Espa?a vuela hacia Atlanta
"Concentraci¨®n, defensa, paciencia y seneridad para no caer en provocaciones". Los cuatro mandamientos del seleccionador, Juan de Dios Rom¨¢n, fueron seguidos a rajatabla; los espa?oles rozaron la perfecci¨®n en la retaguardia. Aunque los ¨¢rbitros permitieron que la intensidad defensiva fuera algo m¨¢s all¨¢ de la legalidad en varias ocasiones, lo que sac¨® de quicio a los yugoslavos desde el principio fue la actuaci¨®n de sus adversarios, desde el portero Fort hasta el hombre avanzado, Esquer, que se colgaba una y otra vez en el enorme cuerpo de Nenad Perun¨ªcic con instinto animal. En el ataque, se a?oraba al lesionado Masip, pero no mucho. La prodigiosa mu?eca de Duisheb¨¢iev, a juego con la flexibilidad de sus caderas y su rapidez mental, la elegancia de Urdiales en penaltis y lanzamientos, as¨ª como el buen tono general permit¨ªan augurar una tarde hist¨®rica.Adem¨¢s, el rendimiento de los yugoslavos se ajustaba perfectamente al an¨¢lisis que Juantxo Villarreal, entrenador del Elgorriaga, hizo para este diario antes del partido: "Llegaron henchidos de soberbia, muy confiados en su potencia individual. Pero, poco a poco, han comenzado a temblar. Les veo con mil dudas, una generaci¨®n nueva sin acoplar y una floja primera l¨ªnea porque a Stef¨¢novic, uno de sus puntales, le han puesto de extremo izquierdo".
Durante la primera mitad, los yugoslavos mostraron la rabia habitual y poco m¨¢s, porque no les dejaron; los espa?oles, una ambici¨®n in¨¦dita y la concentraci¨®n propia de Anatoli K¨¢rpov cuando diputa un duelo de dos millones de d¨®lares. L¨®gicamente, la rabia se fue al descanso con el marcador en contra (12-7).
?Ser¨ªan capaces los yugoslavos de remontar? Los 3.000 entusiastas que llenaron anoche el Pabell¨®n Municipal llegaron a pensar que s¨ª cuando, a nueve minutos del final, Yugoslavia se acerc¨® a tres goles (21-18). Antes hab¨ªan pasado varias cosas: la incorporaci¨®n al ataque de V¨²jovic, el retorno de Stef¨¢novic a primera l¨ªnea y que Nenad Perun¨ªcic pudo deshacerse de sus rivales.Y entonces ocurri¨® el prodigio. El famoso ardor se contagi¨® por ¨®smosis a los espa?oles y fue alimentado por los gritos del p¨²blico. Duisheb¨¢iev mand¨® a hacer g¨¢rgaras la frialdad asi¨¢tica y se puso a dar gritos, a meter goles y a celebrarlos con rabia. Espa?a estaba en la final europea y en los Juegos de Atlanta.
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