La actitud elegante
Nacido en Madrid el a?o 1926 -¨¦ste en el que acaba de fallecer era, por tanto, el de su septuag¨¦simo aniversario-, Gerardo Rueda curs¨® estudios de Derecho, que no impidieron aflorar su verdadera vocaci¨®n art¨ªstica. Muy pronto, y a pesar de las dolorosas circunstancias que padeci¨® su generaci¨®n, esta vocaci¨®n art¨ªstica se manifest¨® a la primera oportunidad, ya que de 1942 datan sus primeros cuadros. En consecuencia, nos encontramos con una trayectoria que se ha dilatado durante m¨¢s de medio siglo. Su primera exposici¨®n tuvo lugar en 1949 y en un lugar muy emblem¨¢tico, la galer¨ªa de la Revista de Occidente de Madrid.Con estos simples datos, ya hay algo que define la trayectoria y la actitud de Gerardo Rueda: su dedicaci¨®n constante al arte, una dedicaci¨®n que tuvo que hacer compatible con el ganarse la vida, pues, si no es ¨¦ste del arte el mejor medio para hacer fortuna, mucho menos cuando se trata de un creador vinculado con la investigaci¨®n vanguardista y dotado con un talante elegante y discreto como era el suyo. De gusto refinado y gran sensibilidad, Gerardo Rueda supo hallar la soluci¨®n al problema profesional sin que le alejase demasiado de su mundo creativo, pues, adem¨¢s de sus cuadros y esculturas, ha sido uno de los mejores interioristas que ha tenido nuestro pa¨ªs.
En 1954, realiz¨® su primera muestra individual, plenamente dedicada al arte abstracto, y lo hizo en una prestigiosa galer¨ªa de vanguardia, la sala Abril de Madrid. Muy pocos artistas espa?oles hac¨ªan en aquellos momentos abstracci¨®n pura, pero, en cualquier caso, los que lo hac¨ªan iban por derroteros art¨ªsticos muy diferentes de los de Gerardo Rueda, ya que en nuestro pa¨ªs lo normal era entonces seguir una l¨ªnea surrealista-expresionista, justo la contraria de la que practicaba y seguir¨ªa despu¨¦s practicando Gerardo Rueda. De hecho, en los dibujos y collages de aquella exposici¨®n de 1954, Rueda se decantaba por el an¨¢lisis, la sugerencia, la atm¨®sfera, la delicadeza, la intuici¨®n.
Como el etiquetar parece una necesidad en nuestra cultura period¨ªstica, pronto se defini¨® esta actitud exigente y refinada de Rueda como la de un estilo geom¨¦trico, anal¨ªtico y normativo. La realidad de su obra nos ha ense?ado, no obstante, algo muy distinto: la depuraci¨®n de un lenguaje personal que no necesita m¨¢s apoyaturas que las de un aliento po¨¦tico esencial. La sobriedad de Rueda no busca la expresi¨®n sino la esencia de las cosas, y, de esta manera, pudo prescindir no s¨®lo de cualquier apoyatura figurativa, sino de todo soporte estereotipado. Rueda pod¨ªa trabajar sobre cualquier material y t¨¦cnica, sacando un mayor rendimiento cuando estos instrumentos eran m¨¢s humildes y sencillos. Por esto mismo, cuando se le buscan afinidades, surgen nombres como los de Morandi o Schwitters, el uno por su prodigioso poder de concentraci¨®n silenciosa, el otro por su disposici¨®n po¨¦tica e ir¨®nica.
Al margen de su importante obra, que, desde luego, hay que situar entre las m¨¢s sobresalientes del arte espa?ol de la segunda mitad del siglo XX, Gerardo Rueda tambi¨¦n fue un generoso animador de todo tipo de iniciativas culturales. En este campo, hay que destacar el que, junto a Fernando Z¨®bel y Gustavo Torner, fuera el principal protagonista en la creaci¨®n del memorable Museo Espa?ol de Arte Abstracto de Cuenca, que es uno de los hitos hist¨®ricos de la vanguardia espa?ola y una de sus m¨¢s eficaces plataformas de difusi¨®n internacional, adem¨¢s de haber formado escuela ense?ando y apoyando a varias generaciones de artistas de nuestro pa¨ªs.
Gerardo Rueda tambi¨¦n fue uno de los socios fundadores de la Fundaci¨®n de Amigos de Museo del Prado, a cuyo patronato perteneci¨® desde su creaci¨®n, colaborando con ello con generos¨ªsima disposici¨®n y un abundante caudal de ideas. Fue, por ejemplo, uno de los 12 artistas espa?oles contempor¨¢neos que participaron en el ciclo dedicado a glosar las mejores obras del Museo del Prado, visto y analizado a trav¨¦s de una mentalidad vanguardista, as¨ª como fue uno de los autores que grab¨® estampas inspiradas en dicha instituci¨®n. En la conferencia que al respecto dict¨®, Gerardo Rueda revel¨® muchas de las claves de su personalidad, pues dec¨ªa en ella preferir los cuadros-emoci¨®n a los cuadros-espect¨¢culo, eligiendo como paradigma de sus preferencias El Tr¨¢nsito de la Virgen, de Mantegna. Se declar¨® entonces enemigo de toda ret¨®rica y de todo ¨¦nfasis. No le gustaban, est¨¢ claro, los gestos pomposos, ni los gritos exacerbados; lo suyo era lo ¨ªntimo, profundo, delicado: lo que deja huella imborrable casi sin que nos percatemos. Yo creo que esta actitud marcar¨¢ el destino de su obra, cuya fuerza se manifestar¨¢ con el tiempo, sin ruidos, ni alteraciones, imponi¨¦ndose de manera natural.
La muerte le ha sorprendido cuando se hallaba en plena y sorprendente actividad, justo cuando se suced¨ªan las muestras antol¨®gicas sobre su obra tanto en Espa?a como en el extranjero. Es una pena que no haya podido asistir al apretado programa que en este sentido estaba previsto para los pr¨®ximos a?os, aunque, en realidad, ah¨ª est¨¢n sus maravillosas creaciones y, con ellas, ¨¦l mismo No nos abandona
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