Los 'sprinters' preparan el terreno para Par¨ªs
Moncassin obtiene su segunda etapa en una emocionante llegada que se resolvi¨® por cent¨ªmetros
A ¨²ltima hora, los sprinters dijeron que no, que la etapa era suya. Fue la nota dominante de una jornada anodina, rutinaria donde las haya. Basta con los diez ¨²ltimos kil¨®metros de los 226 de etapa: hubo coalici¨®n entre los equipos con sprinters sobrevivientes (Telekom, TVM, Gan, MG y Refin) y en un suspiro pusieron el pelot¨®n a toda m¨¢quina, engulleron a un par de escapados sin fortuna y pusieron la victoria en manos de hombres como Zabel, Moncassin, Baldato, Blijlevens y Abduyap¨¢rov. La llegada result¨® emocionante (posiblemente un aperitivo para la de los Campos El¨ªseos del domingo), tanto que se resolvi¨® por cent¨ªmetros. Moncassin tuvo a¨²n que esperar unos metros para poder levantar las manos.Faltaba, naturalmente, Cipollini, el n¨²mero uno, que sigue renunciando a llegar a Par¨ªs. Su actitud contrasta con la de sus competidores: el italiano lo apuesta todo en los primeros 1.500 kil¨®metros, los dem¨¢s a¨²n conservan la punta de velocidad pasados los 3.500. El italiano es una estrella y a su cotizaci¨®n no le afectan estas cuestiones; a pesar de todo, seguir¨¢ siendo el n¨²mero uno en su especialidad, lo cual quiere decir que su valoraci¨®n no depende en exclusiva del Tour. Para ser exactos, le basta y le sobra con un tercio del Tour para mantener su cach¨¦. Todos los, dem¨¢s deben seguir trabajando. O, como el caso de Abduyap¨¢rov, deben buscarse la vida en una escapada. Les queda el consuelo de que competir¨¢n por la etapa de Par¨ªs, una etapa que brinda una victoria de cierta trascendencia.
Entre tanto, este Tour se ha quedado sin argumentos para el debate. La contrarreloj de hoy tendr¨¢ una importancia muy relativa, muy lejos de lo que hab¨ªa previsto la organizaci¨®n, a quien el recorrido le ha producido escasos beneficios. Todo lo m¨¢s, que Indur¨¢in no ha conseguido su sexta victoria consecutiva. La organizaci¨®n apostaba por Jalabert y en segundo t¨¦rmino por propiciar un relevo generacional; apostaba igualmente por convertir a los escaladores en los jueces de la carrera. Y, naturalmente, por fabricar un Tour m¨¢s televisivo, con emboscadas en el Macizo Central y un desenlace final en la contrarreloj de Burdeos. El resultado ha sido sorprendente: Jalabert se acab¨® justo en el primer puerto, Riis. se consolid¨® como l¨ªder en tres actuaciones que parecieron tres cronoescaladas (y Riis es un contempor¨¢neo de Indur¨¢in), los escaladores han estado lejos de aspirar a la victoria final, el Macizo Central fu¨¦ un tr¨¢nsito aburrido que expuls¨® a los espectadores de la pantalla y la contrarreloj viste modelo de tr¨¢mite. Toda la emoci¨®n que concentraron las dos primeras semanas (un tanto falsa a lo que se vio, con demasiados aspirantes de paja) se evapor¨® en la subida al Hautacam.
Quedan dos victorias por disputar, una para alg¨²n contrarrelojista con ganas y otra para alg¨²n sprinter superviviente. Pero a los contrarrelojistas les falta motivaci¨®n: ninguno de ellos podr¨¢ mejorar su actual posici¨®n; todo lo m¨¢s una cuesti¨®n de prestigio. As¨ª que nos quedan los sprinters, pero... nos falta Cipollini. As¨ª que el Tour ha terminado echando de menos muchas cosas.
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