Victoria
Las hero¨ªnas de hoy, urbanas y posindustriales, no son princesas de cuento, sino modestas cajeras de supermercado. Resulta que en M¨¢laga hay un Pryca frente al que vivaquea desde hace dos meses una chica de 25 a?os, Victoria Garc¨ªa, que se est¨¢ dejando la vida por un m¨ªsero puesto de trabajo.Victoria ha sido cajera de Pryca durante cinco a?os, los tres ¨²ltimos con un contrato de continuidad. Despu¨¦s de eso la echaron, como han echado a otros, para no tener que meterla en plantilla; y eso a pesar de que el convenio de comercio estipula que todo trabajador que supere los dos a?os de contrato continuo tiene que entrar en n¨®mina. Pero se ve que a las grandes empresas se la refanfinflan los convenios. Victoria les llev¨® a Magistratura y les gan¨®, pero Pryca, que puede escoger entre la indemnizaci¨®n y la readmisi¨®n, pretende darle tres millones para librarse de ella. Sin embargo, Victoria no quiere ese dinero: quiere recuperar su empleo. Quiere el puesto que se ha ganado y que seg¨²n la ley y la justicia es suyo; quiere el trabajo fijo al que todos los humanos tenemos derecho. Por eso lleva dos meses en huelga de hambre frente al supermercado. Ha tenido que ser hospitalizada dos veces (la ¨²ltima hace tres d¨ªas) porque su condici¨®n es cr¨ªtica. Y ha soportado la brutalidad de una treintena de guardias jurados que de cuando en cuando la asaltan y le rompen los sueros: como en los tiempos heroicos del sindicalismo. Qu¨¦ ardiente, desesperada sensaci¨®n de indefensi¨®n y de injusticia debe de experimentar Victoria para emprender una batalla semejante. Y ella no es m¨¢s que un s¨ªmbolo, un ejemplo entre miles del dolor y de la rabia. Que quede claro que cuando hablamos tan elegantemente de flexibilidad laboral, de competitividad y de modernidad econ¨®mica, en realidad nos referimos a esto.
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