo que, probablemente, pertenec¨ªa a alguna agencia del servicio secreto de EE UU. La primera dama se comprometi¨® a investigar lo que pudiera y pasarle la informaci¨®n. Dianna no ha sabido nada m¨¢s desde que se entrevist¨® con ella, el 4 de abril.
"Yo s¨¦ que los documentos que pido no los tiene ella, sino la CIA, el Departamento de Estado, el Departamento de Defensa o alguna otra agencia. Yo pido que el Gobierno haga p¨²blica esa informaci¨®n. Quiero saber por qu¨¦ Alejandro ten¨ªa la autoridad para dar ¨®rdenes a militares de Guatemala".
Durante su cautiverio, en noviembre de 1989, Dianna fue violada repetidamente por militares. Se la oblig¨® a dormir en un cuarto lleno de ratas y en una fosa con cad¨¢veres. "Pero lo m¨¢s dif¨ªcil de olvidar son los gritos de la gente que fue torturada a mi lado".
Despu¨¦s de incontables padecimientos, Alejandro le dijo que todo hab¨ªa sido un error. Que no era a ella a la que estaban buscando, sino a una guerrillera llamada Ver¨®nica Ortiz. Alejandro le cont¨® que hac¨ªa ese trabajo para librar a Guatemala del comunismo. Le confes¨® que ¨¦l ten¨ªa amigos en la Embajada de EE UU y que la ayudar¨ªa a salir del pa¨ªs. Mientras ¨¦l la conduc¨ªa en un coche a su supuesta liberaci¨®n, Dianna logr¨® escapar.
La monja nunca ha cre¨ªdo la versi¨®n de Alejandro. Recuerda que, mientras trabajaba como maestra en una escuela de Guatemala, ya recibi¨® amenazas de muerte dirigidas a ella.
Dianna ha perdido diez kilos desde que comenz¨® esta vigilia. S¨®lo come y bebe lo esencial para sobrevivir, y s¨®lo descansa en una cama durante una hora al d¨ªa. La protesta incluye un silencio que s¨®lo interrumpe dos horas para hablar con los periodistas y con quienes quieran darle datos sobre su caso. "?Hasta cu¨¢ndo voy a estar aqu¨ª? Siempre contesto con otra pregunta: ?hasta cu¨¢ndo va el Gobierno de EE UU a ocultar la verdad?.
Organizaciones humanitarias estiman que 100.000 personas han muerto en 34 a?os de represi¨®n militar contra guerrilleros ind¨ªgenas. Buena parte de ese tiempo, EE UU apoy¨® con t¨¦cnicos y armas al Ej¨¦rcito de Guatemala.
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