IRPF
Intentaba convencer a mi cu?ada para que superara la tentaci¨®n ¨¢crata de tirarse al monte de la insumisi¨®n fiscal. Casi la ten¨ªa convencida con la cantilena habitual de estas fechas: "es necesaria tu contribuci¨®n", "alguien tendr¨¢ que pagar los hospitales y las medicinas de la Seguridad social", cuando uno de los nuevos barandas de la econom¨ªa-Hacienda nos espet¨®, sin anestesia: "En Espa?a, los ricos de verdad no pagan impuestos". "?Lo ves, panoli?", me dijo retadora y continu¨®, dominadora de la situaci¨®n, "aqu¨ª s¨®lo pagan los pensionistas y los que tenemos un sueldo fijo".Seguramente los "ricos de verdad" lo siguen siendo y "no pagan impuestos" porque est¨¢n bien asesorados por t¨¦cnicos fiscales e inspectores de Hacienda que pidieron la excedencia para predicar la buena nueva del "si usted paga es porque quiere, se?ora condesa". Entre la nobleza y la pol¨ªtica quedan pocos ejemplares de inspectores en las reservas de Hacienda. Saben que en pol¨ªtica, oye, lo que se propongan: el que no llega a presidente del Gobierno llega a alcalde de Madrid, y as¨ª sucesivamente.
A los peatones de la historia, agazapados tras una pensi¨®n o una nominilla, este a?o Hacienda nos ha gritado el "yo que t¨² no har¨ªa ning¨²n movimiento, forastero. Sabemos qui¨¦n eres y te tenemos rodeado". ?Qu¨¦ otra cosa es, si no, el c¨®digo de barras que nos identifica indubitablemente? Hasta ahora uno no sab¨ªa bien si, como dice el bolero, "somos un sue?o imposible que busca la noche" o, como nos recordaba Caballero Bonald, "somos el tiempo que nos queda". Se acabaron las dudas existenciales, nada m¨¢s que esto somos:
Esto es s¨®lo el principio, llegar¨¢ un tiempo en que, al espa?olito que venga al mundo, no le va a salvar ni Dios de que le estampen un c¨®digo de barras en la paletilla para tenerle controlado desde la incubadora a la incineradora.
Entre la declaraci¨®n de la renta, el calor, las mariposas polillas, las orugas, el juego de la selecci¨®n espa?ola en la Eurocopa y la comprobaci¨®n de que con este cuerpo sobrado de carnes no vamos a ninguna parte, si no cae uno en la depresi¨®n ser¨¢ un milagro. Aunque para milagros los que nos ofrecen algunos productos cuyos fabricantes se deben estar forrando. Entre mis "favoritos" est¨¢ un aparatito que emite unas ben¨¦ficas ondas electromagn¨¦ticas que le sirven a usted para la memoria, la depresi¨®n, el cansancio, la. apat¨ªa, el pesimismo, los nervios y la concentraci¨®n en el estudio. ?Ah¨ª es nada! Otro es el que promete firmeza en los serios: "la firmeza de los 20 a?os". ?Alguien pondr¨¢ fin a estos desmanes? ?Por qu¨¦ tenemos que soportar la impertinencia de "el tabaco perjudica seriamente su salud" en cada cajetilla y nadie obliga a estos embaucadores a poner en el envase de los productos-milagro una leyenda de este tenor: "este producto carece de garant¨ªa cient¨ªfica para conseguir los efectos prometidos"?
Descartados estos productos, los f¨¢rmacos y la telebasura, creo que ya s¨®lo nos quedan los Cursos de Autoestima que se anuncian en farolas y marquesinas, para afrontar el verano con empuje y superar el s¨ªndrome IRPF que nos mantiene acoquinados ante una Hacienda omnipotente, capaz de hacernos en cualquier momento la paralela, que viene a ser la versi¨®n pac¨ªfica "de "dar el paseo", de nuestra guerra incivil. Los cursos nos prometen "mejorar la relaci¨®n con uno mismo" que, en este momento, no es otra cosa que el orteguiano "yo soy yo y mi fiscalidad". Estoy convencido de que los psic¨®logos, cuando indagan en nuestra personalidad, ya no se interesan por nuestra infancia, nuestras, relaciones familiares o nuestra sexualidad, nos preguntan a quemarropa: "Fiscalmente, ?c¨®mo se siente usted? ?preocupado, deprimido, exultante o indiferente?".
As¨ª est¨¢n las cosas. Como ¨²ltima voluntad, a los responsables de Hacienda les pido que cuando vayan a tatuarme el c¨®digo de barras en el lomo, suenen los acordes de Tatuaje, de Do?a Concha Piquer, para as¨ª so?ar que me est¨¢n grabando tu nombre, Claudia Schiffer.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.