Fiestas
Ardemos en fiestas. Eso dicen, aunque pasa uno de la plaza de Manuel Becerra arriba y nadie lo dir¨ªa. C' Alcal¨¢ abajo acude el gent¨ªo a la plaza de Las Ventas, donde dan toros y c'Alcal¨¢ arriba los madrile?os hacen su vida cotidiana, seguramente ajenos al acontecer taurino y a los actos festeros programados por la Comunidad y por el Ayuntamiento de Madrid.Ardemos en fiestas, hay que decir, y los equipos de gobierno de aquellas dos instituciones, asimismo los grupos de oposici¨®n, hacen de las fiestas de Madrid en honor del santo patr¨®n, Isidro Labrador, cuesti¨®n de gabinete. Un buen equipo de gobierno -cree ¨¦l- ha de obsequiar a la ciudadan¨ªa con un programa que le alegre la vida durante los fastos de mayo, y unos buenos grupos de- oposici¨®n -creen ellos- cumplen con su funci¨®n democr¨¢tica denunciando que ese programa es aburrido, que los j¨®venes carecen de atenci¨®n, que no se culturiza debidamente al pueblo de Madrid.
J¨®venes y cultura son el caballo de batalla. En un programa de fiestas siempre se apreciar¨¢n lagunas en las que naufragan las ganas de divertirse los j¨®venes, conden¨¢ndoles -insisten los grupos de oposici¨®n- al aburrimiento. En un programa de fiestas siempre parecer¨¢ exigua la oferta cultural y los grupos de oposici¨®n podr¨¢n denunciar la ausencia de una pl¨¦yade de escritores y compositores; de una ingente cantidad de creaciones literarias y art¨ªsticas.
"?Do est¨¢ Kierkeegard? ?Do Sibelius? ?Do La hechicera en palacio? ?Do estas obras y estos autores con lo importantes que son?", podr¨¢ preguntar cualquiera con la seguridad de que Alberto Ruiz-Gallard¨®n, presidente, y Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, alcalde, no sabr¨¢n contestar. La verdad es que quienes preguntan ejerciendo la oposici¨®n juegan con ventaja. Por mucho que se agote la oferta de actos culturales, nunca dejar¨¢ de ser mayor el repertorio de autores y el cat¨¢logo de obras que han sido, desde el albor de la civilizaci¨®n. Basta abrir una enciclopedia y aparecer¨¢n all¨ª no s¨®lo nombres famosos, sino tambi¨¦n otros que no los conoce ni su padre. Estos ¨²ltimos son los mejores para presumir de cultos, tir¨¢rselos a la cara al presidente y al alcalde y dejarlos estupefactos.
Con estas pol¨¦micas y estas descalificaciones en torno a las fiestas de San Isidro parece como si Madrid se fuera a cerrar llegado junio y no se volviera a abrir hasta el Dos de Mayo siguiente. Es lo que ocurre por traer a la capital la mentalidad de los pueblos. Enti¨¦ndase: no se trae a cola ci¨®n en sentido peyorativo; antes bien se quiere significar el absurdo de traspolar las circunstancias del pueblo a la capital (o de la capital al pueblo) porque en tales casos lo ¨²nico que se consigue es hacer un pan como unas hostias.
Resulta razonable que los pueblos se vuelquen en sus fiestas patronales, pues quiz¨¢ sea ¨¦sa la ¨²nica ocasi¨®n que tienen al cabo del a?o de conocer una representaci¨®n teatral, un concierto, una corrida de toros, un circo, incluso un personaje famoso al que se invita para que diga el preg¨®n 0 d¨¦ una conferencia. Madrid, en cambio, tiene teatro, conciertos, toros, circo, personajes, conferencias; o deber¨ªa tenerlos.
Y ah¨ª es donde quisiera ver uno a Madrid, porque -si bien se mira- cuanto m¨¢s crece m¨¢s pueblerino parece. Unos a?itos atr¨¢s designaron Madrid capital cultura de Europa y no dio la talla. Y, en cambio, si vienen fiestas, sus pol¨ªticos quisieran tirar la casa por la ventana.
Toros se celebran toda la temporada en Madrid, y la mayor¨ªa de los madrile?os s¨®lo va por San Isidro. Los teatros, las salas de conciertos, las entidades culturales, permanecen abiertos el a?o entero, y a lo mejor tambi¨¦n tienen regular audiencia. Lugares de esparcimiento y de cultivo de los bienes del esp¨ªritu hay de sobra en Madrid.
Un Madrid culto y divertido es lo que hace falta, y no exclusivamente en mayo para festejar al santo patr¨®n. Y, adem¨¢s, en mayo, todo el mundo est¨¢ trabajando. Manuel Becerra arriba, los que no van a los toros ni se enteran de que ardemos en fiestas. Manuel Becerra abajo s¨ª se enteran, pero m¨¢s valdr¨¢ no preguntarles. A las v¨ªctimas de las aglomeraciones, del tr¨¢fico ca¨®tico, del irracional bullicio, m¨¢s vale no preguntarles nada. Mejor ser¨¢ no revolver sus cuitas y rogar por ellos al santo patr¨®n.
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