El encierro: una afici¨®n de tiempo inmemorial
Los amigos de la Pe?a El Encierro de Cu¨¦llar nos invitaron en el pasado mes de febrero a compartir unos coloquios sobre los encierros. En Cu¨¦llar consideran su encierro como el m¨¢s antiguo de Espa?a y casi con seguridad que llevan raz¨®n.En aquella grata visita pudimos comprobar que tanto Cu¨¦llar como Pamplona son dos ciudades con muchos a?os a sus espaldas y ambas dentro de recintos amurallados.
No es preciso indagar demasiado para comprender que la afici¨®n a correr toros viene de tiempo inmemorial. Existe documento que acredita la organizaci¨®n de una corrida de toros en Pamplona en el a?o 1385 por el rey de Navarra Carlos II. Los actuantes fueron dos hombres de Arag¨®n a los que se pag¨® 50 libras.
Esta afici¨®n y las condiciones urban¨ªsticas oblig¨® a que los toros que se compraban para los jolgorios de las fiestas tuvieran que estar guardados o depositados en corrales fuera de la urbe en lo que antes se llamaba "fuera puertas".
Tambi¨¦n resulta l¨®gico que para poder jugar los toros en la plaza del pueblo era preciso trasladarlos desde los corrales al lugar de sacrificio. Esta sencilla operaci¨®n de llevar los toros de un sitio a otro dio lugar a lo que iba a llamarse el encierro.
Est¨¢ claro que a los b¨®vidos los llevaban arropados por caballos para que sus jinetes hicieran de guardianes y evitar que alguno de los corn¨²petas, con ideas propias, se largara de aquella encerrona. Ciertamente era, un honor conducir los toros a caballo y el abanderado, que era como se llamaba a quien ostentaba la capitan¨ªa de aquella tropa, entraba destacado en la plaza para recibir los honores del pueblo.
No obstante, en 1686 el Ayuntamiento de Pamplona proh¨ªbe a tal abanderado participar en el encierro porque no es digno que el regidor entre, en la plaza ejerciendo oficio de vaquero y le amenazan, adem¨¢s, con 500 ducados de multa si lo hace. Deb¨ªan de tener una gran afici¨®n a hacerlo. Toda la vida ha existido la vanidad.
No s¨¦ si los primeros que corrieron delante de los toros fueron unos trasnochadores o unos madrugadores. Me inclino por los que no se fueron a dormir. Alguno de ellos cometi¨® la travesura de ponerse en el recorrido delante de la manada, bien por sentir la comez¨®n de desafiar a las fieras, bien por apuesta, que en estos pagos suele ser costumbre arraigada. Lo cierto es que se inici¨® una tradici¨®n que no fue exclusiva de Pamplona, porque hasta avanzado el siglo XIX se celebraban encierros en varias ciudades y pueblos, incluidas las capitales Madrid y Sevilla, donde a ra¨ªz de accidentes mortales, parece ser, se suprimieron. Ahora se aprecia un renacer de esta costumbre.
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