?Quien paga la cena?

La empresa deber¨ªa haber incluido en la entrada el servicio de catering. Hubiera sido una novedad gozosa, dentro de una corrida que discurri¨® de forma impresentable. Unos toros inv¨¢lidos y unos in¨²tiles cabestros alargaron la corrida por encima de las tres horas.Los empresarios, con lo que se ahorraron por no pasarnos la cena, bien pod¨ªan enviar a los cabestros y cabestreros a un master de ¨¦sos tan al uso, por aquello de adquirir conocimientos. As¨ª evitar¨ªan repetir el numerito de C¨®rdoba. Dicen que tienen firmadas, los cabestros, las corridas del Corpus de Granada. ?Bendita suerte la de los empresarios! En Granada el personal se lleva la merienda a los toros.

El que tambi¨¦n se tom¨® a chufla la corrida fue el sobrero de Murube. Corraleado toda la feria, salt¨® al ruedo y se le solt¨® la barriga. Vamos, que se cag¨®. La rechifla continu¨® al verlo huir de los capotes. El manso debi¨® resultarle simp¨¢tico al presidente, que cay¨® en la inexplicable tesitura de mandarlo a chiqueros. Afortunadamente, alguien lo sac¨® de dudas y orden¨® la salida de los picadores. Victoriano Garc¨ªa termin¨® pic¨¢ndolo en el platillo de la plaza. Y Aparicio lo mat¨® a sartenazos.

A tanta inutilidad habr¨¢ que sumar la falta de casta del encierro de Fernando Domecq.

All¨ª estrellaron sus deseos, bajo distintos par¨¢metros, Litri, Aparicio y Barrera. El valenciano, con sus maneras amanoletadas, gust¨® en la tierra del Califa. Litri se qued¨® con las ganas de torear a sus, enemigos. Puso voluntad y el p¨²blico se lo agradeci¨®. A Aparicio lo tuvo que mirar ayer un tuerto. Su lote, de cuatro toros, fue el que desquici¨® la corrida. No tuvo culpa de nada.

Posdata. El Bombero Torero actu¨® a partir de las doce de la noche. Se lo juro.