El dios de los perdedores
Si los perdedores, los despose¨ªdos, los marginados, tuvieran un dios -dicen no tenerlo-, ser¨ªa alguien que escuchara y comprendiera en profundidad esas historias an¨®nimas, enterradas siempre en el olvido. Bruce Springsteen cuenta esas historias y las cuenta como si se tratara de las propias intimidades, retazos de una experiencia que ha dejado huella. "El autoconocimiento es algo que adquieres s¨®lo despu¨¦s de que la has jodido", dijo Springsteen en la introducci¨®n a uno de sus temas y, por lo visto, ¨¦l debe haberse equivocado mucho porque ha sabido sacar de s¨ª mismo y de las historias de otros unas conmovedoras baladas.Su p¨²blico ayer se debat¨ªa entre el silencio casi religioso y las expresiones de euforia. Ya la recepci¨®n del cantante hab¨ªa sido una verdadera ovaci¨®n, pero los admiradores no cesaron hasta el ¨²ltimo instante de expresar con gritos y aplausos su entusiasmo. Springsteen hab¨ªa pedido desde el principio, en espa?ol, "silencio y concentraci¨®n" y su p¨²blico le obedeci¨®, conteni¨¦ndose apenas -alguno susurraba a solas un d¨¦bil coro- hasta explotar sonoramente al final de cada canci¨®n.Largas introducciones en las que explicaba c¨®mo hab¨ªa nacido cada uno de los temas, hablaban mucho m¨¢s de s¨ª mismo y del mundo que ha querido traer en esta gira solitaria, que del exclusivo universo musical al que pertenece. Los personajes que incluye en su ¨²ltimo ¨¢lbum son una galer¨ªa de seres perdidos. Bruce Springsteen ha recogido esas historias en viajes con su moto al interior de Estados Unidos. "Hombre, mujer, amor, sexo, muy complicado pero necesario" dec¨ªa en su torpe castellano, pero no s¨®lo hablaba del amor y desencuentros amorosos, a veces con humor; tambi¨¦n se ocupaba de la clase de vida que no se escoge y las preguntas que ello despierta. "?Puede salvarse uno mismo o est¨¢n todos los esp¨ªritus conectados y hay que buscar la salida para todos?", se preguntaba, recordando la pel¨ªcula y la novela que inspiraron este disco: Las uvas de la ira.
Bruce Springsteen cantaba como quien revela las m¨¢s profundas verdades y era adorado por una pl¨¦yade de seres que dudaban de su palabra, de su m¨²sica. Si Bruce Springsteen fuera el dios de los perdedores no dejar¨ªa de cantar as¨ª en toda la eternidad, pero las luces se encendieron y el artificio acab¨®. ?l volvi¨® a ser la superestrella del rock americano, el p¨²blico que hab¨ªa pagado sus 5.000 pesetas no era un coro de ¨¢ngeles y los perdedores siguen pas¨¢ndolo fatal. Y sin embargo, el recuerdo de este concierto seguramente guarda un poco de ese cielo en el que ellos no creen.
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