Solo contra el Tour
Indur¨¢in puede ganar o no su sexto Tour, por a?adidura consecutivo, y convertirse, ya sin el menor asomo de discusi¨®n, en el mayor ciclista de todos los tiempos. Pero varias previsibles novedades podr¨ªan hacer especialmente hist¨®rica esta edici¨®n de la gran prueba francesa.En alguna de las cinco ocasiones anteriores, el navarro ha experimentado, seguramente, m¨¢s dificultades de lo que aparentaba para llegar el primero a los Campos El¨ªseos, pero jam¨¢s dio la sensaci¨®n de que estuviera poniendo todo lo que posee en la balanza para obtener la victoria.
Si la idea del corredor bi¨®nico a la que tantos hemos recurrido, en la grata hip¨¦rbole de la ¨¦pica deportiva, pod¨ªa ser graciosa e incluso relativamente acertada por lo que le separaba de sus competidores, parece mucho m¨¢s exacta, hoy, la imagen del supremo administrador, ec¨®nomo de sus propias fuerzas; algo as¨ª como el mejor consejero delegado de s¨ª mismo, que invert¨ªa con el m¨¢ximo tino tanto y tanto en gasto f¨ªsico, acopio psicol¨®gico, estrategia de ruta y t¨¢ctica de estocada final.
Y, pudiera ser que en esta ronda se vea en la necesidad de hacer una inversi¨®n sin paliativos, que no pueda dejar de poner toda la carne en el asador cuantas veces haga falta. En cierto modo, es como si tuviera que jugar por primera vez con cartas descubiertas no al excelente p¨®quer tapado que tan certeramente ha practicado en otras ediciones.
De esa manera, la carrera ser¨ªa, mas que nunca, la de Indur¨¢in contra s¨ª mismo, no por injustificado desprecio hacia sus rivales, sino porque ni siquiera ese gran apostador de su propia persona puede saber cu¨¢les son los l¨ªmites presentes o futuros de su capacidad de epopeya.
No hemos visto m¨¢s que en alg¨²n fugaz momento, en el que la mayor¨ªa ni siquiera cre¨ªmos del todo, a un Indur¨¢in agon¨ªstico que echara el resto sobre la mesa. Incluso cuando qued¨® tercero en su ¨²ltimo Giro, tras desencadenar una ofensiva tous azimuts en aquella etapa con un mont¨®n de monta?as, todos sab¨ªamos que le quedaba un Tour por delante, que la vuelta italiana no era el lugar para jugar al todo o nada, y que Indur¨¢in iba al Giro para que el Giro sirviera a sus intereses, y no al rev¨¦s. Por ello, Indur¨¢in no perdi¨® propiamente aquel Giro, sino que su intuici¨®n formidable le indic¨® que ya hab¨ªa apostado m¨¢s que suficiente para lograr la victoria, aunque no pudiera hacerla suya.
Nada de eso vale para el Tour. Si el que puede ganar la prueba francesa no la gana, es el Tour el que le ha derrotado tanto o m¨¢s que cualquiera de sus adversarios. Y un gran campe¨®n ha de jugar siempre a vencer al Tour para seguirlo siendo, por digna que pueda resultar, a la postre, su derrota.
Sus contrincantes, Z¨¹lle, no sabemos si todav¨ªa Rominger, alguno de esos italianos que salen de d¨®nde menos se espera, pero que en los ¨²ltimos a?os s¨®lo ganan los premios de consolaci¨®n, la relativa inc¨®gnita de Olano, o uno de esos rusos que triunfan m¨¢s bien en lo inesperado, no son, en esta ocasi¨®n, lo que m¨¢s importa.
A Indur¨¢in s¨®lo le puede derrotar el Tour el d¨ªa en que tenga que gastar sin ¨¦xito la totalidad de su capital ciclista. No es seguro, sin embargo, que eso suceda, porque de la perspicaz lectura de la historia que siempre ha hecho el de Villaba, no hay que descartar que sea un d¨ªa capaz de retirarse antes de conocer la derrota, sabedor de que ya la tiene ah¨ª, a la vuelta de la etapa.
Por eso, puede ser tan apasionante este sexto asalto del campe¨®n espa?ol. Porque es posible que tenga que luchar por primera vez solo contra el Tour.
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