Por un biling¨¹ismo equilibrado
Desde que en Catalu?a se generaliz¨® el m¨¦todo de la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica para superar los malos resultados en la educaci¨®n biling¨¹e (en catal¨¢n y en castellano), se han alzado voces condenando este m¨¦todo por ver en ¨¦l actitudes totalitarias y vulneradoras de los derechos del individuo. As¨ª, F. A. Marcos Mar¨ªn, en su libro Conceptos b¨¢sicos de la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica para Espa?a (1994) -publicado por una fundaci¨®n cuyo presidente es Jos¨¦ M. Aznar-, despu¨¦s de recordamos que "la corriente que defiende al grupo sobre el individuo y convierte al Estado en vigilante del grupo se llama, t¨¦cnicamente, totalitarismo" (p.11), s¨®lo ve este peligro "en las comunidades biling¨¹es, salvo en Galicia" en las que los castellanohablantes "sienten que el castellano est¨¢ siendo amenazado por la otra lengua" (p. 47). Si bien admito que los nacionalismos de las "peque?as naciones" pueden incurrir en rasgos totalitarios, siempre condenables para un dem¨®crata, hist¨®ricamente s¨®lo los totalitarismos de las "grandes naciones" han cometido cr¨ªmenes y graves atentados contra los individuos. No pongo en duda las convicciones democr¨¢ticas de Marcos Mar¨ªn, pero para "lograr un equilibrio entre el espa?ol como lengua del reino y las lenguas de las comunidades aut¨®nomas" se deja arrastrar por el t¨®pico, t¨¦cnicamente totalitario, del "postulado b¨¢sico" seg¨²n el cual Ia lengua com¨²n es un factor de unidad nacional" (p. 56) en lugar de basarse en razones pr¨¢cticas. (Aqu¨ª se olvida una vez m¨¢s que pa¨ªses como Suiza no tienen una lengua com¨²n y en cambio existe unidad nacional).Desde otra perspectiva ideol¨®gica, Jes¨²s Moster¨ªn llegaba a parecidas conclusiones en su art¨ªculo "Los derechos ling¨¹¨ªsticos" (EL PA?S, 2. II.1996). Moster¨ªn, confrontando la "democracia liberal" a la "democracia totalitaria", recordaba que el principio gen¨¦rico de la libertad se articula en una serie de libertades, entre las cuales cita la "libertad de la lengua", con los correspondientes derechos ling¨¹¨ªsticos ara protegerla. Partiendo de este planteamiento correcto, las derivaciones que extra¨ªa Moster¨ªn parecen m¨¢s propias de la utop¨ªa libertaria que de una raz¨®n "l¨®gica". Al colocar "el principio de la libertad individual por encima del proceso democr¨¢tico" de una manera tan rotunda y esquem¨¢tica parece olvidar dos cosas: que la lengua es un hecho social, gracias al cual el individuo puede comunicarse con el otro; y que las libertades nunca pueden ser omn¨ªmodas, porque el individuo debe respetar las libertades los dem¨¢s. Que mis recelos no con infundados se demuestra en los mismos ejemplos aducidos por Moster¨ªn: comparto sus cr¨ªticas a Argelia, a Turqu¨ªa y a la Espa?a franquista por sus pol¨ªticas contra la libertad de la lengua, pero es absolutamente idealista la visi¨®n que tiene del caso B¨¦lgica. Seg¨²n el articulista, este pa¨ªs "s¨®lo hay libertad ling¨¹¨ªstica en Bruselas", pues el resto "est¨¢ dividido por un invisible tel¨®n de acero en dos regiones Flandes y Valonia) que practican una pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica que no tiene nada que envidiar a la argelina o a la turca en cuanto a totalitarismo". Poco debe conocer la realidad belga, el se?or Moster¨ªn, para defender tal opini¨®n, ya que la situaci¨®n es muy distinta. En B¨¦lgica existen varias comunidades que desde el punto de vista ling¨¹¨ªstico funcionan con plena autonom¨ªa: en Valonia la lengua oficial es el franc¨¦s, pero con municipios fronterizos de minor¨ªa neerlandesa y alemana; en Flandes la lengua oficial es el neerland¨¦s (llamado tambi¨¦n flamenco), pero con municipios fronterizos de minor¨ªa francesa; en la peque?a regi¨®n oriental de lengua alemana existe una minor¨ªa francesa; y en Bruselas, ¨²nico territorio estrictamente biling¨¹e, existen dos lenguas oficiales, el franc¨¦s y el neerland¨¦s. Ahora bien, Bruselas no presenta una situaci¨®n id¨ªlica. En la actualidad es el lugar del mundo donde se aplica con mayor rigidez una pol¨ªtica democr¨¢tica de apartheid ling¨¹¨ªstico: todas las instituciones (universidades, escuelas, oficinas p¨²blicas, incluso cines, etc¨¦tera) est¨¢n duplicadas para poder atender a los hablantes de las dos lenguas por separado. Curiosamente esta situaci¨®n aparece en la pr¨¢ctica mitigada por el car¨¢cter internacional de la ciudad, gracias al cual el ingl¨¦s ocupa cada d¨ªa mayores posiciones. En cambio, en las regiones con una sola lengua oficial, el funcionamiento ling¨¹¨ªstico est¨¢ tan claro como en cualquier territorio "normal", por ejemplo Portugal o Dinamarca, pa¨ªses a los que desde luego ser¨ªa injusto acusar de practicar un "totalitarismo ling¨¹¨ªstico".
Llegado a este punto hay que aclarar dos posibles confusiones. En primer lugar, la inmensa mayor¨ªa de catalanes no aceptamos para Catalu?a un modelo biling¨¹e como el de Bruselas. Este modelo que parecen defender ciertos sectores del Partido Popular y, por lo visto, tambi¨¦n encuentra plausible el se?or Moster¨ªn, ser¨ªa totalmente inaplicable en Catalu?a, donde en las ¨¦pocas de libertad la convivencia ling¨¹¨ªstica ha sido y es general, y nunca se ha tolerado ninguna forma de apartheid. En definitiva, en nuestra comunidad una pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica como la de la capital belga nos llevar¨ªa a una peligrosa divisi¨®n en comunidades separadas. En segundo lugar, la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica que se aplica en Valonia y en Flandes tampoco es conveniente para Catalu?a, porque en nuestra comunidad vive un 40% o 45% de la poblaci¨®n que tiene el castellano como su lengua habitual. ?sta es la principal raz¨®n, a mi modo de ver, por la que los postulados de nuestro Estatuto de autonom¨ªa siguen siendo vigentes: "1. La lengua propia de Catalu?a es el catal¨¢n. 2. El idioma catal¨¢n es el oficial de Catalu?a, as¨ª como tambi¨¦n lo es el castellano, oficial en todo el Estado espa?ol". A partir de estos postulados se infiere una pol¨ªtica de doble oficialidad (no cooficialidad, que da idea de simetr¨ªa), con un tratamiento especial para el catal¨¢n, como lengua propia de la comunidad, y un escrupuloso respeto a los derechos ling¨¹¨ªsticos de todos los ciudadanos: catalanohablantes, castellanohablantes, sin olvidar las dem¨¢s minor¨ªas cada vez m¨¢s presentes en nuestra sociedad.
Aqu¨ª puede plantearse otra cuesti¨®n: ?esta pol¨ªtica va a favor o en contra del biling¨¹ismo existente en nuestra comunidad? Responder a esta pregunta me permite aclarar las dudas de Gabriel Jackson en su interesante art¨ªculo de hace unos meses, titulado "Matices catalanes". Afirma Jackson que en sus conversaciones con intelectuales catalanes ha notado un "rasgo curioso y desgraciado": "Casi nadie habla de biling¨¹ismo como un enriquecimiento cultural, como una oportunidad de hablar, leer y escribir en dos idiomas". Antes de proseguir, quisiera recordar a mis lectores que me encuentro entre los defensores del biling¨¹ismo equilibrado y, desde luego, del multiling¨¹ismo: muy a menudo he polemizado con los detractores del biling¨¹ismo, que lo consideran como una tara, cuando en el aspecto positivo se trata de un enriquecimiento cultural. Ahora bien: en Catalu?a existe este recelo contra el biling¨¹ismo, porque los ¨²nicos biling¨¹ismos que se ensalzan son el "biling¨¹ismo regionalista", que tantos admiradores tiene entre los centralistas m¨¢s rancios, o el "biling¨¹ismo separado" de los admiradores del r¨¦gimen ling¨¹¨ªstico de Bruselas. Para entender bien por qu¨¦ hay tantos catalanes reacios a proclamar las virtudes del biling¨¹ismo, baste recordar que, a pesar de 15 a?os de autonom¨ªa en Catalu?a, mientras que el 93% de sus ciudadanos saben hablar, escribir y leer en castellano, s¨®lo el 40% de esos mismos ciudadanos sabe hablar, escribir y leer en catal¨¢n en un contexto de predominio del uso social del castellano. ?Entiende ahora, se?or Jackson, por qu¨¦ tantos intelectuales catalanes se sienten inc¨®modos con ciertos biling¨¹ismos?
En este contexto, la vituperada "inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica", que en lo esencial no es otra cosa que un m¨¦todo pedag¨®gico para lograr una perfecta educaci¨®n biling¨¹e en que los alumnos castellanohablantes y catalanohablantes culminen sus estudios con una plena capacitaci¨®n en las dos lenguas, aparece como una puerta a la esperanza para conseguir que, en el futuro, toda (o casi toda) la poblaci¨®n de Catalu?a llegue a un biling¨¹ismo equilibrado. Puede ser que en el curso de su aplicaci¨®n se hayan cometido algunos errores, que desde luego deben corregirse -y as¨ª se ha venido haciendo. Pero est¨¢ claro que, si se pretende realmente un biling¨¹ismo equilibrado y no conflictivo, sin olvidar tampoco en el horizonte pedag¨®gico un eficaz multiling¨¹ismo, s¨®lo se podr¨¢ lograr mitigando la escandalosa diferencia que hoy existe entre la plena capacitaci¨®n en castellano y la escasa capacitaci¨®n en catal¨¢n.
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