El espect¨¢culo de los arquitectos
Ten¨ªa que ocurrir. El espect¨¢culo de la arquitectura se ha transformado en el espect¨¢culo de los arquitectos. Los edificios emblem¨¢ticos de los ¨²ltimos tiempos han convertido a sus autores en estrellas medi¨¢ticas, ¨¢vidamente reclamados para entrevistas, declaraciones o conferencias. En el congreso de Barcelona, la muchedumbre juvenil, de asistentes agobia a sus h¨¦roes con demandas de aut¨®grafos o fotograf¨ªas, y los servicios de seguridad se ven obligados peri¨®dicamente a rescatar a ponentes anegados por la marea de fervor. Si las dificultades organizativas que ha causado la afluencia masiva de congresistas impiden proyectar im¨¢genes de edificios, poco importa; los arquitectos construyen edificios de palabras, y la multitud devota entra en c¨¢lida comuni¨®n con los sacerdotes de esta religi¨®n exigente.Este entusiasmo efusivo dice algo sobre la virtud infecciosa de la arquitectura para los que la practican o la estudian; pero dice mucho tambi¨¦n sobre la naturaleza de las relaciones entre las ¨¦lites y el p¨²blico en la sociedad del espect¨¢culo. Parad¨®jicamente, esta pasi¨®n por los arquitectos no se corresponde siempre con una pasi¨®n paralela por los edificios, que hablan siempre m¨¢s alto y m¨¢s claramente que sus autores. Muchos de los asistentes al congreso dejar¨¢n una ciudad a la que acaso nunca regresen sin haber visitado la emoci¨®n perpendicular y g¨®tica de Santa Maria del Mar, los laberintos ordenados y m¨¢gicos del parque G¨¹ell o la modernidad comprometida y civil del Dispensario Antituberculoso; pero llevar¨¢n con ellos una firma de Norman Foster en un programa o una foto de Peter Eisenman disfrazado con la camiseta del Bar?a.
Victor Hugo predijo que el libro matar¨ªa la arquitectura, y, en efecto, la difusi¨®n de la imprenta quebrant¨® en buena medida el monopolio simb¨®lico de los edificios. En la era de los medios de comunicaci¨®n de masas, la arquitectura ha experimentado un retroceso a¨²n mayor en su utilidad como veh¨ªculo de significados y ha quedado reducida con frecuencia a meras im¨¢genes consumibles a distancia, que hacen innecesaria o decepcionante la visita. As¨ª, la popularidad contempor¨¢nea de los arquitectos no se corresponde siempre con la popularidad de la arquitectura, sino m¨¢s bien con la afici¨®n por sus im¨¢genes, y no son ya los libros, sino los arquitectos mismos, los que amenazan con su ¨¦xito el futuro de esta disciplina antigua. Pero el espect¨¢culo ruidoso de los arquitectos no debe oscurecer la realidad silenciosa y necesaria de la arquitectura.
Babelia
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