Estampas de una de las guerras m¨¢s crueles
Los grupos enfrentados en Liberia compiten en absurdas atrocidades
ENVIADO ESPECIALLa muchedumbre se apartaba a su paso, entre gritos de admiraci¨®n, risas de placer c¨®mplice y gestos de horror. El guerrillero krahn caminaba como un antropoide por una calle del antiguo Campamento Barclay de Instrucci¨®n Militar (BTC), en el centro de Monrovia. Ebrio por su haza?a, el guerrillero disfrutaba de ese momento en que hab¨ªa conseguido ser el centro de todas las miradas. Las piernas desnudas y el largo pene envuelto en una suerte de bufanda de lana rojiblanca. Chaleco de combate y gorra de b¨¦isbol. El fusil terciado y, en una mano, la mano reci¨¦n cortada de su enemigo, con los tendones brillantes de la sangre que todav¨ªa goteaba. Era la mano reci¨¦n amputada de un prisionero. Miraba con ojos desafiantes, ojos peque?os de alguien capaz de sacarle partido a la crueldad y la muerte. En un supremo y ¨²ltimo gesto teatral, el miliciano se llevo la mano inerte a la boca y mordi¨® un dedo. La mano le colgaba de la cara como un nuevo atributo. As¨ª pod¨ªa posar mejor, como para demostrar de qu¨¦ hab¨ªa sido capaz y que podr¨ªa volver a serlo. Posaba para que nadie dudara de qu¨¦ pasta humana estaba hecho. Corr¨ªa febril de un lado a otro, como buscando nuevos ¨¢ngulos y nuevos espectadores, que se apartaban a su paso con temor a que la mano muerta les rozara la cara o una gota de sangre tibia les marcara.
Estampas atroces de una de las guerras m¨¢s crueles. El h¨¦roe era un guerrillero de la etnia krahn, sitiado junto a su gente en el BTC desde el pasado 6 de abril, en que las fuerzas del principal se?or de la guerra liberiano, Charles Taylor -el que tras desencadenar en 1989 la guerra contra el dictador Samuel Doe busca hacerse con todo el poder en un pa¨ªs astillado-, intent¨® detener al lider krahn Roosevelt Johnson. El BTC recibi¨® desde las primeras luces del alba de ayer el hostigamiento de las tropas de Taylor. Tres morteros provocaron cuatro muertos, entre ellos una mujer embarazada, y siete heridos. Cifras que apenas dan cuenta del horror y del absurdo que se vive cada d¨ªa en las calles de Monrovia. Tres supuestos hombres de Taylor fueron capturados ayer por los krahn. Uno perdi¨® la mano y seguramente el resto de la vida. Otro era llevado en una furgoneta descubierta, fuertemente escoltado, con las manos atadas a la espalda y la mirada perdida de los que saben que van a morir.
Apenas una hora antes, al otro lado de las l¨ªneas de defensa krahn -tierra de nadie, calles fantasmales. llenas de cascotes, escombros, cartas, cartuchos cristales y restos de cad¨¢veres carcomidos por los perros, por las que en las horas de calma los civiles salen en busca de le?a y comida-, uno de los grupos de la guerrilla de Taylor, por llamarla de alguna manera, hizo su exhibici¨®n de fuerza. Era la gasolinera de la esquina entre las calles de Newport y la avenida de Seku Tur¨¦. Ni?os de entre ocho y nueve a?os empezaron desafiando a los krahn con poses toreras o bailando en el medio de la calle. Uno de ellos vest¨ªa una falda estrafalaria y apuntaba al enemigo con una taladradora de pl¨¢stico, otros llevaron hasta el centro una caja de refrescos y comenzaron a lanzarlos con escasa fuerza y menor punter¨ªa. Apareci¨® un tercer muchacho con un. cuadro gigantesco: estaba pintado al ¨®leo y representaba La ¨²ltima cena. Fue entonces cuando un general de menos de 20 a?os, con la cara llena de pecas, guerrera, radiotransmisor y chancletas, sali¨® del chamizo donde descansaba seguido de unos cuantos secuaces. Se apost¨® en la esquina, apunt¨® al extremo de la calle y dispar¨® una granada anticarro. El trueno despert¨® a todos los durmientes de Monrovia.
El festejo fue general. Tiroteo a granel -muchos de los fusiles apuntando directamente al asfalto _, r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas, balas silbando en todas direcciones, el del cuadro b¨ªblico desafiando al peligro como un penitente en medio de la calle, y a su alrededor ni?os que cantaban y bailaban ante la exhibici¨®n de fuerza de su l¨ªder, el general pecoso. As¨ª transcurre la batalla de Monrovia, capital de una Liberia sin futuro, mientras las fuerzas de pacificaci¨®n nigerianas permanecen en sus puestos de observaci¨®n sin intervenir mas que para detener a unos cuantos saqueadores y hacerse cargo del bot¨ªn.
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