EL CUADERNO DE VALDANO
Hay que so?ar a lo grande: Desde afuera llegan est¨ªmulos pero es en la cabeza del jugador donde las virtudes se convencen y se hacen arm¨®nicas. Hay jugadores con una confianza casi insolente en s¨ª mismos que entran sin golpear (Ra¨²l o Jordi Cruyff son los ejemplos m¨¢s a mano); y otros de moral quebradiza (pienso en Raducioiu o, con m¨¢s raz¨®n a¨²n, en Bergkamp, siempre un escal¨®n m¨¢s abajo de los que esperamos). Sin voracidad es dif¨ªcil sobrevivir entre los mejores de la alta competici¨®n.Cuentan que en la d¨¦cada de los sesenta lleg¨® al Santos de Brasil un joven flaco y atrevido con un atadito de ropa como todo equipaje, a reclamar una prueba. Como eran tiempos en que los n¨²meros defin¨ªan una posici¨®n ¨¦l dijo que jugaba de 10.
-Pero ah¨ª tenemos a Pel¨¦- le aclar¨® el entrenador.
-Ya lo pens¨¦- contest¨® mi modelo de confianza en s¨ª m¨ªsmo.
-Y creo que la soluci¨®n es que Pel¨¦ juegue un poco m¨¢s adelante.
Exageraba, pero sin algo de delirio no hay manera de llegar a ninguna parte.
Maldini. En el primer partido sufri¨® a Kanchelskis (dos motos como piernas) y a Kiriyakov (una culebra en la cintura). En los dos casos tuvo problemas pero los resolvi¨® con la inteligencia, la verg¨¹enza y la categor¨ªa de un grande. Estamos hablando del mejor lateral izquierdo de la ¨²ltima d¨¦cada, pero a los jugadores, incluso a los grandes, se los mide a fondo en las dificultades. Al r¨¢pido lo cuerpeaba y se le cruzaba delante para no dejarlo desarrollar velocidad. Como la carrera la perd¨ªa, llevaba el duelo al terreno de la fricci¨®n y la picard¨ªa. Al h¨¢bil no le crey¨® ni un s¨®lo amague. Retroced¨ªa. Le respond¨ªa con otro amague y as¨ª esperaba su momento. A cada problema lo descifr¨® como corresponde. Cuando Kiriyakov super¨® a Maldini dos veces seguidas,, yo, en la grada, me acord¨¦ de un duro marcador experto en leyes del hampa futbol¨ªstica, que sol¨ªa decir que "no se puede jugar a dar patadas pero hay patadas que no pueden dejar de darse". Cuando termin¨¦ de redondear la frase en la imaginaci¨®n, Maldini ya hab¨ªa apretado el bot¨®n rojo: se jug¨® la tarjeta amarilla con una entrada muy fuerte. Acostumbrado como estoy a ver jugadores que miran el banquillo para que el entrenador le preste auxilio cuando el partido se mete por atajos imprevistos, me result¨® admirable ver a Maldini jugar varios partidos en uno y responder a cada uno de ellos con el orgullo, el oficio y la inteligencia de un grande en serio. No de grandes mentirosos, que abundan.
Los lugares. El futbolista talentoso, adem¨¢s de confianza, necesita de una posici¨®n en donde sus virtudes se sientan c¨®modas. Creo en los especialistas antes que en los polifuncionales, de modo que sufro viendo a Del Piero haciendo de depredador cuando la naturaleza lo dot¨® con valores contemplativos. Sufro a¨²n. m¨¢s cuando escucho decir que "no se adapt¨®". En esos casos yo prefieron pensar que el inadaptado es el entrenador por sacar al pez de la pecera y pedirle que nade. ?M¨¢s casos? Seedorf no es defensa central y ejerci¨®, mal, contra Suiza; a los 20 minutos del encuentro estaba ya en la ducha. Onopko era el mejor de Rusia en su partido contra Italia haciendo de central cuando su equipo perd¨ªa el bal¨®n y de mediocampista cuando lo recuperaban, en el segundo tiempo lo enjaularon como l¨ªbero: adi¨®s Onopko y adi¨®s Rusia.
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