El Macizo Central se convierte en tierra de nadie
Pascal Richard saca provecho de una escapada de nueve corredores y los jefes de fila fijan sus posiciones
Da la sensaci¨®n de que el Tour ha quedado dividido en dos mitades. Un Tour invernal que termin¨® en los Alpes, precedido por un sinn¨²mero de jornadas sin otro obst¨¢culo que la lluvia y el viento en contra. Riis ha sido el ganador de ese Tour que vivi¨® el desfallecimiento de Indur¨¢in. Pero el martes pareci¨® amanecer un segundo Tour, el cl¨¢sico, bajo el calor, de tal suerte que el Macizo Central empieza a ser una larga, y quien sabe si interminable, transici¨®n hacia los Pirineos. Cada cual ha optado por fijar sus posiciones y esperar acontecimientos. Las trampas que ense?a la carretera se resuelven en comandita y los l¨ªderes alcanzan la meta resguardados por lo mejor de su tropa. ?D¨®nde est¨¢ el combate entre jefes? ?Para cu¨¢ndo las primeras hostilidades despu¨¦s de la tormenta alpina? Estamos en tierra de nadie.En terreno de nadie florecen los aventureros, una mezcla de corredores de fortuna y gregarios liberados.
Cuando los jefes dejan de hablar se levanta la veda, hay una actitud m¨¢s permisiva. Salen del grupo los francotiradores y tratan de crear una peque?a sociedad, con sus cla¨²sulas no escritas. Sucedi¨® ayer, sin ir m¨¢s lejos, entre nueve corredores. Llegado el momento cada cual se debe a su instinto. Son las reglas del juego, el acuerdo caduca cuando se atisba la l¨ªnea de meta. Y para estos casos, son m¨¢s ¨²tiles los corredores de fortuna que los gregarios liberados. As¨ª sucedi¨® entre Pascal Richard y Melchor Mauri.
Pascal Richard es un hombre rentable se mire como se mire, cuyo curr¨ªculo habla de 66 victorias y que suele arregl¨¢rselas para aprovecharse de esos d¨ªas que desprecian los l¨ªderes. Es uno de esos muchachos que esperan su momento y no pierden los nervios. Se guarecen en medio de la general (estaba ayer en el puesto 43? a casi 44 minutos del liderato), administran sus fuerzas y salen de cacer¨ªa el d¨ªa menos pensado. Normalmente, uno de esos d¨ªas de calma. Es un profesional id¨®neo para equipos que fijan todos sus objetivos en la victorias de etapa, caso del MG italiano. Ferreti ya ha obtenido parte de lo que buscaba: es si escuela, la victoria bien trabajada.
El ejemplo de gregario liberado es el caso del espa?ol Melchor Mauri, a quien todos los d¨ªas le empujan a la aventura, dadas sus grandes condiciones de rodador. Mauri suele hacer caso una de cada diez veces y no demasiado convencido. El papel no le agrada, le falta decisi¨®n. Prefiere la v¨ªa ortodoxa. No sabe arregl¨¢rselas en una cacer¨ªa.
La etapa se resolvi¨® entre nueve corredores. Nadie m¨¢s movi¨® un dedo por la sencilla raz¨®n de que nueve equipos prefer¨ªan jug¨¢rsela a una carta. Era, tambi¨¦n, la situaci¨®n que m¨¢s beneficiaba al Telekom. La falta de movimientos entre los l¨ªderes no debe extra?ar. Cada uno tiene sus razones para explicar lo que pas¨® ayer.
Es el caso de Indur¨¢in: necesita movimiento para actuar a la contra porque tiene un equipo defensivo; de lo contrario, tiene que esperar. Tambi¨¦n el del ruso Berzin: sin equipo, etapas as¨ª le convienen; firmar¨ªa por llegar donde est¨¢ a los Pirineos, defenderse all¨ª y jugar sus cartas en la contrarreloj. Olano y Rominger han hablado de un ataque calculado: su problema es de segundos, no de minutos, y hay terreno de sobra para ello. No tienen prisa. Y menos Rominger, harto de toparse con el suelo.
Finalmente, Riis, cuya ¨²nica preocupaci¨®n es aumentar ligeramente su ventaja antes de la contrarreloj. El problema para Indur¨¢in es obvio: ¨¦l habla en t¨¦rminos de minutos; los dem¨¢s van a discutir por segundos. ?l necesita un choque frontal y sus rivales pueden aprovecharse de peque?as escaramuzas.
El Macizo Central ha quedado convertido en tierra de nadie. Los aventureros saben que van a tener licencia para moverse. Los jefes tienen que actuar con sangre fr¨ªa y reservarse. As¨ª pinta este segundo Tour.
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