La m¨²sica feliz
Ha pasado por Madrid como un cicl¨®n tropical de vitalidad y de m¨²sica el gran Paquito D'Rivera, y como yo no he podido ir a verlo, ahora me consuelo escuchando alguno de sus discos y acord¨¢ndome de otras veces en las que s¨ª lo vi, de otros conciertos de hace a?os en los que siempre irrump¨ªa sobre el escenario como un tornado, como una deflagraci¨®n y una resplandeciente cat¨¢strofe, con una fuerza en los pulmones de h¨¦rcules de caseta de feria que se hubiera convertido en saxofonista, con una mezcla de swing acerado y suicida y de jovialidad y desahogo cubano. En el jazz ha habido siempre un hilo de inspiraci¨®n latino, una temperatura c¨¢lida de trombones y bong¨®s que agreg¨® Juan Tizol a la orquesta de Duke Ellington y que se vuelve africana y t¨®rrida en los ritmos que tocaba con sus dos manos de brujo el misterioso Chano Pozo, que perteneci¨® en Cuba a una sociedad secreta de cultos animistas llamada los Na?igos y se march¨® a Nueva York para tocar brevemente con Dizzy Gillespie, justo antes de que lo mataran de un tiro en circunstancias no aclaradas nunca, pero que muchos suponen vinculadas a la clandestina religi¨®n africana de la que Pozo habr¨ªa apostatado march¨¢ndose de Cuba.Paquito D'Rivera es otro ap¨®stata, otro cubano fugitivo que m¨¢s de 30 a?os despu¨¦s de la muerte en Nueva York de Chano Pozo se acogi¨® igual que ¨¦l a la hospitalidad generosa de Dizzy Gillespie, a quien podr¨ªa llamarse el m¨¢s cubano de los m¨²sicos de jazz, el m¨¢s proclive de todos a dar a su m¨²sica una encarnadura densa de ritmos latinos, un fervor de bolero y de mambo. En 1980, Paquito D'Rivera, que estaba en el aeropuerto de Barajas, a punto de subir a un avi¨®n de regreso a Cuba, factur¨® una maleta llena de piedra y de ropa vieja y se qued¨® en Madrid, y no mucho despu¨¦s ya estaba en Nueva York, tocando con Dizzy, trabajando a destajo en ese oficio laboral y glorioso que es el de los m¨²sicos de jazz, libre de la claustrofobia del pa¨ªs que necesit¨¦ abandonar para convertirse en ¨¦l mismo. Contaba el otro d¨ªa en este peri¨®dico que una vez se encontr¨® con el Che Guevara, y que ¨¦ste le pregunt¨® que en qu¨¦ trabajaba, y cuando Paquito le dijo que saxofonista, el comandante insisti¨®: "No me refiero a eso, quiero decir su trabajo verdadero".
La primera vez que yo vi a Paquito D'Rivera fue en 1982, en Granada, en un concierto donde la estrella iba a ser Dizzy Gillespie. Casi nadie, al leer los carteles y los programas, se hab¨ªa fijado en el nombre de aquel saxofonista que acompa?aba a Dizzy, y tal vez por eso su aparici¨®n fue m¨¢s espectacular, porque nos tom¨® a todos por sorpresa, sin previo aviso. Aquel individuo que surgi¨® de pronto en el escenario con un traje inveros¨ªmil de cuero negro y un sombrero de spaguetti western miniaturizando con corpulencia y ni el tama?o de sus manos el saxo alto que sosten¨ªa entre ellas, era un h¨¦rcules moreno le la m¨²sica, un sans¨®n de barraca le feria que se mov¨ªa como enajenado y ocupaba el escenario entero, hinchando la cara el pecho para soplar los agudos m¨¢s extremos, haciendo oscilar las caderas como en un baile de pueblo, muri¨¦ndose de felicidad mientras recorr¨ªa con una rapidez suicida el estribillo de esa canci¨®n cuyo t¨ªtulo basta para conmoverlo a uno: All the things you are.
Desde una esquina del escenario, Dizzy animaba jovialmente a Paquito D'Rivera, y casi no tocaba ¨¦l mismo, le respond¨ªa a veces, lo desafiaba, le lanzaba con su trompeta estramb¨®tica y cubista un esbozo o un garabato de canci¨®n, y Paquito D'Rivera saltaba tras ella con una codicia ¨¢vida de perro cazador, y la tra¨ªa de vuelta con gozoso entusiasmo, con un orgullo de disc¨ªpulo ante su viejo maestro, quien a la vez lo incita y se complace en la explosi¨®n de su talento, y se acuerda de los tiempos en que ¨¦l mismo tuvo ese empuje y esa rabia de juventud.
Alg¨²n tiempo despu¨¦s, cuando Paquito volvi¨® a tocar en Granada, ya ven¨ªa a la cabeza de su propio grupo, y tra¨ªa consigo un disco, que yo estoy escuchando ahora mientras escribo, y que se titula Why not. Hay discos que nos acompa?an a lo largo del tiempo con m¨¢s asiduidad que otros, y por ese motivo acaban formando parte de la vida de uno, que ha depositado en ellos sin darse mucha cuenta un archivo cifrado de sensaciones y experiencias antiguas. Hace 10 a?os yo estaba intentando inventar a un pianista de jazz que compon¨ªa una canci¨®n titulada Lisboa sin haber estado nunca en esa ciudad, que por entonces tampoco yo conoc¨ªa: lo que hice, para describir esa canci¨®n inexistente sobre una ciudad en la que yo no hab¨ªa estado, fue escuchar muchas veces una balada de Paquito D'Rivera llamada Brussels in the rain. Ahora mismo la oigo y me vuelve a la vez el tiempo en que inventaba y escrib¨ªa esas cosas, y el eco que la m¨²sica despertaba entonces en mi alma, y me parece que esa canci¨®n suena en mi vida pasada y en las p¨¢ginas de ese libro que ya no estoy muy seguro de haber escrito yo, o de que sea o contin¨²e siendo m¨ªo, del mismo modo que la canci¨®n no es m¨ªa ni se llama Lisboa.
Una noche, despu¨¦s de un concierto en el que Paquito D'Rivera hab¨ªa tocado con Tete Montoliu, tuve la oportunidad de cenar con ellos, y le dije a Paquito que me parec¨ªa que ¨¦l tocaba la m¨²sica m¨¢s feliz que yo hab¨ªa escuchado nunca. Frente a ¨¦l, como en otro mundo, apacible y r¨ªgido, Tete Montoliu alisaba con sus dedos blancos el borde del mantel, con un aire ausente de vendedor de telas. Cansado todav¨ªa, despu¨¦s de tocar torrencialmente m¨¢s de tres horas, Paquito me contest¨® con una gran carcajada cubana:
-Y c¨®mo no voy a hacer una m¨²sica feliz si me escap¨¦ de aquella mierda de Castro.
Han pasado ocho o nueve a?os desde entonces, pero en las fotos que han publicado estos d¨ªas los peri¨®dicos Paquito D'Rivera sigue teniendo el mismo aire de laboriosidad jovial, como de agradecimiento y asombro continuos ante las peripecias de la vida y los dones de la m¨²sica. Como el lunes no pude ir a escucharlo en la quietud de la noche de julio, ahora he puesto la samba que ¨¦l compuso para Carmen McRae y toda la' casa se me ha llenado de la m¨²sica feliz de Paquito D'Rivera igual que cuando al atardecer un golpe de viento abre de pronto los postigos e irrumpe en las habitaciones un viento fresco de tormenta y de lluvia.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.