La ciudad nueva que surgi¨® del lodo
Las chabolas de 28 barrios de Madrid se convirtieron en viviendas dignas y parques por la presi¨®n vecinal
El barro se hizo carne de ciudad. En las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, 28 barrios madrile?os han dejado atr¨¢s las chabolas y se han convertido en pisos dignos, escuelas, parques y centros culturales. La metamorfosis urbana, conocida como el Programa de Barrios en Remodelaci¨®n, es, seg¨²n los expertos de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE), la mayor operaci¨®n europea de vivienda p¨²blica.Las cifras de este programa, iniciado en 1979 con la UCD y casi concluido, son gigantescas: 38.540 pisos, 150.000 personas realojadas y una inversi¨®n p¨²blica de unos 250.000 millones de pesetas. Ninguno de esos n¨²meros hubiesen llegado a concretarse sin la participaci¨®n de los vecinos, que consiguieron cambiar su suerte tras a?os de movilizaciones.
La historia de la remodelaci¨®n comienza con el ¨¦xodo rural de la d¨¦cada de los cincuenta. El campo extreme?o, andaluz y manchego sufren a¨²n las consecuencias de la guerra civil, pero en Madrid empieza el desarrollo urban¨ªstico. Hace falta mano de obra barata y una di¨¢spora de labriegos y jornaleros llega al foro con una maleta llena de ilusiones como ¨²nico patrimonio. Muchos son perdedores por partida doble porque, adem¨¢s de pobres, pertenecen al bando republicano.
Como no tienen medios y tampoco ha y viviendas disponibles en la ciudad se asientan en los caminos del arrabal. Se afincan cerca de las carreteras y v¨ªas de tren que les traen desde sus pueblos: en Orcasitas, los toledanos; en Fuencarral, los leoneses; en Vallecas, los andaluces. Buena parte de ellos compran a plazos un trozo de suelo, r¨²stico y no edificable, a los antiguos propietarios agr¨ªcolas que ven en estos colonos un fil¨®n. Esos terratenientes ense?an unos planos donde han trazado algo que llaman calles.
Con ayuda de vecinos y familiares van levantando peque?as casetas de ladrillo, teja y adobe que recuerdan a las viviendas de sus pueblos de origen. Carecen de agua corriente, luz y ba?o. A menudo, toda la familia duerme en la misma estancia. Lo principal es poner el techo y meter dentro a la familia para poner m¨¢s dif¨ªcil la demolici¨®n a las autoridades. Con los a?os, esquivando a los guardias, a?aden m¨¢s habitaciones o un ba?o en el corral.
"La Administraci¨®n manten¨ªa una actitud ambivalente de reprimir y tolerar; de vez en cuando derribaba alguna chabola, pero, en general, dejaba hacer porque ¨¦ramos la mano de obra que precisaba la ciudad", explica Miguel ?ngel Pascual, hist¨®rico l¨ªder vecinal de uno de estos barrios, el Pozo del T¨ªo Raimundo, que de 1987 a 1992 lleg¨® a ser gerente del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima). Funcion¨® el correveidile y los pioneros avisaban a los que quedaron en el pueblo: en 1954 hab¨ªa en el Pozo 70 chabolas, tres a?os despu¨¦s eran 1.714.
Un mar de precarias casas bajas llen¨® zonas del Puente de Vallecas como Entrev¨ªas, el Pozo y Palomeras; de Usera, como Orcasitas, y de Carabanchel, Latina y Fuencarral. En 1956, la Comisar¨ªa General de Ordenaci¨®n Urbana elabor¨® un plan de erradicaci¨®n del chabolismo y levant¨® poblados dirigidos, agr¨ªcolas y de absorci¨®n. "Pero no se consigue erradicar el problema", a?ade Pascual.
En 1964 se aprueba la Ley de Asociaciones y los vecinos de esos barrios empiezan a organizarse para conseguir luz, agua y alcantarillas. Nacen as¨ª, en 1968, las primeras asociaciones de vecinos. Palomeras es pionera; le siguen Orcasitas y el Pozo. La lucha por la mejora de las condiciones de vida se entreteje con las reivindicaciones pol¨ªticas y el movimiento ciudadano da cobijo a los partidos, entonces ilegales.
Pero ese caldo de cultivo no estalla hasta que, en la d¨¦cada de los setenta, algunos de estos barrios empiezan a estar amenazados por planes urban¨ªsticos que pasan sobre ellos sin tenerlos en cuenta. Los chabolistas sienten que se les va a echar sin miramientos de su terreno conquistado.
F¨¦lix L¨®pez Rey, actual concejal de IU y dirigente vecinal de Orcasitas hasta 1979, recuerda que en este barrio la espoleta de las protestas fue un plan parcial promovido por los terratenientes que inclu¨ªa la expropiaci¨®n de las casetas y la construcci¨®n de pisos sobre ellas sin aclarar qu¨¦ har¨ªan con los chabolistas. Y estos se movilizan: "De aqu¨ª no nos echan"; "vamos a por vivienda y aqu¨ª mismo". La palabra expropiaci¨®n est¨¢ en boca de todos los colonos. Ah¨ª comenz¨® la pelea principal de toda la reforma: lograr casas para los chabolistas en el mismo barrio, no en una nueva periferia. Pero la lucha contra la Administraci¨®n no estuvo exenta de fricciones entre los afectados.
"Los que viv¨ªan de alquiler en las chabolas quer¨ªan conseguir viviendas nuevas y muchos pe- que?os propietarios de casetas tambi¨¦n, pero hab¨ªa quien se negaba de forma tajante a la expropiaci¨®n; hubo asambleas muy tensas y el FRAP lleg¨® a amenazarnos a algunos por aceptar las expropiaciones; creo que, al final, casi todos los afectados se han dado cuenta de que salimos ganando", a?ade L¨®pez-Rey. Las asociaciones viven en continua asamblea y movilizaci¨®n. "Hab¨ªa asamblea los mi¨¦rcoles, jugase o no jugase Cruyff", recuerda jocoso Jos¨¦ Manuel Bringas, economista y gestor de buena parte de la operaci¨®n por encargo de los vecinos.
Comienzan a negociar con el Gobierno de UCI). Por fin, en 1979, el Gobierno dicta una orden comunicada que da carta de legalidad a la remodelaci¨®n de28 barrios de la capital y a otro de Chinch¨®n. Algunas obras ya hab¨ªan comenzado tres a?os antes en Orcasitas. A los tradicionales asentamientos de casas bajas al plan de reforma se suman barriadas de promoci¨®n oficial que estaban ya en estado ruinoso.
Los vecinos consiguen algo inusitado hasta el momento: cogestionar la operaci¨®n urban¨ªstica. Eligen a la mitad de los equipos t¨¦cnicos, hacen el seguimiento de las obras y deciden sobre materiales y formas de construcci¨®n. Les asesoran equipos de arquitectos y abogados vinculados a la izquierda.
"El Gobierno era d¨¦bil, ten¨ªa mala conciencia y miedo a la movilizaci¨®n vecinal, a los comunistas, como ellos pensaban; eso hizo que consigui¨¦ramos lo que quer¨ªamos", explica Emilio Fern¨¢ndez, entonces dirigente vecinal de Orcasitas y vinculado desde hace a?os al Ivima. En Palomeras se crea OREVASA, una sociedad p¨²blica que se encarga de la remodelaci¨®n y en la que participan instituciones y vecinos.
En 1982, cuando los socialistas llegan al poder, se ha iniciado ya el 66% de los pisos y s¨®lo quedan por contratar las obras de 10.000. "La primera tentaci¨®n del PSOE fue liquidar una operaci¨®n tan costosa, tan favorable para los afectados pero tan poco solidaria con el resto", afirma Pascual. Pero el plan no tiene ya marcha atr¨¢s. Eso s¨ª, hay muchos cabos que atar porque la orden comunicada no ten¨ªa fuerza legal suficiente.
Santiago de la Fuente, primer director provincial del Ministerio de Obras P¨²blicas con los socialistas, recuerda que en 1982 la remodelaci¨®n ten¨ªa muchos cabos sueltos. El primer cometido del nuevo Ejecutivo fue dictar un Real Decreto en 1984 que fijase el precio de los pisos y su tama?o, el censo de personas a realojar y la firma de los contratos de compraventa para los pisos ya entregados.
"Se suele decir que la Administraci¨®n fue a remolque de todo el programa, pero creo que no fue as¨ª, aunque el motor de todo fue la protesta vecinal; exist¨ªa voluntad pol¨ªtica, y prueba de ello es que en 1983 la direcci¨®n ten¨ªa s¨®lo un presupuesto de 1.500 millones, cuando necesitaba 45.000, y ese dinero se sac¨®", explica.
La operaci¨®n se puede dar por finalizada. S¨®lo quedan flecos en La Ventilla y Valdeacederas, donde 1.400 familias, de las 2.344 a las que se les prometi¨® una vivienda digna, a¨²n est¨¢n pendientes de realojamiento. Ochocientas hect¨¢reas de infravivienda son ahora ciudad.
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