Qu¨¦ libertad
Un grupo de profesores de instituto de un ¨¢rea semiperif¨¦rica de Madrid -que adem¨¢s son directores- no pueden por menos que expresar su preocupaci¨®n ante las primeras declaraciones de varios miembros del nuevo equipo ministerial y la coyuntura delicada de implantaci¨®n de las ense?anzas previstas en la LOGSE.No es un secreto para nadie que la ense?anza p¨²blica pasa' por una fase problem¨¢tica de cambio. Su expansi¨®n cuantitativa, al socaire del desarrollo econ¨®mico de las ¨²ltimas d¨¦cadas, no ha tenido la correlaci¨®n deseada con un nivel equiparable de calidad. El esfuerzo de los ¨²ltimos a?os ha contribuido a que los centros est¨¦n mucho mejor organizados y equipados y ofrezcan un mejor servicio a la ciudadan¨ªa, pero no es suficiente.
Las perspectivas de que la reforma del sistema educativo supusiera una posibilidad para avanzar en la calidad se han esfumado en parte por mor del eterno contexto de crisis econ¨®mica, aparte de otras circunstancias poco propicias que se refieren a los centros y su organizaci¨®n, al profesorado, al alumnado, etc¨¦tera. Por si fuera poco, corren malos tiempos para el llamado Estado de bienestar (en el que la escuela p¨²blica ha encontrado su dimensi¨®n m¨¢s exacta), atacado por las ideas del nuevo liberalismo fundamentalista: privatizaci¨®n, exaltaci¨®n exagerada del individualismo, una idea de libertad muy escorada hacia el servicio a intereses concretos (en el campo de la ense?anza parece que no hubiera otra libertad que la de elegir centro), el mito de aplicar la "gesti¨®n empresarial racionalizada" en todo los ¨®rdenes.
Sorprende que buena parte de las declaraciones de personas pertenecientes al nuevo equipo ministerial, empezando por la ministra, hayan discurrido por esta v¨ªa del "nuevo liberalismo". Curiosamente entroncan mucho m¨¢s con la l¨ªnea ultramontana de los restauracionistas de Pidal, a finales del siglo pasado, que con la vertiente bastante m¨¢s fecunda de pol¨ªticos de aquel periodo, a los que su vinculaci¨®n a los sectores sociales hegem¨®nicos no impidi¨® un sentido bastante claro de apoyo a la escuela p¨²blica, que no estatal. En los textos de Jos¨¦ Lu¨ªs Albareda, Montero R¨ªos, Garc¨ªa Alix o Romanones hay una defensa, entre otros principios, de la libertad de c¨¢tedra, de la funci¨®n del Estado como promocionador y gestor de la ense?anza p¨²blica y del papel integrador que ¨¦sta cumpl¨ªa. Pero no parece ir por ah¨ª el liberalismo de nuevo cu?o.
Nos preocupan estas primeras manifestaciones -no por apresuradas menos program¨¢ticas- porque coinciden con la crisis te¨®rica y pr¨¢ctica del Estado de bienestar y la deslegitimaci¨®n de todo lo p¨²blico y, en el campo de la ense?anza, la pretensi¨®n de reducir al Estado a la condici¨®n de mero agente subsidiario. Desde nuestra ¨®ptica, la ense?anza privada, tal y como est¨¢ montada en Espa?a, se aleja del sentido de lo p¨²blico porque encubre un concepto de escuela como negocio, visible en que tiene como objetivo los sectores sociales. m¨¢s influyentes -de ah¨ª la ubicaci¨®n de sus centros-, en la selecci¨®n que se realiza del alumnado, en los cobros encubiertos bajo mil justificaciones en los centros concertados, en la reticencia al pago delegado, en la reclamaci¨®n de f¨®rmulas de financiaci¨®n que permitan disponer de las partidas directamente... En estas condiciones, la escuela contribuye a perpetuar las diferencias sociales, los padres eligen los centros por el prestigio de lo no gratuito, la exclusividad de un determinado nivel social en el alumnado, la b¨²squeda de relaciones sociales con vistas al futuro, etc¨¦tera. Por ¨²ltimo las ideas de "eficacia" y "competitividad", tan generosamente pregonadas por el nuevo equipo ministerial, implican el desarrollo de una mentalidad individualista a ultranza, en la l¨ªnea de una interpretaci¨®n abusiva del darwinismo aplicado al campo social.
Para nosotros, la ense?anza p¨²blica debe enmarcarse en el contexto de un "Estado social de derecho" tal y como establece la Constituci¨®n de 1978. El Estado liberal de derecho sostuvo la idea de que las instituciones p¨²blicas deb¨ªan limitarse a garantizar el orden jur¨ªdico para proteger y promocionar las iniciativas privadas (no se insist¨ªa en su financiaci¨®n) cuya suma conseguir¨ªa el anhelado bienestar social (?). Al Estado s¨®lo le quedaba la posibilidad de actuar para cubrir carencias o asumir actividades no rentables para los intereses privados.
Por el contrario, entendemos que un Estado social de derecho debe tener un car¨¢cter activo y positivo para hacer que los derechos que garantiza la Constituci¨®n no queden en meros principios de pol¨ªtica social y econ¨®mica. Desde ese enfoque, la escuela p¨²blica significa: 1.El deber por parte del Estado de ofrecer a todos una educaci¨®n de calidad, pluralista, cr¨ªtica y participativa. Este objetivo, cuando los recursos son limitados y lo son siempre, es anterior al de financiar cualquier otra iniciativa en el campo de la ense?anza. 2. La libertad, entendida en todas sus dimensiones, incluyendo la olvidada, y hasta denostada, libertad de c¨¢tedra. 3. La integraci¨®n e igualaci¨®n social, en cuanto que el servicio p¨²blico de la ense?anza act¨²a como mecanismo redistribuidor de la renta.
En las circunstancias actuales, la desventaja de la escuela p¨²blica es evidente respecto a ciertos centros selectos de la privada, y pretender comparar la eficacia de aqu¨¦lla con la de ¨¦stos resulta improcedente si no se tienen en cuenta una serie de condicionamientos econ¨®micos, sociales e ideol¨®gicos. Baste pensar en la pertenencia social, cultural y econ¨®mica del alumnado, en la cualificaci¨®n y expectativas de los padres, en las dotaciones materiales... Y ello sin olvidar que la supuesta mayor eficacia de la gesti¨®n empresarial privada se suele apoyar, en parte, en la total ausencia de cr¨ªtica y en el sometimiento del trabajador a unas r¨ªgidas reglas de juego impuestas bajo el implacable argumento de la escasez y precariedad del empleo.
Bajo esta ¨®ptica, situar por encima de cualquier otro objetivo la elecci¨®n de centro resulta una falacia, y una pol¨ªtica basada en tal objetivo puede conducir a la ense?anza p¨²blica a la marginalidad, confin¨¢ndola a ¨¢reas geogr¨¢ficas y sectores sociales que nunca podr¨¢n hacer uso de ese derecho (periferias urbanas, ¨¢reas rurales, colectivos socialmente rechazados) lo que no deja de ser ya una realidad. Todas estas reflexiones debieran ser tenidas en cuenta antes de anunciar el prop¨®sito de cerrar centros por "falta de eficacia, aunque sean p¨²blicos".
Somos ante todo funcionarios de ese Estado social de derecho que establece nuestra Constituci¨®n y queremos que nuestra actividad sea efectiva para garantizar a los ciudadanos, en especial a los que menos tienen, los servicios que les corresponden, pero en plenitud y no en plan residual. Creemos que ser¨ªa una sinraz¨®n desaprovechar las posibilidades de la red p¨²blica de la ense?anza, su eficacia (que la tiene) y la calidad de su profesorado. Esperamos que desde el Ministerio se sirva a ese Estado y al modelo principal de escuela que debe promocionar como titular que es de la misma. Nuestra colaboraci¨®n en esa tarea ser¨¢ decidida y entusiasta.
Concepci¨®n Cervera Jover, Pedro Bermejo Garc¨ªa y Jos¨¦ Manuel Delgado Nieto son directores de los institutos de educaci¨®n secundaria (IES) de Madrid Garc¨ªa Morato, Emilio Castelar y Antonio Machado, respectivamente. Tambi¨¦n suscriben este art¨ªculo los directores Alfredo Gil Martinez (Emperatriz Mar¨ªa de Austria), Fernando L¨®pez-Mesas Colomina (Miguel Servet), Mar¨ªa Jos¨¦ Montes Fuentes (Mar¨ªa de Molina), Alicia P¨¦rez Rodr¨ªguez (Mariano Jos¨¦ de Larra), Luis Miguel Ruiz Poveda (Celestino Mutis), Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez S¨¢nchez (Orcasitas).
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