Votos para hablar
LAS ELECCIONES celebradas el jueves en Irlanda del Norte pueden servir para desbloquear el proceso de paz, encallado desde antes de la ruptura de la tregua por parte del IRA, en febrero pasado. Pueden, pero no es seguro. De momento, los resultados reflejan un reforzamiento de las posiciones m¨¢s extremas: el Sinn Fein pasa del 10% al 15% de los votos, y en similar proporci¨®n (del 13% al 19%) crecen los unionistas radicales de lan Paisley. Por contra, tanto los cat¨®licos socialdem¨®cratas de Hume (21%) como los unionistas moderados de Triemble (24%) pierden posiciones, aunque ambas formaciones conservan los primeros puestos en sus respectivas comunidades.La polarizaci¨®n se escenific¨® muy gr¨¢ficamente el viernes por la noche, cuando el reverendo lan Paisley se retir¨® de un debate televisivo al comprobar que entre los invitados figuraba Gerry Adams, l¨ªder del Sinn Fein. Adams acababa de rechazar la exigencia del primer ministro brit¨¢nico, John Major, de un compromiso de pedir al IRA el regreso a la tregua rota en febrero como condici¨®n para admitir a su brazo pol¨ªtico en las negociaciones sobre el futuro institucional del Ulster, cuyo inicio est¨¢ previsto para el pr¨®ximo d¨ªa 10. En otras palabras, todo sigue en el aire porque no es seguro que quienes convirtieron el conflicto pol¨ªtico en un problema militar est¨¦n dispuestos a renunciar a su protagonismo.
La paradoja consiste en que, al mismo tiempo que rechazaba la condici¨®n del alto el fuego, Adams admit¨ªa no plantear de momento la reunificaci¨®n de la isla y suger¨ªa una f¨®rmula de autonom¨ªa de Irlanda del Norte bajo jurisdicci¨®n brit¨¢nica, siempre que "se respeten los derechos humanos, los criterios de justicia social y se reformen las fuerzas de seguridad". "El objetivo", a?adi¨®, "es ahora acabar con el conflicto [armado] y no poner fin a la lucha republicana, que puede continuar en otro plano".
El conflicto contempor¨¢neo de Irlanda del Norte se inici¨® a fines de los sesenta en protesta por la discriminaci¨®n de que era v¨ªctima la comunidad cat¨®lica. Discriminaci¨®n en primer lugar electoral, derivada de un sistema censitario que exclu¨ªa del derecho a voto a 240.000 ciudadanos, cat¨®licos en su mayor¨ªa, pero que se traduc¨ªa tambi¨¦n en terrenos como el mercado laboral, el acceso a las viviendas p¨²blicas y dem¨¢s servicios sociales y la filiaci¨®n -protestante- de los agentes de la polic¨ªa local. Tal situaci¨®n, o lo que quede de ella, podr¨ªa ahora resolverse f¨¢cilmente si no fuera por la amenaza de la violencia sectaria y las heridas que su vigencia durante un cuarto de siglo han dejado en la poblaci¨®n. Ni Gerry Adams ni los jefes militares del IRA ignoran que no es posible una negociaci¨®n en la que una de las partes amenaza con reanudar la violencia si los resultados no les parecen satisfactorios. Por eso es imprescindible, como m¨ªnimo, la proclamaci¨®n de la tregua.
Lo que ocurre es que para el IRA, como para todas las organizaciones militaristas, m¨¢s importante que el desenlace de la negociaci¨®n es hacer ver que su intervenci¨®n violenta ha sido decisiva en el mismo. De ah¨ª su resistencia a dejar el campo libre a los pol¨ªticos, antes neg¨¢ndose a entregar las armas y ahora incluso a formalizar un compromiso de tregua. Pero esa actitud confirma que tal intervenci¨®n no s¨®lo no conduce a la soluci¨®n de los problemas, sino que constituye un problema a?adido que impide abordarlos y enquista los conflictos.
Los buenos resultados del Sinn Fein tienen la ventaja de que permiten ser interpretados como un respaldo a su posici¨®n de dureza -no aceptar condicionamientos para participar en las conversaciones- y, a la vez, como un aval a su apuesta por la v¨ªa de la negociaci¨®n: al fin y al cabo, dureza verbal y bombas las ha habido siempre, y la novedad es que ahora los dirigentes se han comprometido en la v¨ªa de la negociaci¨®n. Ojal¨¢ que esa ambig¨¹edad sirva para que los militaristas se den por satisfechos y acepten dejar el escenario.
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