El hombre emergente
Albert Costa es la punta del iceberg de la ¨²ltima ola del tenis espa?ol
El tenis espa?ol llega a Par¨ªs revolucionado. Las jerarqu¨ªas se han roto en mil pedazos y una nueva ola de jugadores nacidos bajo el signo de la irreverencia parecen dispuestos a arrasar con todo. Emilio S¨¢nchez, el hilo conductor del tenis espa?ol en la d¨¦cada de los ochenta, est¨¢ a punto de la retirada. Sergi Bruguera, doble campe¨®n en Roland Garros, est¨¢ siendo perturbado m¨¢s de la cuenta por sus lesiones. Y Alberto Berasategui, finalista en 1994 en Par¨ªs, sigue preocupado por recuperar la confianza.No es un cuadro alentador. Pero en medio de este panorama la luz emergente de la ¨²ltima generaci¨®n reabre la esperanza. Y de ella sobresale como la punta de un iceberg, que se niega a permanecer escondido, la figura de Albert Costa. Es un hombre corriente, sin traumas ni problemas, sin ning¨²n tipo de complejo. Un jugador capaz de enfrentarse a los grandes nombres del momento sin que le tiemble el pulso. Un chico que en dos a?os dio un salto de 700 plazas en la clasificaci¨®n mundial de la ATP y que ahora est¨¢ ya c¨®modamente instalado en la 13?. Es el a¨²n reciente finalista de Montecarlo, donde tuvo en las cuerdas a Muster.
Para ¨¦l nada es imposible. "Puede llegar hasta donde quiera", asegura Lorenzo Fargas, su entrenador. "Pero depende de lo que trabaje". En estos momentos resulta prematuro hablar de que puede ganar en Roland Garros, aunque puede hacerlo. Sin embargo, es evidente que Sergi Bruguera est¨¢ m¨¢s preparado, m¨¢s capacitado para ganar su tercera corona parisiense. O el mismo Muster, que defender¨¢ all¨ª su ¨²nico t¨ªtulo del Grand Slam que conquist¨® el a?o pasado. Tambi¨¦n Courier, o Agassi, o Sampras, que poseen t¨ªtulos del Grand Slam y una amplia experiencia. Incluso Berasategui, que ha sido finalista en Par¨ªs.
"Ahora mismo, a punto de iniciar el torneo, no me veo ganador", explica Albert. "Pero una vez dentro, si vas pasando rondas vas modificando tus sensaciones. Sabes que tienes alguna posibilidad de ganar, porque has visto a los jugadores a lo largo del a?o y sabes que todos son accesibles. Los favoritos son Bruguera, Muster, Courier... Pero no tengo la impresi¨®n de que deba perder contra ellos, aunque tampoco me atrevo a verme como ganador".
Costa es consciente de su papel. Sabe que toda esa experiencia pesa en un torneo. Su carrera est¨¢ comenzando. Tiene 20 a?os y ha ganado un solo t¨ªtulo del ATP Tour. Claro que se lo adjudic¨® el a?o pasado en Kitzbuhel frente a un Muster que acababa de perder una imbatibilidad de 40 partidos en tierra batida. A la espera de que Bruguera recupere el lugar que le corresponde, Albert Costa ha iniciado este a?o su ataque a la tierra batida con sus mejores armas. Es uno de los pocos jugadores capaces de derrotar a Muster.
"Me gusta enfrentarme a ¨¦l", confiesa el leridano, emblema espa?ol de la firma norteamericana Nike. "Su juego no me molesta. S¨¦ qu¨¦ debo hacer para ganarle. Nuestros partidos han sido muy disputados y una vez le gan¨¦. Sin embargo, su cabeza y su f¨ªsico funcionan a la perfecci¨®n. Es un hombre que ha tenido experiencias muy importantes en su vida y ahora cualquier sufrimiento le parece poco. A los dem¨¢s nos cuesta aguantarle, porque sabes que no fallar¨¢ aunque se canse aguantar¨¢, y eso te crea intranquilidad".
Probablemente la mejor virtud de Albert Costa es su mentalidad. Le viene ya de ni?o. "Cuando empezaba perd¨ªa partidos porque no jugaba a conservar, sino a ganar los puntos", confiesa. Pero aquello que entonces le pudo llevar al ostracismo ahora se ha convertido en su mejor virtud. Apenas acusa la presi¨®n. Y no s¨®lo lo demuestra en las competiciones individuales -lleg¨® a cuartos de final de Roland Garros el a?o pasado-, sino tambi¨¦n cuando juega por equipos. Hace dos meses pas¨® la prueba de fuego en la Copa Davis. De but¨® en Israel y gan¨® sus dos puntos. "En una pista de tenis no tengo miedo", dice. "Si pierdo es porque mi rival es mejor y no pasa nada. Pero juego suelto. Prefiero jugar valiente. Me enfado mucho m¨¢s cuando fallo bolas por asegurar que cuando las mand¨® fuera por arriesgar".
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