La gran teor¨ªa final
ElSol da una vuelta completa por la galaxia en el tiempo en el que la Tierra da 250 millones de vueltas en tomo al Sol, mientras que la Luna se est¨¢ 27 d¨ªas y medio para girar alrededor de la Tierra, en cuya atm¨®sfera una gota de agua cae hasta estrellarse sobre el c¨¦sped donde un bal¨®n avanza a golpe de puntapi¨¦s. Todos esos movimientos, en escenarios tan distintos y distantes, se describen con un mismo pu?ado de leyes. De ah¨ª la grandeza de la mec¨¢nica: infinitos casos y situaciones responden a dos o tres f¨®rmulas breves, compactas... y elegantes. Eso es reduccionismo, pero reduccionismo del bueno, reduccionismo por oficio, el reduccionismo de la inteligibilidad cient¨ªfica. En tal reduccionismo creemos cuando confiamos en un vuelo transoce¨¢nico o en un medicamento.Una civilizaci¨®n milenaria, una persona centenaria, una oveja veintia?era, una medusa pentamesina y una bacteria decaminutina son entes que pasan por esta vida mostrando comportamientos poco comparables entre s¨ª, francamente. Sin embargo, la esencia de sus singulares t¨¢cticas y estrategias se explica seg¨²n leyes muy generales y sencillas, a saber y por ejemplo, comer y no ser comido. De ah¨ª nuestra comprensi¨®n por el nacionalismo cr¨®nico, por el cazador hipocondriaco, por el susto permanente del ganado, por la transparencia como idea de despiste en el mar o por la versatilidad metab¨®lica de ciertos microorganismos. En ciencia, comprender es clasificar, reducir, comprimir. La compresi¨®n es comprensi¨®n. Lo que no se puede comprimir, como las propias leyes, es tambi¨¦n lo que ya no se puede comprender.
Comprender una ley de la naturaleza significa entonces comprimir dicha ley dentro de otra m¨¢s fundamental. A veces se consigue. Einstein muri¨® so?ando con la unificaci¨®n de las fuerzas fundamentales de la naturaleza. Y Weinberg, Salam y Glashow lograron poco despu¨¦s, y ante la emoci¨®n de la comunidad cient¨ªfica, comprimir dos de ellas, la fuerza d¨¦bil y la electromagn¨¦tica, en una sola. La pregunta ahora es: ?reducir las reducciones es tambi¨¦n reduccionismo del bueno? ?Es una clase de investigaci¨®n que el cient¨ªfico deba intentar tambi¨¦n por oficio? Sean todas las leyes conocidas de la naturaleza y supongamos que no descansamos mientras queden dos leyes por comprender, es decir, mientras quede una ley por empotrar dentro de otra. Si tenemos ¨¦xito en esta gloriosa empresa, llegaremos a una cierta gran teor¨ªa final, ¨¦sa s¨ª ya necesariamente incomprensible. He aqu¨ª la cuesti¨®n: creer o no creer en una Gran Teor¨ªa Final (?por qu¨¦ me suena esta expresi¨®n?).
Pensadores de probada solvencia, pero tan dispares como el fisico Steven Weinberg o el te¨®logo santo Tom¨¢s de Aquino, tienden, efectivamente, a creer. Otros, en cambio, preferir¨ªan no hacerlo. Un ladrillo no puede unirse de cualquier manera a otro ladrillo. Vale. Pero intentar comprender la Alhambra por el procedimiento de mirar atentamente un ladrillo no parece un proyecto sensato.
Comer y no ser comido acaso sea una buena ley para cualquier forma de vida basada en el consumo de la propia materia viva. Pero su fuerza semitautol¨®gica ser¨ªa probablemente la misma en otro universo en el que las cuatro fuerzas fundamentales fueran, digamos, seis. A lo mejor la complejidad tiene sus propias leyes, leves que hablan de informaci¨®n y de Combinaciones, leyes que no pueden reducirse a otras leyes que s¨®lo hablan de materia y energ¨ªa. Hacer ciencia es proponer reducciones a la naturaleza. Otra cosa, claro, es que la naturaleza se deje.
Jorge Wagensberg es director del Museo de la Ciencia Fundaci¨®n La Caixa, de Barcelona.
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