En el vientre de la bestia
A finales de los sesenta, un ingenuo admirador espa?ol escribi¨® a la oficina de los Doors en California pidiendo la confirmaci¨®n del rumor que hablaba de la ampliaci¨®n del grupo con la entrada del semilegendario guitarrista Lonnie Mack. Para su sorpresa, recibi¨® una amable carta explicando que no cambiaba la formaci¨®n, junto con An american prayer, un poemario de Jim Morrison en edici¨®n privada... firmado por el autor.Muchos a?os despu¨¦s, entrevist¨¦ al matrimonio Lisciandro, albaceas literarios del difunto; Frank Lisciandro fue amigo ¨ªntimo de Morrison mientras que su esposa, Kathy, ejerci¨® como paciente secretaria particular del cantante. Al final, no pude evitar preguntar si la firma en aquel librito pod¨ªa ser aut¨¦ntica. Casi se enfadaron: Morrison dedicaba muchas horas a responder cartas de desconocidos, una tarea a la que pon¨ªa igual dedicaci¨®n que a la elaboraci¨®n de sus poemas, que " revisaba y reescrib¨ªa constantemente".
La imagen de Jim Morrison moldeando sus poemas a lo largo de varios a?os rompe esa reputaci¨®n de artista mercurial, de criatura dionisiaca que se alimentaba de los rel¨¢mpagos de la inspiraci¨®n. Y tambi¨¦n corrige la leyenda negra del m¨²sico, que algunos han convertido en caricaturesco personaje de Bukowski.
No, hab¨ªa en Morrison una voluntad creativa que le hac¨ªa consagrarse con intensidad a lo que tuviera en su mano: cine, versos, canciones. Un sentido de la disciplina que pocas veces ignor¨® y que se combinaba con la siempre presente idea de la posteridad para controlar su producci¨®n con verdadera obsesi¨®n.
Espera il¨®gica
Esas caracter¨ªsticas explican que muchos de sus conocidos sospechen de las extra?as circunstancias en que se produjo la muerte y esperen, contra toda l¨®gica, que un d¨ªa reaparezca, sabio y burl¨®n, rechoncho y barbudo.Me permito dudarlo: en los 25 a?os que han transcurrido, Morrison ha sido reivindicado una y otra vez, hasta el, punto de que el volumen de sus ventas ha superado a todo lo que los Doors despacharon en sus escasos cinco a?os de vida p¨²blica (seamos piadosos y olvidemos los discos que sus compa?eros Krieger, Manzarek y Densmore grabaron sin Morrison).
Es sencillo: aparte de la mitificaci¨®n correspondiente a toda Figura del rock que fallece prematuramente, la obra de Morrison ha pervivido por sus rotundos hallazgos. En el lenguaje, el dominio de recursos de la poes¨ªa del siglo XX junto con las carnosas met¨¢foras del blues, que le permit¨ªa explorar rincones sombr¨ªos de la psique estadounidense, igual que supo entender la inhumanidad b¨¢sica de una ciudad tan ficticia como Los ?ngeles.
Babelia
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