Qu¨¦ bochorno
Cuando uno es ganadero de fama, abanderado de la pureza, adalid de la bravura, no puede soltar sin bochorno y hasta casi se podr¨ªa a?adir sin oprobio, un saldo como el que se trajo Victorino Mart¨ªn a la primera plaza del mundo. Daban ganas de llorar. A la afici¨®n le daban ganas de llorar y al p¨²blico en general de echar a correr huyendo de la quema.Toro m¨¢s chico que el cuarto pocos se habr¨¢n visto en la feria; toro m¨¢s feo que el segundo, ninguno. A ese segundo lo devolvi¨® el presidente al corral por inv¨¢lido pero se sospecha que fue sobre todo por feo. Quiz¨¢ por fea, pues era tipo vaca. Esos dos y el resto estaban inv¨¢lidos por a?adidura. Y en cuanto a la decantada casta de los victorinos, aquella que encumbr¨® a la gloria al ganadero titular, se hab¨ªa esfumado.
Victorino / Fundi, Rodr¨ªguez, Higares
Toros de Victorino Mart¨ªn (dos devueltos por inv¨¢lidos), mal presentados, algunos feos, otros anovillados, ¨²ltimo con trap¨ªo y bonito, inv¨¢lidos, de media casta; 4? noble. Sobreros: 2? de Carlos N¨²?ez, regord¨ªo, manso; 5? de Cortijoliva, discreto de presencia, manso.Fundi: estocada corta (algunas palmas); aviso antes de matar pinchazo, estocada y rueda de peones (silencio). Miguel Rodr¨ªguez: estocada ladeada y rueda de peones (silencio); estocada corta (aplausos). ?scar Higares: dos pinchazos perdiendo la muleta, pinchazo -aviso-, pinchazo perdiendo la muleta y media (silencio); estocada ca¨ªda y rueda de peones (silencio). Plaza de Las Ventas, 7 de junio. 28? corrida de feria. Lleno.
Unicamente el cuarto aquel desarroll¨® la encastada nobleza propia de su estirpe y Fundi no pareci¨® enterarse muy bien. Fundi peg¨® muchos pases por la izquierda -que era el lado sensacional del victorino- sin lograr instrumentarlos con la debida templanza y armon¨ªa. La verdad es que Fundi intentaba el toreo porfiando ese pit¨®n de ensue?o, el otro alternativamente, y el toreo no le sal¨ªa. Se puso pesad¨ªsimo.
Los toreros deber¨ªan tener en cuenta que la paciencia no es inagotable. Hab¨ªa transcurrido una hora de corrida, a¨²n coleaba el segundo toro, y Miguel Rodr¨ªguez se tomaba su tiempo para banderillero, encima mal. Las cosas por su nombre: desarroll¨® unos tercios de banderillas desastrosos. Fundi, en sus intervenciones con los palos, tampoco era El Gordito, citase al coletudo cl¨¢sico en calidad de maestro rehiletero donde los haya.
Topar, revolverse, reba?ar; as¨ª se empleaban los victorinos -a salvo el cuarto-, en caso de embestida. Escarbar, amagar, medir, en caso de parada y fonda. Fundi no se confi¨® con el primero, que sac¨® genio. ?scar Higares, que recibi¨® al tercero con dos largas de rodillas, no consegu¨ªa encauzar las pegajosas embestidas en sus m¨²ltiples, intentonas de torearlo, muy abierto el comp¨¢s. El sexto, un precioso ejemplar c¨¢rdeno claro, guapo de cara, sac¨® esa media casta poco de fiar que se han tra¨ªdo los victorinos de la nueva hornada, y ?scar Higares lo mulete¨® voluntarioso.
Miguel Rodr¨ªguez no lidi¨® ning¨²n victorino: se los devolvieron al corral. Y los sobreros desarrollaron mansedumbre en distinto grado. La del N¨²?ez, blandorra, y su media arrancada dificultaba la tenaz, porf¨ªa del diestro para cuajar esos pases largos de redondeada factura que a la afici¨®n gusta y divierte. La del Cortijoliva, alborotona y sansirol¨¦. Su morucha catadura impidi¨® tambi¨¦n que Miguel Rodr¨ªguez pudiera desplegar el toreo bueno, pero antes hab¨ªa provocado inquietantes situaciones.
Debieron anunciarlo: "Primer tercio. Escenas matritenses". Y esas escenas consistieron en que el picador perdi¨® la puya, el toro aprovech¨® para embestir al caballo por el lado contrario, el caballo huy¨® despavorido, el picador desmont¨® presto, apeado en marcha se peg¨® la gran costalada y dej¨® en el castore?o un aboll¨®n.
El toro volvi¨® a por ellos, pies para qu¨¦ os quiero, las mujeres y los ni?os primero, monosabios al quite blandiendo nerviosos su varita, uno intentando frenar al caballo aterrado y coceante, afanar de cuadrillas, carreras, regates, ayes y gemidos, revuelo de capotes; el Pimpi -que es el amo de la cuadra- medio corpach¨®n asomando por cima la barrera, hecho un basilisco y abronc¨¢ndolos a todos. El toro, mientras tanto, ajeno a los furiosos denuestos del Pimpi, haciendo limpia de personal; el picador que va a tomar el olivo, el castore?o abollado campane¨¢ndole la coronilla...
?Qu¨¦ momento, se?or, qu¨¦ momento! Y a eso lo llaman lidia, a eso fiesta brava, a eso primera plaza del mundo. Verg¨¹enza da decirlo.
Babelia
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