Hacerse la oposici¨®n
Los resultados del escrutinio del 3 de marzo parec¨ªan marcar el fin de los penosos triunfalismos de otras veces. Era el camino de la alternativa sin extrav¨ªncere. Dos meses despu¨¦s, el 3 de mayo, en su discurso inicial de la sesi¨®n de investidura ante el Pleno del Congreso de los Diputados el candidato a la presidencia del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, lo reconoc¨ªa al afirmar que su programa se basaba "en la confianza en la sociedad espa?ola, porque en los pr¨®ximos a?os el protagonismo de este esfuerzo modernizador ha de corresponderle m¨¢s intensamente a ella". Por eso a?ad¨ªa que "a los poderes p¨²blicos les compete servir con m¨¢s modestia y mejor a la sociedad espa?ola". Pero en unas semanas hemos pasado de enaltecer el protagonismo de la sociedad y de entender la funci¨®n de los poderes p¨²blicos como modesto servicio, a proclamar el valor de hito hist¨®rico de cualquier orden ministerial remitida al Bolet¨ªn Oficial del Estado. Asombra todo ello cuando se ven¨ªa de aceptar como ventajosa la carencia en Aznar del malhadado carisma felipista.Los analistas se?alaban las diferencias entre los ajustad¨ªsimos resultados favorables obtenidos el 3 de marzo por el PP de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y la arrolladora victoria de los socialistas de Felipe Gonz¨¢lez el 28 de octubre de 1982. La aniquilaci¨®n del partido de la UCD que, con Leopoldo Calvo Sotelo al frente del Gobierno, hab¨ªa convocado las elecciones abri¨® el camino a un poder desequilibrado, sin contrastes, sin alternativa. As¨ª permanecimos durante a?os. El PSOE, al sentirse derrotado en 1979, se afan¨® primero en romper el p¨®ster electoral de Adolfo Su¨¢rez, contra el que la contienda hubiera sido mucho m¨¢s dif¨ªcil, y en aupar la figura de Fraga -recordemos c¨®mo insist¨ªan en que a don Manuel le cab¨ªa el Estado en la cabeza- porque ve¨ªan en ¨¦l la m¨¢s segura garant¨ªa del propio triunfo. Un triunfo tan holgado en el margen como indeterminado en el tiempo. Hubo de transcurrir una d¨¦cada para que empezara a forjarse con el regreso al centro una alternativa de Gobierno nucleada por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, quien en seguida fue presa de la impaciencia por instalarse en la Moncloa
As¨ª que las urnas de marzo, expresi¨®n elogiada hasta la n¨¢usea de la sabidur¨ªa del pueblo espa?ol, traduc¨ªan una voluntad de equilibrio que parec¨ªa ajena al. paroxismo unamuniano tan propio del solar ib¨¦rico. Los del PP llegaban al Gobierno despu¨¦s de laboriosos pactos pero lo hac¨ªan acompa?ados desde el primer momento por una alternativa abanderada por el PSOE. Los socialistas abandonaban los ministerios sin resistencia pero todo presagiaba que continuaban en elp9der. Su grupo parlamentario, con 141 esca?os, deber¨ªa ser tenido en cuenta para cualquier modificaci¨®n sustancial vinculada a los qu¨®rum reforzados que exije la Constituci¨®n. Los errores que acompa?an la acci¨®n de cualquier Gobierno se hicieron presentes enseguida pero el ruido de los desastres arrastrados de la etapa anterior por los socialistas empez¨® a producir la mudez de los llamados a ajercer como oposici¨®n. El asunto GAL continu¨®. en primera p¨¢gina y otros acompa?amientos como el navarro se sumaron para otorgar indulgencia plenaria a los nuevos inquilinos de la Moncloa.
Se impone pues que el PP tome a su cargo adem¨¢s de las responsabilidades del Gobierno, las que corresponden a la oposici¨®n, igual que lo hicieron algunos benem¨¦ritos socialistas cuando sus compa?eros ocupaban los ministerios. Esperemos que entre aquellos que se sienten descolocados y los que anteponen el cultivo de los principios a la avidez del poder inmediato llegue pronto a constituirse en el PP un grupo autocr¨ªtico capaz de hacerse la oposici¨®n. Mientras tanto anuncio que algunos penitentes antes de arrodillarse en el confesionario -atentos que vuelve la confesi¨®n de boca- han establecido la costumbre de proceder a un barrido electr¨®nico preventivo de indeseadas escuchas y que en medio de tantas privatizaciones va a acelerarse la nacionalizaci¨®n del Himno Nacional.
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