EL CUADERNO DE VALDANO
Volvi¨® una noche, no la esperaba... Yo la vi. Eran como las tres de la ma?ana y de pronto ocurri¨®. Sent¨ª un fr¨ªo en la espalda y en medio de un ataque de nostalgia dije l¨¢nguidamente: "La pared". Alguien a mi lado grit¨®: "Gol", pero yo, traspuesto, repet¨ª: "La pared". No era para menos despu¨¦s de tanto tiempo. La propuso Kanu (20 a?os), el nigeriano que la temporada pasada jug¨® en el Ajax y la pr¨®xima en el Inter; llevaba la pelota con su zancada interminable y se le ocurri¨® una soluci¨®n vieja y simple como el f¨²tbol mismo, pero desde hace tiempo en inconcebible desuso: acercarse a un compa?ero, entregarle el bal¨®n y buscar la devoluci¨®n. Como Kanu estaba dentro del ¨¢rea y una buena pared no tiene defensa reglamentaria, se encontr¨® solo delante del portero y meti¨® un golazo. Me trajo un aire de infancia la jugada, de cuando nos ayud¨¢bamos con las aceras, los muros; en fin, con las paredes, para eliminar a un rival en la esquina de casa. Lo dijo el poeta: "Jugando con la pared, que es el extremo que mejor la toca". Generosa la pared, siempre la devolv¨ªa. ?C¨®mo no me iba a alegrar con el reencuentro?Las sensaciones ol¨ªmpicas. No importa el deporte, siempre que el hombre sufre o se alegra, nos sentimos involucrados. Vi al chino Yifu Wang ante la f¨¢cil posibilidad de ganar el oro en tiro con pistola a,, 10 metros. Llevaba una ventaja clara y en su ¨²ltimo disparo s¨®lo pod¨ªa perder si le pegaba un tiro al techo. Apunt¨® mucho, much¨ªsimo, y aunque su rostro era imperturbable, al parecer por dentro ten¨ªa un volc¨¢n haciendo de las suyas. Fall¨® lo inexplicable para su nivel y se desvaneci¨® de, desilusi¨®n, de tensi¨®n contenida desde qui¨¦n sabe cuando, de dolor. Se lo llevaron en ambulancia porque no ten¨ªa fuerzas ni para ponerle el cuello a la medalla de plata. "Ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa", le hubiera dicho, en chino, de haberlo visto, aunque s¨¦ de sobra que no hay consuelo para el perdedor. El contraste sentimental lo encuentro en el festejo de Claudia Poll en 200 estilo libre, dejando asomar en el agua, una bandera peque?ita de Costa Rica y, en la cara, una serenidad que sospech¨¦ definitiva; para siempre feliz despu¨¦s de haber llegado al mejor lugar posible: el que hab¨ªa so?ado toda su vida. Se tendr¨ªa que haber quedado a vivir dentro de la piscina porque (Las memorias de Adriano), "todo momento de culminaci¨®n, de perfecci¨®n, contiene en s¨ª mismo la palabra fin".
Sin intenci¨®n, de ser aguafiestas.
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