Contra el desmadre padre
La plaza del Dos de Mayo, para¨ªso para los amantes del sosiego
Cuenta Andr¨¦s Garc¨ªa, de 67 a?os, vecino de toda la vida del barrio de Maravillas ("eso de Malasa?a es un invento moderno"), que una ma?ana, hace ya tiempo, regresaban a su casa ¨¦l y su mujer, y se encontraron con que un cami¨®n de cervezas trepado a la acera tapaba la puerta del portal: "Y tres horas estuvimos esperando sin poder pasar a casa". Ahora esto ha cambiado. Estos episodios de atropello (en sentido figurado) de los peatones por los veh¨ªculos, que siguen ocurriendo en otras zonas de Madrid, sobre todo en el centro, ya no ocurren en esta zona de la ciudad.El barrio de este hombre, se llame como se llame, ha experimentado una transformaci¨®n urban¨ªstica que ha conseguido que los peatones vuelvan a recuperar la calle. Un buen ejemplo de c¨®mo se tienen que defender los derechos de los peatones ante la progresiva invasi¨®n de los coches. Un convenio firmado entre el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad supuso una cantidad para la rehabilitaci¨®n total de la zona (viviendas, fachadas y calles) de 4.276 millones de pesetas.
De esta cantidad, 1. 800 millones se han empleado en transformar 11 calles y plazas del barrio. La reforma a¨²n sigue en pie, pero ya se ven y se notan los primeros resultados.
?En qu¨¦ ha consistido este cambio? En primer lugar, los accesos y alrededores de la plaza del Dos de Mayo han ganado metros de aceras. Donde antes una persona a duras penas pod¨ªa caminar sola, ahora es posible observar madres andando con el carricoche de su ni?o. Calles que antes presentaban dos l¨ªneas de aparcamiento a poco que los coches se subieran a la acera -y lo sol¨ªan hacer-, cuentan ahora con una sola l¨ªnea. El resto es para los viandantes.
En algunas calles, adem¨¢s, se han eliminado las aceras. De alguna manera, esto implica que m¨¢quinas y personas comparten un mismo espacio sin que las primeras avasallen a las segundas. Son los bolardos los que protegen a un peat¨®n que, por lo general, camina por la calle y cuando nota que viene alg¨²n coche se pega a las casas.
La reforma de ciertas calles se convierte a veces, y como en este caso, en cosas muy concretas, en algo muy pegado a la vida: "Hemos recuperado el derecho a pasear, a recrearnos en nuestro barrio, que lo hab¨ªamos perdido", comenta Maruja Garc¨ªa, de 66 a?os: "La calle no es s¨®lo de los coches, y aqu¨ª, antes, no pod¨ªamos a veces ni echar el cierre de la tienda porque alguien hab¨ªa aparcado al lado en la acera", a?ade la se?ora, que el a?o pasado recibi¨® un premio por haber colaborado durante 50 a?os en las asociaciones locales. Ella, como muchas otras personas de la zona, se alegran de que por ah¨ª pasen ahora turistas y de que los ni?os tiren pelotazos a una canasta de baloncesto que cada 15 d¨ªas, m¨¢s o menos, el urbanista de la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV), Juan Armindo Herr¨¢ez, tiene que ocuparse de reponer porque se rompe con facilidad.
El urbanista tambi¨¦n coincide con Maruja en el derecho del paseo de los ciudadanos: "Cuando ves que alguien pasea por una calle, es que ¨¦sa est¨¢ bien hecha; ahora, en el Dos de Mayo, la gente pasea, o baja m¨¢s a la plaza, y eso es calidad de vida".
Los coches ahora tienen menos espacio para moverse y la velocidad a la que circulan ha disminuido. Maruja lo explica muy gr¨¢ficamente: "Ahora parece que los coches tambi¨¦n pasean". Maruja a?ade que el aspecto del barrio le recuerda de alguna manera al que le acogi¨® de ni?a. "Recuerdo que entonces sal¨ªamos a tomar el fresco y ahora ya vamos a poder tomarlo de nuevo" dice. El problema, las plazas de aparcamiento que han volado para convertirse en huecos para ¨¢rboles o en metros de acera. Los t¨¦cnicos buscan posibilidades para meter los autom¨®viles de los residentes que se han quedado sin sitio.
Han planeado, por ejemplo, un aparcamiento robotizado en la plaza de Juan Pujol [v¨¦ase EL PA?S del pasado martes], cercana a la del Dos de Mayo. Los t¨¦cnicos tambi¨¦n est¨¢n convencidos de que la imposibilidad de aparcar a la gente que viene de visita al barrio conseguir¨¢ a la postre que se utilice m¨¢s el transporte p¨²blico.
Para los vecinos, la rehabilitaci¨®n urban¨ªstica ha conseguido que el tr¨¢fico de droga en la zona -una de las recurrentes denuncias ciudadanas- decrezca. "Es l¨®gico", argumenta Herr¨¢ez; "cuando la gente normal empieza a pasear por la calle, toma la calle en una palabra, los marginados tienen que marcharse a otro lado".
Andr¨¦s Garc¨ªa, el vecino que reivindica para su barrio de toda la vida el nombre de toda la vida, Maravillas, tambi¨¦n opina que con las obras, adem¨¢s de calles, aceras y paseos, "se ha recuperado la vida".
"Los que tienen coche y no encuentran sitio para aparcar cuando vienen por la noche, se siguen poniendo muy cabezotas con lo de dejar el autom¨®vil", advierte. "Pero se acab¨® el desmadre padre", concluye.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.