Bailey se acerca a los l¨ªmites de Johnson
El canadiense bate el r¨¦cord del mundo (9.84) en una final llena de incidentes

, Hubo algo inmoral en la sublimaci¨®n de la excelencia y de los r¨¦cords frente al dolor de la tragedia de Atlanta. En el nombre del deporte, se olvidaron los muertos los heridos y el sufrimiento de unas horas antes. Pero as¨ª es la maquinaria del espect¨¢culo, que arrasa Con todo, incluso las cosas verdaderamente importantes. Ochenta mil personas se arracimaron en el estadio Ol¨ªmpico para ver al hombre m¨¢s r¨¢pido del mundo: D¨®novan Bailey, que bati¨® el r¨¦cord del mundo (9,84), a sus rivales y a los pron¨®sticos.
Es la historia de su vida. Un atleta con un perfil p¨²blico muy bajo, pero con unas condiciones extraordinarias para competir en circunstancias tan dif¨ªciles como las que se dieron en Atlanta, donde se produjeron tres salidas falsas, el amotinamiento de Linford Christie y la ca¨ªda del imperio americano. Fredericks y Boldon fueron segundo y tercero. Por primera vez, los estadounidenses quedaron fuera de la pomada.
Un d¨ªa antes, Ato Boldon, que pasa por un estudioso de las estad¨ªsticas, dijo que habr¨ªa un r¨¦cord del mundo en la final. Y se atrevi¨® un poco m¨¢s. "Dos. atletas estar¨¢n alrededor de 9,80 segundos. Uno ser¨¦ yo. El otro, no lo s¨¦". Bien, el otro ten¨ªa que ser Frankie Fredericks, cuya actuaci¨®n en las series previas hab¨ªa sido antol¨®gica. Casi al trote, baj¨® en dos ocasiones de los 10 segundos, con la flu¨ªdez y la elegancia que le caracterizan. Era el primer favorito. Pero la carrera ten¨ªa un cartel de primera. Boldon, el m¨¢s joven, tambi¨¦n hab¨ªa corrido en menos de 10 segundos las semifinales y los cuartos de final. Donovan Bailey era una amenaza para todos. Si pon¨ªa en orden su salida, estaba en condiciones de ganar a cual quiera. Y claro, Christie, que todav¨ªa juega con su poder de intimidaci¨®n a pesar de su venerable edad. Los americanos jugaban en casa, pero su papel era menos trascendente. Quiz¨¢, hab¨ªa una oportunidad para Mitchell, un velocista s¨®lido que se ha convertido en un atleta detestable. Le ha cogido gusto a las c¨¢maras y pone en es cena un espect¨¢culo rid¨ªculo de gestos, palabrer¨ªa y amenazasSi se cumpl¨ªa el vaticinio de Boldon, significaba que el hombre volv¨ªa a los l¨ªmites que impuso Ben J¨®hnson, una frontera que parec¨ªa antinatural, la frontera que marcaba el stanolozol. No hubo manera de llegar a los tiempos de Johnson, aunque hubo r¨¦cord del mundo.
Boldon ten¨ªa raz¨®n: en condiciones normales, se hubieran conseguido los tiempos de Johnson, quiz¨¢ 9,80 o menos. Pero la carrera estuvo mediatizada por los incidentes que la precedieron. Se dieron tres salidas falsas, dos de ellas de Linford Christie, que tir¨® la bandera roja que le eliminaba y. se neg¨® a abandonar la: pista durante varios minutos. La gente abuche¨® a los jueces y aplaudi¨® al viejo campe¨®n, pero la decisi¨®n era inapelable. As¨ª se cerraba su formidable carrera.
El, asunto distrajo a todo el mundo. Los atletas se sintieron inc¨®modos por la espera. Pero hab¨ªa tanta calidad en esa recta que todo era posible. Y ocurri¨®: Donovan Bailey lleg¨® desde atr¨¢s, como acostumbra, para superar al impetuoso Boldon y a Fredericks, que pareci¨® el m¨¢s afectado por los acontecimientos anteriores al inicio de la prueba. Canad¨¢, o mejor, uno de las decenas de extraordinarios velocistas que han salido del Caribe gan¨® la final y bati¨® el r¨¦cord del mundo.
Fue una final de gran altura frente a la mediocre carrera de las velocistas. Gail Devers gan¨® su segundo t¨ªtulo (10,92s) consecutivo, sobre Merlene Ottey y Gwen Torrence, dos veteranas del circuito
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