Negados para el toreo
Luis Miguel Encabo replic¨® el buen quite por navarras de Joselito al toro de la alternativa con otro estupendo por faroles. y ¨¦ste pareci¨® ser s¨ªntoma de que el toricantano ven¨ªa a por todas, dispuesto incluso a presentar pelea a la primera figura del momento. Y uno dio por cierto que, recibidos los trastos toricidas en la ceremonia del doctorado, se echar¨ªa inmediatamente la muleta a la izquierda, torear¨ªa hondo aprovechando que la especie de novillote aquel era una hermanita de la Caridad y pondr¨ªa la plaza boca abajo. Pero no hubo tal. Ni izquierda, ni hondura, ni plaza. Antes al contrario, los derechazos al hilo del pit¨®n, el pico, la pala; en definitiva, la negaci¨®n del arte de torear.Y El Tato, lo mismo. A otro animalote pastue?o lo tore¨® medio tumbado, fuera cacho, de nuevo el pico, mucha baladronada y muy poco fundamento. Parec¨ªa El Tato negado para el toreo y eso que se lo iba dictando el p¨²blico: "Que as¨ª no es, hombre", "Que se cruce", "Que ponga la muleta plana", "Que cargue la suerte..." Claro que a El Tato el p¨²blico le tra¨ªa sin cuidado. Corrida adelante se pudo comprobar el poco respeto que le mereci¨®.
R¨ªo / Joselito, Tato, Encabo
Toros de Victoriano del R¨ªo (tres rechazados en el reconocimiento, uno devuelto por inv¨¢lido), 1? anovillado, inv¨¢lido, pastue?o; 4? bien presentado, con casta. Tres de Hermanos Astolfi (3?, sobrero), de escaso trap¨ªo, mansos e inv¨¢lidos; 5? inv¨¢lido total. 2? sobrero de Hermanos S¨¢nchez Ariona, anovillado, encastado y noble.Joselito: bajonazo escandaloso (silencio); estocada (escasa petici¨®n, ovaci¨®n y salida a los medios). El Tato: estocada (silencio); estocada ca¨ªda (pitos). Luis Miguel Encabo, que tom¨® la alternativa: metisaca y estocada (aplausos y tambi¨¦n protestas cuando sale a los medios); estocada delantera ca¨ªda (silencio). Plaza de Las Ventas, 20 de mayo. 10? corrida de feria. Lleno.
Joselito constitu¨ªa la gran esperanza. Joselito, el triunfador de la feria, el maestro de maestros, el as de espadas, el mes¨ªas prometido, habr¨ªa de dar la lecci¨®n de lo que es el toreo en su esencia y en su potencia. Y result¨®, ?oh dolor!, que tampoco.
La afici¨®n lo lament¨® mucho pues los ¨²nicos toros con casta verdadera de la corrida le salieron precisamente a Joselito. Y la expectaci¨®n fue grande. Muchas tardes y muchos meses (acaso a?os) hace que no se ve a una figura torear un toro de casta. Cuando el toro encastado est¨¢ en la arena y le da cara un torero cabal y surje (de su conjunci¨®n el toreo seg¨²n mandan los c¨¢nones -esa embestida recrecida; esa templanza al embarcarla, ese mando y esa valent¨ªa para ganar terreno al toro y fundir su fiereza en la ligaz¨®n de las suertes-, el p¨²blico enloquece, las plazas se ponen del rev¨¦s, el tiempo queda en suspenso, porque no. hay espect¨¢culo mayor en el mundo.
Pero la ilusi¨®n se desvaneci¨® pronto. Joselito no consegu¨ªa cuajar los lances de capa. Joselito lidiaba sin eficacia ni colocaci¨®n. Joselito ten¨ªa perdido el temple. Quiz¨¢ fuera la falta de costumbre. Templar a un borrego y a un toro son distintas empresas. Tanto borrego torean las figuras que cuando les sale un toro como dios manda no se les hacen los pulsos a su ritmo ni tampoco les late igual el coraz¨®n.
No acert¨® Joselito a conducir la encastada nobleza del sobrero (de S¨¢nchez Fabr¨¦s, que continuamente le enganchaba el enga?o y acab¨® mat¨¢ndole de infamante manera. Vivir para ver: el as de espadas pegando un horrendo bajonazo. El de Victoriano del R¨ªo le desbord¨® en diversos pasajes de la faena- no pudo con ¨¦l por naturales y si respos¨® algunos derechazos, al rematarlos rectificaba terrenos apresuradamente, lo cual es otra forma de contradecir el arte de torear. El estoconazo fulminante con que tir¨® al encastado toro sin puntilla condon¨® pasadas inhibiciones e impericias, algunos pidieron la oreja y el fervor joselitista encontr¨® ah¨ª un buen motivo de consuelo.
Luego sali¨® un inv¨¢lido vergonzante que la presidencia no quiso devolver al corral -probablemente por su real gana- y se arm¨® el gran esc¨¢ndalo. Un torero hubiese matado r¨¢pidamente a ese toro; mas le correspondi¨® a El Tato, que pertenece al gremio de los pegapases, y se puso a pegarlos sin mesura, indiferente a las fort¨ªsimas protestas y a que el pobre animal se desplomaba continuamente. La negaci¨®n del toreo -que continu¨® con Encabo en el sexto toro, un punto dificultoso-, completaba su ciclo: ni toro, ni toreo, ni dignidad torera. Buena est¨¢ la fiesta.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.