El ate¨ªsmo de un creyente
Le¨ª un libro serenamente retador del soci¨®logo Alberto Moncada que ha llamado, para definir en alg¨²n modo lo que est¨¢ pasando en nuestro pa¨ªs, Religi¨®n a la carta. Y su lectura, digna de reflexi¨®n, me sugiri¨® tratar de esta mala religi¨®n de los espa?oles, que han perdido las ra¨ªces de nuestra mejor tradici¨®n, la de nuestro Siglo de Oro. Y por eso viven desconcertados y olvidados de un mensaje que ser¨ªa provocador para el mundo cansado, harto lo mismo de frialdades como de melosidades religiosas, de obediencias indignas por su ceguera y de sustitutivos aparentemente modernos, pero de ¨ªnfima categor¨ªa. Todo ello propio de un clero y unos fieles incultos que no pueden atraer hacia lo que represent¨® un ecumenista como Ram¨®n Llull, un cr¨ªtico como fray Francisco de Osuna, un esc¨¦ptico como Juan de los Angeles, una humana Teresa de Jes¨²s o un nihilista como Juan de la Cruz. Si supi¨¦ramos deducir de la lectura independiente de ¨¦stos la esencia de su pensamiento, ver¨ªamos una religi¨®n muy diferente de la hortera y sin categor¨ªa mental que se nos ha suministrado en el siglo pasado y sigue todav¨ªa en las alturas de ¨¦ste.?C¨®mo no es extra?o que muchos de los mejores se hayan separado de tanta pobre mercanc¨ªa humana e intelectual, suministrada en nombre del Evangelio que, sin embargo, sigue atrayendo a numerosos agn¨®sticos y ateos, lo mismo fuera de Espa?a que dentro de ella, como se ve entre nosotros por las declaraciones hechas a Gironella en su libro Nuevos 100 espa?oles y Dios?
Yo creo, con te¨®logos como Rahner y Von Balthasar, que muchos se han alejado de la religi¨®n para vivir a su modo la ra¨ªz de una creencia en altos valores humanos, que es la ¨²nica justificaci¨®n de cualquier religi¨®n, pero que hoy la espa?ola ha perdido en gran parte, despu¨¦s de siglos excelentes influidos por grandes figuras nada conformistas.,
Opino, con especialistas como Micklem, que hay muy pocos hombres y mujeres conscientes que no tengan un respeto por algo, y una obligaci¨®n que consideran en alg¨²n modo absoluta en algunos momentos de su vida. Esos tienen lo fundamental, aunque se consideren ateos. En cambio, los que se declaran seguidores de una religi¨®n y no tienen ese respeto por nada que no sea su propio ego¨ªsmo de peque?o estilo son los verdaderos sin-Dios. Un ideal de belleza, verdad, justicia o conciencia responsable hacen al verdadero creyente, porque "cree" que merece la pena luchar por cualquiera de estos valores en su vida. Pero alguno me dir¨¢: ?d¨®nde est¨¢ ah¨ª Dios? El Dios de muchos religiosos ciertamente no lo est¨¢, porque ellos llaman Dios a un ser que intelectual y humanamente es rechazable. Por eso un agn¨®stico como Tierno Galv¨¢n dec¨ªa en los ¨²ltimos tiempos que cre¨ªa en un fundamento en el mundo; pero que este fundamento no lo pod¨ªa identificar con ese personaje que se ha descrito en los catecismos Astete o Ripalda, inspir¨¢ndose en los manuales de teolog¨ªa al uso (le seminaristas. Ninguno de ellos se inspir¨® en los grandes personajes religiosos que he recordado antes. ?Es acaso de ese modo infantil como describe su experiencia profunda san Juan de la Cruz? ?0 hace el silencio descriptivo ante ese ideal indescriptible que llevamos dentro, y que san Juan Damasceno expon¨ªa como podr¨ªa hacer hoy un evolucionista: "Un pi¨¦lago de realidad sin determinaci¨®n ni l¨ªmites"? No habla en su Llama de amor viva de una persona recortada y antropom¨®rfica, ni de, un ser de bondad medido con nuestro metro humano, ni del justiciero que nos espera al fin de la vida para juzgarnos severamente, ni del que entorpece nuestra libertad. Cuando yo le¨ª y medit¨¦ hace ya muchos a?os, me abri¨® los ojos el combatido P. Sertillanges, o. p. recordando que santo Tom¨¢s no ve¨ªa, a lo que llamamos Dios, como un hacedor influyente que corta nuestra libertad interviniendo constantemente, cuando s¨®lo puede ser el fundamento de una marcha hacia adelante de nuestros esfuerzos positivos; algo as¨ª como "la fuerza, de nuestra fuerza", que siempre est¨¢ debajo de nosotros soportando la evoluci¨®n como impulso creador como el resorte ¨ªntimo de la vida y nada m¨¢s.
Es la fuerza de la vida sin discriminaci¨®n ideol¨®gica posible entre creyentes o no creyentes, porque no es un Dios de las alturas ni de las religiones: es otra realidad de la que nada se puede definir, pues hemos olvidado, los que nos llamamos creyentes, que "cuando hablamos de Dios hemos de saber que de lo que hablamos no puede ser Dios, el ¨²nico Dios que existe", seg¨²n Gabriel Marcel; y dado el caso de que queramos emplear esa palabra para decir algo de esa experiencia vital o elan vital. O preferimos quiz¨¢ hablar como los m¨ªsticos serios de "nada", "el vac¨ªo", "la cumbre del alma", porque de poco sirven teolog¨ªas o palabras para ello.
"Psicol¨®gicamente, el hombre es libre, como si Dios no existiera o actuara, no es un elemento de la acci¨®n humana que se agregue a ella o se le asocie"; "en nosotros todo sucede como si Dios no existiese ni obrase, sucede como en matem¨¢ticas que las deducciones permanecen verdaderas, sea cual sea la opini¨®n que tengamos de la cantidad", ense?aba el olvidado seguidor, antes citado, del mejor santo Tom¨¢s, cuando sosten¨ªa este ¨²ltimo, y lo olvidaron los te¨®logos, que "de Dios no sabemos lo que es, sino s¨®lo lo que no es". "Es muy cierto que nosotros no somos autores de esa trascendencia que nos ronda y que se identifica con nosotros, pero nos desborda", confesaba el ateo franc¨¦s Francis Jeanson, gran colaborador del ateo Sartre.
Si miramos al panorama cient¨ªfico vemos que la mayor¨ªa de los autores actuales de esta impresionante revoluci¨®n cient¨ªfica actual son creyentes, como se ha encargado de demostrar el profesor de F¨ªsica Te¨®rica A. F. Ra?ada. La ciencia no puede demostrar ni combatir la creencia en ese ideal que nos sobrepasa, y querr¨ªamos de un modo u otro ayudar a realizar con el peque?o grano de nuestros actos diarios que no son ego¨ªstas.
No me gusta identificarme con los modelos religiosos que todav¨ªa se proponen, sino en lo que le dec¨ªa al abb¨¦ Pierre un fontanero ateo que le ayudaba gustoso: "Si yo creyese en Dios, tendr¨ªa que ser en lo que usted hace". Que es lo que mantienen para el avance de la humanidad los grandes cient¨ªficos, como el m¨¢s profundo y renovador matem¨¢tico actual Gbdel, los fisicos Planck el de los cuantos, Einstein el de la relatividad, Schr?dinger el de la mec¨¢nica ondulatoria, Heisenberg el de la mec¨¢nica de matrices, Pauli el de la teor¨ªa cu¨¢ntica actual, el f¨ªsico N. Mott o el bi¨®logo Eccles, o el original Feynman de la electrodin¨¢mica cu¨¢ntica, o Townes el descubridor del m¨¢ser.
Y, sin embargo, no me gusta mezclar la ciencia y la religi¨®n porque creo que ten¨ªa raz¨®n el astr¨®nomo Laplace en la r¨¦plica que dio a la extra?eza de Napole¨®n de por qu¨¦ no hablaba de Dios en sus hip¨®tesis: ¨¦l no hab¨ªa necesitado de esa hip¨®tesis en el plano de la ciencia, porque estaba en otro plano.
Dios, si queremos, es la experiencia que ten¨ªa el astrof¨ªsico cat¨®lico Whittaker de ser la hip¨®tesis que mejor coordinaba todas las experiencias de su vida, morales, est¨¦ticas, intelectuales, si se entend¨ªa a Dios como he expuesto aqu¨ª, de un modo tan diferente al que se nos ense?¨®, porque ¨¦ste no resiste ninguna confrontaci¨®n intelectual seria; y por eso muchos se apartan de toda religi¨®n en Espa?a, como ha visto bien Moncada en el libro que he citado.
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