Descr¨¦dito del h¨¦roe
En plena pol¨¦mica finisecular sobre la autor¨ªa de las obras de Shakespeare, Mark Twain opin¨® que seguramente esas piezas maestras no las hab¨ªa escrito William Shakespeare, sino un autor hasta hoy desconocido que tambi¨¦n se llamaba William Shakespeare. Como no quiero prejuzgar a quien a¨²n debe ser juzgado, dar¨¦ por hecho que el secuestro, tortura y asesinato de Lasa y Zabala no fueron cometidos por Dorado y Bayo siguiendo ¨®rdenes del entonces teniente coronel Galindo y que tampoco Mikel Zabalza fue torturado hasta la muerte en el cuartel de Intxaurrondo: esos cr¨ªmenes los cometieron otros guardias civiles, que bien pod¨ªan llamarse tambi¨¦n Dorado, Bayo y Galindo, y ocurrieron en otra comandancia, a la que podemos llamar para abreviar Intxaurrondo. Porque lo ¨²nico seguro es lo que se hizo a esas v¨ªctimas y otras semejantes en Euskadi durante los primeros a?os de la democracia, delitos siniestros que las autoridades de Interior y las fuerzas de seguridad de la ¨¦poca no s¨®lo no contribuyeron a esclarecer y castigar, sino todo lo contrario. T-O-D-O L-O C-O-N-T-R-A-R-I-O. No conozco a nadie que viviese durante esos a?os en el Pa¨ªs Vasco ignorante de que se representaban tales tragedias y de que su autor, si no era Shakespeare, tambi¨¦n se llamaba Shakespeare. Si hubiese existido tal despistado, para ponerse al d¨ªa le habr¨ªa bastado leer las clases te¨®ricas de lucha antiterrorista que por entonces escrib¨ªa Casinello.S¨®lo los partidarios y c¨®mplices de ETA se atreven a asegurar, con su habitual desfachatez, que todos los guardias civiles o polic¨ªas nacionales fueron torturadores y asesinos, como hoy lo siguen diciendo tambi¨¦n de los ertzainas. Pero s¨®lo los encubridores o los responsables pol¨ªticos de tales desafueros osan proclamar con majader¨ªa campanuda que ning¨²n miembro de las fuerzas de seguridad cometi¨® esas barbaridades y que todo es un montaje sibilino de los amigos de ETA, que suelen ser cualquier cosa menos sibilinos. Estos disculpadores son complementarios de los otros acusadores, y todos ellos ultrajan a los miembros de las fuerzas de orden p¨²blico que combatieron el terrorismo con riesgo de sus vidas y dentro de la m¨¢s estricta legalidad. Ahora, cuando se investiga a fondo tales delitos gracias a delaciones de los que entonces hicieron de actores secundarios y se encarcela preventivamente a protagonistas que quiz¨¢ los cometieron (o quiz¨¢ no, quiz¨¢ fueron obra de otros que se llamaban como ellos), algunas personas que con gran convicci¨®n sostienen que las pesquisas deben llevarse hasta sus ¨²ltimas consecuencias se escandalizan de los resultados penales l¨®gicos que empiezan a derivarse de ellas... y de los que se atisban en el futuro. Pero ?qu¨¦ es lo que cre¨ªan que iban a descubrir los indagadores?, ?que Lasa y Zabala murieron de gripe?, ?que el culpable fue el mayordomo o alg¨²n vagabundo que pasaba por all¨ª?, ?o bien esperaban que se investigara a fondo, con el m¨¢ximo celo... y no se encontrase nada?
Pero es que Galindo es un h¨¦roe de la lucha antiterrorista, como no dejan de vitorear un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n las portadas de Abc. Y mi amigo Juan Alberto Belloch asegura que lo ¨²nico indudable en todo este asunto es que Galindo desarticul¨® 120 comandos etarras. Vamos por partes: la primera obligaci¨®n de los h¨¦roes es la de no aumentar los males que combaten. De poco sirve desarticular comandos si los procedimientos utilizados para ello motivan que se congestione el bander¨ªn de enganche de ETA y aumenten los simpatizantes de la guerrilla. Y eso es precisamente lo que propiciaron las torturas y las ejecuciones disfrazadas llevadas a cabo por Galindo -(me refiero, claro est¨¢, al h¨¦roe que las cometi¨®, no al otro). Los clarividentes se?alan que las inculpaciones a la c¨²pula de Interior o m¨¢s arriba a¨²n por el caso GAL, el encarcelamiento de Galindo y quiza ma?ana de otros generales, todo eso proporciona balones de ox¨ªgeno a la banda terrorista, muy contenta de esta respiraci¨®n asistida. Olvidan subrayar con el mismo ah¨ªnco cu¨¢nto p¨¢bulo proporcion¨® a ETA la tortura y el GAL antes, cuando suced¨ªan esos hechos heroicos y atroces de cuya eficacia la situaci¨®n actual del Pa¨ªs Vasco proporciona un balance nada halagador. Tomemos el caso Jarrai, los j¨®venes que destrozan cada fin de semana las capitales vascas y que acaban de asaltar las facultades del campus de Ibaeta. El pienso para vacas locas con que se ha alimentado desde la infancia los digamos cerebros de esa aguerrida hueste est¨¢ compuesto de venenos diversos: el odio sabiniano al invasor espa?ol, el radicalismo antisistema de la pata coja del izquierdismo, la colectivizaci¨®n rom¨¢ntica de los derechos humanos interpretada al acorde¨®n por cl¨¦rigos m¨¢s deficientes de lo usual, etc¨¦tera; lo peor de cada casa, vaya. Entre tanta opresi¨®n alucinatoria, tantos presos exterminados que siguen felizmente vivos y tanta conculcaci¨®n de derechos inalienables que no lo son, los ¨²nicos datos verdaderos que ponen algo de bulto en la sombra vana son los malos tratos, los asesinados, amortajados en cal viva, los atentados del Batall¨®n Vasco-Espa?ol y el GAL. Es cierto, los jarraitxus no han conocido a Franco, pero de peque?os conocieron a Galindo y compa?¨ªa. Gracias a eso se les ha podido convencer de que todo sigue igual.
Quienes deploran que mientras ETA sigue matando se encarcela a generales y se procesa a ministros deben recordar que la legitimaci¨®n social que a¨²n encuentran los terroristas en una minor¨ªa vasca se debe a desmanes quiz¨¢ cometidos por tales funcionarios. No basta con decir que el GAL acab¨® hace diez a?os o que ya no se tortura como antes: los efectos nocivos de tales formas de proceder seguir¨¢n not¨¢ndose hasta que se raspe hasta el hueso si es preciso para extirpar ese absceso purulento. Es rid¨ªculo y adem¨¢s imb¨¦cil disculpar de antemano a los encausados en nombre de su gloriosa trayectoria cuando es precisamente la calidad de esa trayectoria lo que se est¨¢ juzgando. Adem¨¢s puede deducirse de tales loores y regateos de pruebas que, si las circunstancias lo exigieran, volver¨ªamos a las andadas. Dos cosas son nefastas contra el nacionalismo violento: la brutalidad y la pasividad t¨ªmida. Es decir, por un lado, la tortura o el crimen, y por otro, entre muchos ejemplos, el silencio institucional de la Universidad del Pa¨ªs Vasco durante 16 a?os (los que separan los asesinatos de Juan de Dios Doval y de Tom¨¢s y Valiente), ahora felizmente roto. Luchar a la vez contra la brutalidad y la pasividad o la tibieza es lo que se est¨¢ intentando hacer, esperemos que con suerte. Somos muchos los vascos que esperamos de la fuerza e la ley (auxiliada por la cordura de la pol¨ªtica) el ant¨ªdoto contra quienes desean imponer la ley de la fuerza. Nosotros no tenemos inconveniente ni dificultad en llamarnos espa?oles, siempre que quede claro que la Espa?a de la que formamos parte s¨®lo coincide en el nombre con esa otra que defienden los h¨¦roes del Abc.
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