"Un pasajero quiere ir a Miami, a disculpen las molestias"
La mayor¨ªa de los viajeros no not¨® lo ocurrido hasta llegar a Estados Unidos.
"Por razones de fuerza mayor hay en este momento un pasajero que quiere ir a Miami. Les ruego disculpen las molestias". Estas palabras de Javier Echave, comandante de! vuelo de Iberia 6621 Madrid-La Habana, sirvieron para que los pasajeros supieran que algo iba mal a bordo. Estaban secuestrados, pero no hubo escenas de p¨¢nico entre los 14 tripulantes y 217 viajeros.S¨®lo los que iban en primera y en clase preferente supieron desde el inicio que Saad Ibrahim, un hombre de 27 a?os de origen liban¨¦s, hab¨ªa entrado en la cabina con un punz¨®n y un bulto que parec¨ªa una bomba, y hab¨ªa obligado al comandante a desviar la nave. Muchos ignoraban lo que hab¨ªa pasado hasta momentos antes de aterrizar en el aeropuerto de Miami (EE UU) y, de hecho, atribuyeron el incidente a la enfermedad de un viajero..
En Miami todo fue distinto. Unos 50 agentes del FBI entraron en el avi¨®n con trajes de camuflaje, cascos y grandes fusiles autom¨¢ticos con luces rojas. "Daban gritos y apuntaban a todo el que se mov¨ªa", record¨® uno de los pasajeros. Una joven de 14 a?os le pregunt¨® a su padre: "??sos son los terroristas?".
El vuelo hab¨ªa despegado de Madrid a las once de la ma?ana, la hora prevista. Como siempre, en clase preferente viajaban empresarios y ejecutivos, incluida una delegaci¨®n de Argentaria que iba a La Habana para participar en la inauguraci¨®n de la Lonja de Comercio, el primer inmueble restaurado en Cuba con capital extranjero. Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez Rico, presidente de Unitaria, la divisi¨®n inmobiliaria de Argentaria, y Vicente Soto, director general de la empresa que realiz¨® la obra, Cubiertas, SA, charlaban tranquilamente de trabajo. Cerca de ellos, el periodista espa?ol Carlos Carnicero le¨ªa sin preocupaci¨®n.
El aforo de clase turista era el habitual. Gente sin preocupaciones y con bermudas algunas parejas, cubanos que regresaban a su pa¨ªs despu¨¦s de viajes de trabajo, se?oras mayores que volaban por primera vez a La Habana para conocer a un familiar y el consabido grupo de hombres solos en busca de sexo f¨¢cil.
Fue un vuelo perfecto. A la hora establecida, la tripulaci¨®n sirvi¨® una bandeja con carne, pan, ensalada y dulce. M¨¢s tarde se proyectaron dos pel¨ªculas. "Una era de ballenas y otra de polic¨ªas", cont¨® uno de los pasajeros.
Cerca de ¨¦l viajaba Simone Riggi, un estudiante de. 23 a?os de Florencia, a su lado, un hombre moreno que hablaba ingl¨¦s como lo hablan los ¨¢rabes, le cont¨® que iba a La Habana a estudiar. Simone charl¨® con, ¨¦l un rato. Parec¨ªa un hombre normal.
. "?Cu¨¢nto falta para Miami?", pregunt¨® a Riggi su vecino de asiento cuando, faltaban tres o cuatro horas para llegar a La Habana. "Este avi¨®n no va a Miami. Va a La Habana", respondi¨® Riggi con naturalidad. Minutos despu¨¦s, el hombre moreno volvi¨®, a preguntar: "?Cu¨¢nto dijiste que faltaba para Miami?".
Riggi no dio importancia al suceso. Tampoco al hecho de que dos horas y media antes de llegar a La Habana, a las siete de la tarde (hora peninsular espa?ola), su acompa?ante se levantase sin decir una palabra y se dirigiese hacia primera clase. En cambio, su presencia en la parte delantera s¨ª llam¨® la atenci¨®n. Sobre todo, a Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez Rico, quien en ese momento hablaba animadamente con sus compa?eros. "?l ven¨ªa en clase turista y pas¨® delante de nosotros. Cuando cruz¨®, yo coment¨¦ en broma: "Oye, ¨¦se tiene una pinta de terrorista que no puede m¨¢s". Pues manita de santo: a los dos minutos... es el terrorista".
El presidente de Unitaria lo recuerda as¨ª: "Ten¨ªa unos 30 a?os. Moreno y delgado. Si uno pudiese decir como es un terrorista tipo, as¨ª era, ¨¦l. Llevaba una especie de gabardina cerca de la rodilla, iba con un, jersey negro y unos pantalones grises; en fin, el t¨ªpico vestido de terrorista. Tambi¨¦n su barbita, como corresponde a este tipo de personas".
Al llegar a la parte delantera de la nave, pero ya fuera de la vista de los pasajeros de primera, el secuestrador amenaz¨® con un punz¨®n al sobrecargo del avi¨®n y le oblig¨® a que abriese la puerta (le la cabina. "Sac¨® un paquete de pl¨¢stico, que ten¨ªa un cordoncito y una anilla. Corno son las bombas. Dijo que no pod¨ªa aterrizar en La Habana y que quer¨ªa ir a cualquier aeropuerto de Estados Unidos. Le propusimos Miami, y dijo que si", recuerda Jes¨²s Garc¨ªa, el auxiliar de vuelo.
El sobrecargo sali¨® de la cabina con cara de consternaci¨®n y cont¨® a los pasajeros de primera lo que hab¨ªa sucedido. A partir de ese momento nadie sali¨® de la cabina. Las azafatas y todos los tripulantes de la parte delantera se mantuvieron comunicados por el tel¨¦fono interior con el comandante, pero, s¨®lo informaron extensamente de lo que ocurr¨ªa a los viajeros que iban en primera clase y preferente."Entre nosotros nunca lleg¨® a haber p¨¢nico, aunque s¨ª preocupaci¨®n", dijo Fern¨¢ndez Rico al aterrizar en La Habana a las diez de Ia noche (las cuatro de la madrugada hora peninsular espa?ola), seis horas m¨¢s tarde de lo previsto. Mientras, en clase turista nadie sab¨ªa nada. Para evitar el p¨¢nico,el comandante Echave no se dirigi¨® por los altavoces a. los pasajeros hasta media hora -despu¨¦s del secuestro. Les habl¨® de las razones de fuerza mayor" para cambiar el rumbo hacia el aeropuerto de Miami.
Su voz no caus¨® excesiva preocupaci¨®n, sino la l¨®gica molestia. "Como no se hab¨ªa producido violencia en ning¨²n pasillo ni nada extra?o, la mayor¨ªa pensamos que, se trataba de un enfermo que deb¨ªa ser urgentemente trasladado al hospital", coment¨® un pasajero, que viajaba en la cola del avi¨®n.
Cuando faltaba una hora para Miami, Echave habl¨® otra vez: "Dentro de una hora aterrizaremos en el aeropuerto de Miami, donde la temperatura es de 34 grados y el cielo est¨¢ despejado. El pasajero que est¨¢ en la cabina se ha comprometido a que no habr¨¢ problemas".
Este nuevo mensaje tampoco preocup¨® a los pasajeros de clase turista, que en ese momento. iban por la tercera pel¨ªcula. Unos momentos despu¨¦s aterrizaban en Miami. Entonces tuvieron la sensaci¨®n de empezar a vivir el verdadero secuestro.
Sali¨® el "se?orito" y empez¨® la parafernalia
El avi¨®n secuestrado aterriz¨® en Miami y estuvo unos 20 minutos en el extremo de una pista. El comandante Echave habl¨® por tercera vez a los pasajeros, pero esta vez todo el mundo entendi¨® que algo grave pasaba. El piloto orden¨® o que nadie se moviera del asiento cuando entrasen los agentes del FBI, y para compensar, pidi¨® calma y tranquilidad, Toldos los viajeros fueron trasladados a clase turista.El secuestrador se entreg¨®, sin que nadie lo viese y sin ofrecer la menor resistencia. A los pocos minutos de salir por la puerta m¨¢s cercana a la cabina demando comenz¨® el espect¨¢culo.As¨ª lo vivi¨® Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez Rico: "Una vez que el se?orito sali¨® tranquilamente, empez¨® toda la parafernalia americana, con 300 coches y 100 hombres de Harrelson. A mogoll¨®n, por dos puertas a la vez, entraron unos t¨ªos vestidos de negro y con unos brazos que, parec¨ªan piernas. Iban, con cascos, armados hasta los dientes y ten¨ªan cara de pocos amigos. S¨®lo dec¨ªan, en espa?ol y en ingl¨¦s: "?Que nadie se mueva!, ?que nadie se mueva!". Los fusiles eran como de la guerra de las galaxias, con luces rojas. Al verlos, la hija de un arquitecto que ven¨ªa con nosotros le pregunt¨® a su padre si eran los terroristas".
El c¨²bano Juan Carlos Gonz¨¢lez, vecino, del barrio habanero de Santo Su¨¢rez, ven¨ªa de Suiza. En Miami se dio cuenta de que el desv¨ªo no era por enfermedad, sino por secuestro: "Fue lo m¨¢s grande de mi vida. Entraron unos tipos disfrazados con m¨¢scaras y unos escopetones con los que apuntaban a todo el mundo". Todav¨ªa estaba p¨¢lido al contar lo sucedido. "Eso s¨ª que no era como en Cuba. Ah¨ª, si te mueves te liquidan".
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