Tony Gallardo, escultor canario
Ten¨ªa 67 a?os, pero siempre tuvo la edad de la inocencia. Muri¨® de pronto, en Las Palmas, su tierra, y dej¨® atr¨¢s una obra s¨®lida y, sobre todo, una compa?era inseparable, Mela, con la que cultiv¨® la ingenuidad y el entusiasmo, y con la que viaj¨® muchas veces para buscar en las costas de las islas la materia principal de su escultura, la piedra, la roca oscura y ba?ada por un mar de siglos que hizo s¨ªmbolo tambi¨¦n de su manera de ver el paso desierto del hombre por la Tierra. Fue comunista, y profundamente pol¨ªtico, y en ese sentido fue un hombre comprometido con ideas que en aquellos tiempos garantizaban la persecuci¨®n, la c¨¢rcel y el des¨¢nimo. Nada le hizo volver atr¨¢s, y trat¨® siempre de complicar a los otros en una lucha que ¨¦l sent¨ªa como inaplazable, con una urgencia que atemperaba con su car¨¢cter a la vez firme y dulce. Como las rocas a las que dio alas y met¨¢fora. Luc¨ªa, desde que fue canoso, una barba blanca y desordenada en la que habitaba una sonrisa de playa y de candor, como si fuera Valle-Incl¨¢n en chancletas por las playas de Sardina, uno de los lugares m¨ªticos de la Gran Canaria del compromiso antifranquista y de la lucha pol¨ªtica. Era de una generaci¨®n muy feraz de artistas pl¨¢sticos y de escritores l¨ªricos, pero entre. todos fue el que cultiv¨® con m¨¢s ah¨ªnco el lenguaje pol¨ªtico, la residencia en la Tierra. Acaso por eso en las ¨²ltimas d¨¦cadas de su vida fue la roca su compa?era, su otra mano, el pu?o cerrado, el modo nuevo de ver el pasado y el porvenir juntos. Su muerte ha sido llorada en las islas por gentes de todas partes, porque a pesar de que vivi¨® en una esquina muy precisa del ring jam¨¢s renunci¨® a salir a abrazar a cualquiera que fuera a buscarle con el coraz¨®n en la mano. Quiz¨¢ por eso se re¨ªa siempre cuando te ve¨ªa llegar.-
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