El Prado en serio
EL RECI?N nombrado director del Museo del Prado es el quinto en asumir tal responsabilidad desde 1983 y el octavo a contar desde la todav¨ªa cercana fecha de la transici¨®n democr¨¢tica. Esta incre¨ªble marca de cambios en la direcci¨®n de uno de los m¨¢s prestigiosos museos hist¨®ricos del mundo es por s¨ª misma inquietante, pero tambi¨¦n reveladora de que los problemas que aquejan al Prado no obedecen a motivos de competencia profesional de los designados.Abierto al p¨²blico en 1819, el Museo del Prado siempre ha ido a rastras de la historia y sin recibir casi nunca el apoyo institucional que su admirable contenido parec¨ªa exigir. No obstante, lo que ahora se percibe es la consecuencia de haber perdido la oportunidad de modernizar la instituci¨®n cuando se requer¨ªa: a partir de los a?os sesenta, que fue cuando los museos se convirtieron en un lugar masivamente visitado por un p¨²blico cada vez m¨¢s exigente. Han tenido que pasar 40 a?os desde la ¨²ltima ampliaci¨®n de 1956 para que se anuncie una nueva.
Pero si el Prado necesita con urgencia una ampliaci¨®n f¨ªsica, a¨²n es m¨¢s necesario el aumento de sus recursos econ¨®micos, personales y t¨¦cnicos, as¨ª como la completa reorganizaci¨®n de su estructura y funcionamiento internos, por completo desfasados. En este sentido, si el cambio de la actual direcci¨®n se limita s¨®lo a eso, a sustituir a un responsable por otro, sin un verdadero plan de transformaci¨®n modernizadora de la instituci¨®n, es casi seguro que no tardar¨¢ mucho tiempo en estallar una nueva crisis.
Durante los ¨²ltimos veinte a?os hemos visto c¨®mo todos los grandes museos internacionales de la categor¨ªa del Prado han acometido su transformaci¨®n f¨ªsica y t¨¦cnica. Todos ellos poseen recursos humanos y econ¨®micos- que triplican al menos los de nuestro principal museo. No se trata, por tanto, de pedir que nadie haga milagros, sino de planificar una acci¨®n decidida y responsable. Ojal¨¢ que la presencia del presidente del Gobierno y el de las Cortes en la toma de posesi¨®n del nuevo director no sea s¨®lo una imagen para la galer¨ªa, sino una se?al de que los nuevos gobernantes se toman la cultura en serio.
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