Andr¨¦ Techin¨¦ se sirve del 'thriller' para hacer un original¨ªsimo vuelco l¨ªrico en su ¨²ltimo filme
Retorno de Michael Cimino con una 'road movie' y de Eric Rohmer con otro 'cuento'
ENVIADO ESPECIALAndr¨¦ Techin¨¦ ha realizado una docena de filmes desde 1969, algunos de ellos fracasos totales. Pero, con m¨¢s de 50 a?os, en 1994 rompi¨® bruscamente el cerco de la complicidad y en Los juncos salvajes logr¨® su primera pel¨ªcula de alcance universal, a la que sigue Los ladrones, presentada ayer en Cannes 96. En esta pel¨ªcula Techin¨¦ sigue elevando su estilo hacia una maestr¨ªa de oficio y una inspiraci¨®n desbordadas.
El caso de Michael Cimino es el contrario: empez¨® por arriba del todo en El cazador y sigui¨® una progresiva decadencia que ahora remedia en parte con Sunchaser. Y fuera de concurso y del alcance de esta cr¨®nica, otro retorno: el del gran muchacho anciano Eric Rohmer, a sus Cuatro estaciones, con un Cuento de verano. Despu¨¦s del sabor agridulce de un par de premios m¨¢s que dudosos, por no decir ama?ados, en este festival, Andr¨¦ Techin¨¦ recolect¨® el a?o pasado, adem¨¢s de casi todos los grandes galardones de su pa¨ªs, otros muchos procedentes de todo el mundo. Con 54 a?os, este singular cineasta ha comenzado a pisar territorios de alta monta?a, despu¨¦s de un cuarto de siglo de oscura espera subterr¨¢nea, de la que hoy quedan algunos destellos premonitorios pero poco m¨¢s. Una lenta y concienzuda preparaci¨®n en lo gris, para saltar en un par de a?os a una juventud do rada con el pelo blanco.
Los ladrones tiene la intensidad emocional de Los juncos salvajes y algo m¨¢s: una inteligent¨ªsima combinaci¨®n entre autocontrol y desmesura, que le deja a uno con la sensaci¨®n de que este veterano est¨¢ en realidad ahora comenzando su andadura de artista en el pleno sentido de la palabra, elegante, sobrio, superdotado (de ah¨ª que tenga que frenarse para lograr el comedimiento) y, por tanto, atestado de futuro. Un muchacho cincuent¨®n que escapa de las nieblas grises de una adolescencia de casi tres d¨¦cadas.
Se le nota que pisa por fin la tierra firme del que se denomina a s¨ª mismo y, por consiguiente, que posee la humildad del verdadero artista, ¨¦se que no necesita demostrar nada a nadie, comenzando por su propia persona. Dijo ayer: "Cuando terminamos el gui¨®n, me di cuenta de que si no funcionaba el reparto la pel¨ªcula no funcionar¨ªa de ning¨²n modo".
"Cuando el reparto es s¨®lido", prosigue Techin¨¦, "dirigir la pel¨ªcula se convierte en un viaje don de al director le basta asistir al encuentro de los int¨¦rpretes entre ellos mismos. Ciertamente es la suya una asistencia activa, porque el director sugiere, incita, modela de cuando en cuando, y a veces incluso da golpes de tim¨®n. Pero son los cuerpos de los actores los que la c¨¢mara captura y son ellos quienes, por tanto, afrontan el peligro. El ¨²nico peligro que amenaza al director es no acertar en el reparto. Si acierta, puede dormir tranquilo; si no acierta, la pel¨ªcula ser¨¢ inevitablemente mala, haga ¨¦l lo que haga".
Pasiones humanas
Y redondea Techin¨¦: "Si los personajes no son entelequias, sino cuerpos, gente de carne y sangre, la pel¨ªcula revelar¨¢ siempre algo sobre las pasiones humanas". Eso es Los ladrones: un esquema (?qu¨¦ admirable gui¨®n!) de relato policiaco, de thriller, que pone al formidable reparto encabezado por Daniel Auteuil y Catherine Deneuve en trance de representar lo que realmente concierne al arte que prevalece: lo que ocurre en el coraz¨®n humano y no un juego m¨¢s o menos bonito y divertido de acciones espectaculares. De ah¨ª que en Los ladrones el esquema de cine negro es tan s¨®lo el disparadero de una pasi¨®n por conocer qu¨¦ nos ocurre a la gente cuando somos hijos o somos padres, qu¨¦ hay de ef¨ªmero y qu¨¦ de permanente en la fraternidad, la amistad y, sobre todo, en esa forma en carne viva de ambas que es el amor. Dice Techin¨¦: "Preguntar hoy si existe el amor ha sustituido a la vieja pregunta por la existencia de Dios".Todo esto (m¨¢s en carne viva todav¨ªa) estaba dentro de aquella maravilla que realiz¨®, en 1978, Michael Cimino con el t¨ªtulo de El cazador. Era casi su comienzo y, a la inversa que Techin¨¦, pareci¨® ser su fin. Nunca se ha zafado Cimino de la losa que supone para un cineasta comenzar por la cumbre y ver que el resto es descenso. Las cinco pel¨ªculas que ha hecho Cimino despu¨¦s de aquella nunca se han desprendido de la gravedad de las sombr¨ªas y solemnes im¨¢genes de amor, muerte, amistad, lealtad y traici¨®n. La representaci¨®n en estado puro de las pasiones humanas, no un espect¨¢culo m¨¢s o menos trepidante y vistoso, sino la materia con que se amasa la parte no perecedera de la memoria del cine.
Sunchaser se estren¨® ayer en Cannes 96 y cuenta la aventura de dos personajes que recorren un poco a la manera de Thelma y Louise en masculino los caminos que llevan de las ondulaciones de Los ?ngeles a las quebradas de Colorado. Una emocionante y transparente road movie.
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