Radovan Karadzic, un Criminal jubilado.
RADOVAN KARADZIC, el l¨ªder de los serbios de Bosnia, acusado formalmente como genocida por el Tribunal Internacional de Cr¨ªmenes de Guerra de La Haya, ha accedido finalmente a abandonar todos los cargos y actividades pol¨ªticas. Le ha obligado el ¨²nico que posiblemente pod¨ªa hacerlo, que es el presidente Slobodan Milosevic. Y ¨¦ste, a su vez, se ha visto obligado a exig¨ªrselo a Karadzic debido a las masivas presiones -mezcla de amenazas y promesas- del enviado especial del presidente Clinton, Richard Holbrooke. ?ste advirti¨® a Milosevic que la Casa Blanca estaba decidida a reimponer sanciones a Serbia si Karadzic no era neutralizado antes de las elecciones que habr¨¢n de celebrarse en Bosnia en septiembre, seg¨²n el plan de paz de Dayton.Las elecciones est¨¢n a¨²n en el aire, y las dificultades para su celebraci¨®n ser¨¢n grandes. Poco sentido, tendr¨ªan si Karadzic puede seguir aplicando su despotismo personal sobre el electorado. Las dudas sobre la efectividad de esta jubilaci¨®n forzosa de Karadzic son grandes. Porque el aparato por ¨¦l creado sigue intacto y est¨¢ tan radicalizado e implicado en los cr¨ªmenes de guerra como ¨¦l mismo. Su sucesora en la presidencia de la autodenominada Rep¨²blica Srpska, Biljana Plavsic, es el mejor ejemplo de ello.
Pero adem¨¢s, en el acuerdo alcanzado por Holbrooke en Belgrado, nada se dice del otro gran protagonista de los cr¨ªmenes cometidos contra la poblaci¨®n civil musulmana que es el general MIadic. El enviado de Clinton no ha querido exigir a Milosevic algo que puede no estar realmente en su mano. Como ya advirtieron decenas de mandos militares de Serbia en carta a Milosevic, la entrega de MIadic ser¨ªa interpretada como una traici¨®n. Era una clara advertencia de que el propio presidente podr¨ªa tener serios problemas internos en caso de hacerla.
,El acuerdo de Belgrado no es, por tanto, sino un primer paso para intentar arrebatar influencia a Karadzic con la esperanza de estar alg¨²n d¨ªa en disposici¨®n de presentarlo ante la justicia en La Haya. Es poca cosa, pero es lo realmente posible. Eso s¨ª, no debe hacer mermar la presi¨®n para que, tarde o temprano, los criminales -Ltambi¨¦n MIadic- se sienten en el banquillo.
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